Sebastián Valdomir
La Rendición de Cuentas 2020, terminó su proceso en la Cámara de Diputados, y pasó a la Cámara de Senadores para su tratamiento.
En el contexto de crisis social y económica que se encuentra el país, y viendo los lineamientos de políticas públicas alrededor del mundo para afrontar los impactos de la crisis provocada por el Covid 19, se esperaría que en la rendición de cuentas 2020 (momento en el cual los gobiernos pueden redirigir dinero y redefinir políticas) llegaran propuestas de reactivación económica, pero estas nunca llegaron.
Esta Rendición de Cuentas debió ser la de la reactivación económica, que aprovechara la remisión de la emergencia sanitaria derivada de la Pandemia de Covid-19, y desplegara los más amplios apoyos sociales, políticos y financieros para superar la crisis económica y social, debió ser la Rendición de Cuentas que re-impulsara el aparato productivo, sobre todo a nivel de la micro, pequeñas y medianas empresas.
Esta debió ser la Rendición de Cuentas que apuntalara decididamente la creación de empleos, genuinos, que descansara en un fuerte y robusto acuerdo social y político.
Debió ser la Rendición de Cuentas del boom de la inversión pública, que llevase implícitos encadenamientos productivos y sobre todo levantase la actividad económica en el interior del país, con obra pública. Debió ser la Rendición de Cuentas del Estado presente en la economía, y no del Estado ausente que se lava las manos y se retira de todas las áreas estratégicas de cualquier economía moderna que se precie de tal en pleno Siglo XXI.
Debió ser la Rendición de Cuentas que apoyase decididamente a nuestras usinas creadoras de conocimiento, innovación y desarrollo, como la UDELAR, la UTEC, la Agencia de Investigación e Innovación. En un tiempo que hemos visto en directo lo que significa tener un fuerte apoyo a los dispositivos de investigación nacionales, en nuestro país el gobierno prefirió mirar para otro lado.
Esta Rendición de Cuentas no fue nada de lo que debió ser, no es la Rendición de cuentas de la Reactivación, ni de la generación de empleos, ni de la inversión ni de la innovación. Todo esto era lo que había que hacer, dado que en 2020 la economía uruguaya registró la mayor contracción anual del PIB desde el año 2002.
En 2020, el salario real de los uruguayos y uruguayas alcanzó el nivel más bajo desde el año 2016; y no fue mayor la caída por los correctivos inflacionarios incluidos en los convenios colectivos que vencían a mediados de año, que moderaron la caída.
La pérdida de ingresos reales asociada a la crisis llevó a un incremento de la pobreza y de la pobreza extrema (indigencia). De acuerdo con la Encuesta Continua de Hogares, el porcentaje de personas pobres pasó del 8,8% en 2019 al 11,6% en 2020, lo que representa un aumento de, aproximadamente, 100.000 personas bajo la línea de pobreza. La pobreza infantil aumentó de 17% a 21%, un aumento de 4 puntos, lo que debería ser hoy, ya, declarada una emergencia nacional.
Esta Rendición de cuentas, fue una gran oportunidad perdida. Una nueva expresión de la ortodoxia del gobierno en materia fiscal. No traerá una reactivación de la actividad económica con recuperación de niveles de empleo e ingresos.
Lo que sí fue esta Rendición de Cuentas es un programa de acción de continuación de lo que traía la LUC: recorte de las áreas estratégicas del Estado, allanarle los caminos a los “malla oro”, avanzar en la reforma del aparato estatal por segmentos, de espalda a la negociación colectiva del sector público y con centenas de miles de pesos para “compensaciones” y pases en comisión de uso discrecional.
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