Por Gabriela Cultelli
Tal vez se aclararon más las aguas este 8M en Uruguay. Cómo era de esperar de parte de las damas del gobierno se excusaron de no participar. Expresó Carmen Asiaín por ejemplo que “siento que nos desplazaron, que se han apropiado de una fecha», y por más que no tenemos por qué dudar de su “sentimiento”, la realidad histórica nos dice que el intento de apropiación, aunque fallido, fue al revés.
Pero antes de entrar en el detalle de la historia de nuestro día, decir que pareció también desacertado por parte de la Sra. Argimón pensar que se dejaba a la mitad del país fuera de esta marcha, pues por el contrario la marea golpeo todas las costas y las aguas se enardecieron en todos los ríos del país, constituyéndose este 8M en otra gigantesca demostración popular de Orientalas reclamando su derecho a la vida y a una vida mejor, más justa e igualitaria.
La Historia del 8M
Pareciera que la historia del 8M va mucho más allá de aquel marzo de 1910 cuando es declarado en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, por Clara Zetkin, en los marcos del apoyo a las luchas por el sufragio universal, o de aquel día siniestro de marzo de 1911 cuando 146 personas (de ellas 123 mujeres) eran quemadas en una fábrica textil de EEUU, por la codicia patronal y las formas de trabajo semi esclavo que marcó y marca aún las formas de acumulación del capital, en este caso, encierros que eliminaban las horas de descanso y escondían las extensas jornadas de trabajo extenuante y mal pago. El 8M fue y es la confluencia de luchas contra la opresión capitalista patriarcal, de resiliencias feministas, que como tal debe haber surgido, y más allá de las fechas, más atrás en el tiempo. Son las confrontaciones de las mujeres trabajadoras en el capitalismo que le ponen nombre y fecha.
El 8M es nuestro día, el día de la mujer trabajadora. Trabajadora de ayer, de mañana, de hoy. Trabajadora del campo y la ciudad, trabajadora invisibilizada del hogar y los cuidados, de la fábrica, los servicios, peonas rurales, intelectuales, artistas, trabajadoras todas.
O sea, el concepto de trabajo nos incluye a todas, o casi todas y muy a pesar de lo manifiesto por la Sra. Argimón en relación a la supuesta mitad del país que quedaba “fuera”, aunque su expresión refería más a una posición sobre el próximo referéndum, que tiene muchísimo que ver con la mujer asalariada, con la mujer de hogar obrero, con la mujer que trabaja en pequeños y medianos emprendimientos. En muchos casos afecta a mujeres que viven en hogares que dependen de empresas más grandes, por la inestabilidad de precios del combustible y la desprotección por parte del Estado impuesta por la LUC, toda la inflación a que conlleva, y entre otras problemáticas como los temas educativos, represivos, privatizadores, etc.
Frecuentemente escuchamos que la mujer se integra al trabajo, o más a menudo aún, que la mujer se incorpora al trabajo remunerado en determinado momento de la historia reciente. Ni lo uno ni lo otro nos complace, escondiendo ambas expresiones relaciones de explotación, que como es muy violentas.
LA MUJER Y EL TRABAJO
Por TRABAJO se entiende aquella actividad humana (por tanto, consciente, pensada) encaminada a un fin determinado, a la creación de bienes materiales e inmateriales concretos, útiles, o sea a la creación de valores de uso. Pero, EN UNA SOCIEDAD MERCANTIL puede el trabajo definirse como aquella actividad humana encaminada a crear bienes y servicios múltiples, pero también intercambiables. La capacidad de trabajar es lo que se llamó fuerza de trabajo. A su vez, El SALARIO es lo que se paga por esa capacidad en el mercado. El salario será entonces el equivalente a la multiplicidad de valores que intervienen en la reproducción de esa fuerza de trabajo. Indirectamente en él está contenido todo el trabajo necesario para dar vida a ese o esa trabajador o trabajadora. No es una simple suma de valores o precios de bienes materiales, pues es el equivalente de todos los medios de vida que la familia trabajadora requiere para su reproducción.
Sobre el valor de uso, o utilidad de la fuerza de trabajo de las mujeres aplicada en sus hogares, no hay duda alguna, aunque no se quiera ver, aunque corresponda desde niñas estas labores a las mujeres y prácticamente solo se dejen con la muerte. Es que alimentarse requiere de trabajos pues el arroz no solo hay que comprarlo o cultivarlo para comer, sino además hay que cocinarlo y servirlo. El vestirse, la limpieza necesaria a la subsistencia humana y muchas otras labores, culminan figurando una especie de fábrica en las casas, cuyo rol de echarla a andar por razones históricas corresponde sustancialmente a las mujeres. Si a ello sumamos el rol educativo, afectivo que juegan las mujeres en el colectivo hogar tendremos una aproximación de la importancia que tienen como reproductoras sociales de fuerza de trabajo. El problema estaría en que al menos directamente el trabajo en el hogar, cuando no es cubierto por el llamado “servicio doméstico”, no parece tener valor de cambio, no sew paga directamente por él. Esa aplicación de fuerza de trabajo, no se da en un proceso mercantil DIRECTO, o lo que es lo mismo, las mujeres no salen al mercado a vender su capacidad para trabajar en su propia casa, para reproducirse a sí mismas y reproducir a toda su familia en condición de trabajadoras/es. Este hecho complejiza mucho más esta forma de explotación del trabajo ajeno. Es que, en una sociedad mercantil, lo que no se mercantiliza directamente, da la impresión de que no existe, pues se invisibiliza aumentando con creces los grados de explotación. Con esta categoría económica “trabajo invisible”, la argentina Isabel Largìa y su compañero, el economista Jhon Doumolin, escribiendo en la Cuba revolucionaria de 1969, hacían uno de los aportes más trascendentales a la ciencia económica del siglo XX.
Y es a esa trabajadora como creadora y reproductora de valores y a sus demandas históricas, que el 8M responde. Y fue hasta la década de los 70 del siglo XX que nuestro día llevó el nombre de Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Luego la UNESCO, en un reconocimiento importante, pero parcial de nuestras demandas le quitó el “apellido” quedando como “Día Internacional por los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional” y sintetizándose en “Día Internacional de la Mujer”, dónde entraban incluso mujeres representantes del dominio patriarcal imperante, las Oligarcas. En fin, da para preguntarse: ¿Quién intenta “desplazar” a quién?, feminismo y patriarcado son de por sí categorías sociales, su unidad solo se da en contradicción.
Alerta que camina
En Uruguay la marea violeta combinaba con la rosada, convocó a miles y miles por todo el país. En Argentina, en Centro América, en Venezuela renovados vientos chavistas de mujeres, disidencias y nuevas masculinidades tomaron las calles. En Bogotá fueron reprimidas pero su voz de paz fue aún más fuerte. El 8M fue parte de ese “venceremos” que se va asegurando poco a poco, desde y con la participación visible de la mujer.