Daniel Bentancur
Hay momentos que la realidad supera a la ficción. Este parece ser uno de estos.
Nada puede extrañarnos las piruetas rocambolescas del Poder Ejecutivo para justificar la entrega de una de las escazas capacidades instaladas para agregar valor a nuestra producción y generar divisas genuinas por la vía de servicios para el transporte marítimo y fluvial, que más nadie puede otorgar en forma competitiva, en toda la región.
Más allá de las circunstancias políticas coyunturales y la falta de ética y responsabilidad con que el gobierno viene actuando, corresponde reformularse asuntos que tienen que ver con nuestra historia como país y el proyecto geopolítico estratégico que debería ser guía de nuestra acción.
Uruguay nació a contrapelo de la propuesta que lideró el artiguismo, donde la Provincia Oriental era parte de la Liga Federal en contraposición a las capitales-puerto de Buenos Aires y Montevideo.
Ayer y hoy los intereses comerciales, representados por las burguesías criollas aliadas a las casas centrales de las potencias europeas, particularmente Inglaterra y en menor medida Francia, se dedicaron a consolidar un sistema de explotación de nuestras materias primas.
Recordemos que puerto, e infraestructura de comunicación estuvo, y sigue estando centralizada en los puertos marítimos y no al servicio de las economías regionales.
Un modelo de país, con estructura política formal independiente pero macrocefalia, desigualdad estructural, organigrama del Estado y sistema político-administrativo anacrónico e ineficiente y economía dependiente de los centros de poder.
Es lo que tenemos y hemos profundizado en 200 años.
Nada nuevo, es la misma historia de Argentina, la clase dominante tiene mayor vínculo con la posesión y explotación de la tierra, por lo cual no tiene interés en reinvertir en el desarrollo nacional genuino. Solo se han cuidado del precio a obtener por lo producido en sus propiedades: antes eran cueros, luego charque, finalmente carne y ahora granos y/o madera.
No es casualidad que los enriquecidos medianos y grandes productores agropecuarios, especialmente durante los 15 años de gobierno frenteamplista, hoy inviertan en Paraguay, donde al decir de su Pte llamando a invertir “Paraguay es una niña virgen que está la espera de Uds”.
Vale recordar que hace diez años había solo dos vuelos semanales a Asunción hoy 1 diario. Es que los “productores” uruguayos son segundos en la lista de inversores en la expoliación sojera, solo tras Brasil. (Bordaberry fue uno de los pioneros).
Uruguay, surgió como parte de la política exterior de Inglaterra a los efectos de garantizar la libre navegabilidad de los ríos interiores, asunto consolidado con la imposición de la Argentina Porteña y la Guerra de aniquilación contra el Paraguay independiente, en la década del sesenta del SXIX.
Hoy, las empresas son otras y los Estados que las respaldan también, pero el formato neocolonial de explotación y relación con países de la perisferia como los nuestros mantiene la misma forma.
Las burguesías dominantes son sus aliados, porque la ganancia inmediata es su razón de existir y fin último. Las casas matrices, fundamentalmente en nuestro caso, europeas, fomentan la división y competencia estéril, corrompen y/o manejan e imponen condiciones en función de sus intereses inmediatos y también los estratégicos.
Debemos preguntarnos, entonces, sí lo que está sucediendo con el puerto, es un problema más del “mal gobierno” y la ineptitud ya demostrada por la gestión actual, o una entrega lisa y llana de nuestra soberanía, así como una hipoteca de las posibilidades de desarrollo autónomo.
Debemos preguntarnos también, si alcanza con una buena administración gubernamental para producir cambios sustanciales que garantizen la sustentabilidad de un país, que indispensablemente debe analizarse en el contexto regional y tener estrategias compartidas con sus vecinos.
Es indispensable que reflexionemos en cómo lograr una descentralización real que empodere nuestras regiones a partir de la Cuencas Hídricas, y con políticas transfronterizas activas que entusiasmen y generen sinergias con nuestros vecinos territoriales de Argentina y Brasil.
No hay que temer a revisar toda la normativa, leyes, incluso la Constitución en aquello que pueda favorecer una integración real y efectiva.
Pero sobre todo y en lo inmediato, oponerse radicalmente a la entrega a una empresa multinacional, del Puerto de Montevideo.