Entre el joderse y el derecho a la rebeldía de los pobres

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@mateamargouy

Ricardo Pose

Cuentan y contaban varios presos políticos que recorrieron cuarteles del país, que el concepto “joderse” formaba parte de la jerga cuartelera; refiere a esa suerte de estado de resignación por lo cual “el jodido” debe asumir su mala suerte que puede ir desde la mala fortuna en el trabajo, en el amor, en la pérdida o el no acceso a determinados beneficios, e incluso como en esta situación estar preso.

Para un destacado dirigente como supo ser Julio Marenales, el concepto daba una tuerca de vuelta más y consagró su frase “joderse por inferiores”.

Ese joderse no refería como en el primer caso a una suerte de designio del destino o de la condición personal, sino básicamente a la capacidad (o falta de ella) para determinadas tareas o toma de definiciones.

La inferioridad vista así, refiere a un elemento autocritico donde quienes poseen las capacidades para ciertas habilidades, no se pusieron en determinadas circunstancias a la altura de las mismas.

Navegando entre las dos acepciones del joderse reman los pobres, los viejos pobres (que no es lo mismo que pobres viejos) y sobre todo los nuevos pobres.

El joderse es un concepto que cobra vigor en un Uruguay donde se supone que nuestra suerte personal, depende de nosotros mismos en tanto quedó en nuestras manos el uso de la Libertad Responsable.

Sino fuimos cuidados y responsables de nuestra libertad, ¡a joderse!

Puedes morir de Covid, enfermarte con él, perder el trabajo o ser desalojado de tu vivienda.

Detrás de la libertad responsable asoma la mirada curiosa del libre albedrio; el joderse es una consecuencia inevitable de optar mal y/o hacerlo a espaldas y/o a disgusto de los ojos de dios.

Sensibles de izquierda no rasguéis vestiduras, porque varios han pregonado a los pobres: “jodansen por votar este gobierno”.

En la dura batalla cultural para quienes tienen una visión de transformación profunda de la sociedad, lejos de sumarse al confort del latiguillo que implica que si tal cosa no sucede, joderse, se debe convocar el derecho a la rebeldía de los pobres.

El derecho a la rebeldía no existe como Derecho; nadie encontrará en ningún código jurídico ni texto constitucional el sagrado Derecho a la Rebeldía (derecho sagrado en su expresión sacrosanta desde que Jesús expulsó a latigazos a los mercaderes del templo).

Como ese Derecho no se encuentra como Derecho, se lo encasilla en el juego dialéctico de lo políticamente correcto, de la contienda electoral por toda estrategia y en las movilizaciones que coincidan con algunas efemérides para que la rebeldía además, no se le ocurra ser creativa.

Para ciertas visiones, el Derecho a la Rebeldía de los pobres empieza y termina en la credencial; delegan a sus representantes en las poltronas parlamentarias su derecho a la rebeldía haciendo una oposición responsable, y si la oposición no cuenta con los números que permita aprobar algo que valga más o menos la pena, se joden todos alegre, civilizada y responsablemente.

La marcha de los estudiantes de secundaria hace pocos días (los estudiantes pobres dentro de un sistema educativo donde el crecimiento de la enseñanza privada muestra claramente quienes son unos y quienes son otros), estuvo signada por el viejo Derecho a la Rebeldía.

Realizaron una marcha cargada de consignas nada responsables y caminaron por donde quisieron, sin custodia policial siquiera de tránsito, y guiados por sus propios elementos de autodefensa.

La marcha por vivienda unos días después convocada y organizada por la Coordinadora Nacional de Asentamientos, COVIPRO y el Programa de Vivienda Sindical plantó en el destartalado camión de la UNTMRA su estrado frente a la casa presidencial.

Son las movilizaciones de quienes por ahora no están sumisamente dispuestos a joderse.

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