Hemos asistido al fin de una etapa de cuestionamiento por vía parlamentaria de una de las entregas más oprobiosas realizada en democracia, por parte de un gobierno electo bajo la premisa de que superaría la supuesta ineptitud para gobernar del FA.
En tan solo 2 años se han realizado ingentes esfuerzos por desmontar las políticas e incluso las estructuras que paciente y en forma ininterrumpida colocaron a nuestro país como un ejemplo de coherencia y política pública exitosa tanto en lo macro económico como en política de Derechos.
Nada puede asombrarnos, el herrerismo, particularmente el lacallismo ha sido siempre un adalid en la defensa de los sectores más retrógrados de la sociedad, los grandes terratenientes aliados al capital monopólico nacional, la banca y las grandes empresas multinacionales.
Esta vez no tuvieron empacho, en función de los intereses que representa, en firmar un acuerdo, a todas luces espurio, sin siquiera consultar a sus socios de la coalición multicolor y violando formas y contenidos del marco legal e incluso la Constitución.
Grave para el Estado de Derecho, y grave por la enajenación del principal factor de atracción y puntal para desarrollo que tiene Uruguay tal cual es. Su puerto marítimo a la vera del Atlántico con capacidad de aumentar profundidad y manejo de carga.
Hemos visto actuar a la bancada del FA en el Senado, con seriedad y en forma coordinada, sin perfilismos menores y asesorándose en profundidad por un equipo técnico político que en forma comprometida funcionó como soporte para la interpelación y sigue actuando con el objetivo de revertir y/o condicionar lo actuado por el gobierno nacional.
Quedó expuesta la soledad en la cual quedó el herrerismo lacallista, notoria en la sesión de censura, donde solo expusieron sus senadores en defensa del Ministro y no hablaron los representantes del Partido Colorado y Cabildo Abierto, lo importante es que el FA retoma una forma de actuar que privilegia en los temas de trascendencia estratégica, la unidad de reflexión y acción, más allá de los intereses cada sector.
El soberano nos volverá a dar la oportunidad de revertir las decisiones de este malgobierno y retomar la agenda de cambios estructurales si profundizamos esta senda de fuertes alianzas internas basadas en sumar-sumar aprovechando las capacidades existentes, reconociendo el valor de los recursos existentes más allá de la pertinencia a sectores específicos y respetando exclusivamente las propuestas programáticas, que constituyen el valor esencial de la unidad frenteamplista.
Es indispensable que las malas practicas, heredadas de la cultura de los partidos tradicionales, sea visualizada, criticada y revizada. La fraternidad debe ser un eje central junto a la ética no solo en la práctica política, sino en los comportamientos personales.
La gestión debe tener continuidad más allá de los acentos, cuando se asume más de un período gubernamental, la autocrítica ante errores o dificultades así como el funcionamiento real y permanente de los órganos partidarios en toda su estructura son la única barrera a la soledad del poder.
EL FA no es la suma de dirigentes esclarecidos, sino la expresión política de un pueblo consciente y exigente en participar organizadamente para alcanzar objetivos de justicia económica y social.
No es una masa uniforme, que pueda ser manejada a antojo con motivaciones emocionales.
Su base social participa y lidera innumerables organizaciones de la sociedad en su más amplio espectro. No necesita que la interpreten dirigentes preclaros, sino que se le otorgue la oportunidad de participar organizadamente, en la construcción de agendas y políticas, utilizando la herramienta del Estado para garantía del mayor éxito de las Propuestas por las cuales se gobernará al país.
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