Por Sophie Talbotier
2022. Treinta y tres maestras comunitarias menos que el año pasado. Niegan el recorte presupuestal en el Programa Maestros Comunitarios, pero eso no es lo peor: lo más grave es que solapan el deterioro del programa instalando una nueva función de manera tergiversada, confusa e improvisada. Pasamos a explicar.
Los colectivos docentes inauguraron el año escolar con enorme incertidumbre respecto al inicio de la labor de las maestras comunitarias. No existió una sola comunicación oficial respecto al día que éstas debían comenzar. El desorden interno de la Dirección General de Educación Inicial y Primaria es tan grande que durante tres semanas se manejaron un mínimo de 4 fechas posibles para el comienzo de las maestras comunitarias. ¿El resultado? Algunas comenzaron el 7, otras el 9, otras el 14… Jamás había ocurrido algo así con el Programa Maestros Comunitarios. La promesa de mejoras en la gestión que traía la LUC se cae a pedazos con este ejemplo y tantos más.
500 maestras comunitarias iniciaron su labor este año. El año pasado eran 533. ¿Qué sucede con las otras 33? Pretenden que estas 33 funciones, y algunas más que no se se sabe con exactitud cuántas serán, vayan a trabajar en “apoyo a los equipos de las Inspecciones Departamentales como un recurso idóneo para orientar, derivar e intervenir ante emergentes”. Así se presenta la nueva función tal cual lo dice el borrador presentado por la DGEIP en marzo del corriente. Esta función no es vinculante con el PMC. Podríamos ahondar en la falta de rigurosidad técnica que afecta al borrador en cuestión, pero, dado que las autoridades insisten en hablar de un incremento de las Maestras Comunitarias, nos focalizaremos en el análisis de la distancia que tiene la nueva función respecto de la función original.
Las 500 maestras comunitarias que hoy están trabajando son compañeras que forman parte de los colectivos docentes y trabajan en equipo con las maestras de aula y la dirección escolar buscándolsoluciones a situaciones de niños, niñas y familias que están pasando por momentos complejos o requieren acompañamiento. Con este gesto rompemos ideas vetustas respecto a lo escolar, por ejemplo, que “las maestras trabajan solas en sus aulas”, que “si los niños y niñas no aprenden no hay mucho que hacer”, o que “la escuela y el barrio no tienen nada que ver”. Estos corrimientos posicionan a la escuela en un lugar más esperanzador y justo. A través de las maestras comunitarias la escuela llega a los hogares y dialoga en profundidad con las familias, acompañándolas en los procesos de enseñanza y apoyo en relación a lo escolar. A través de las maestras comunitarias los niños y las niñas se encuentran con mayor tiempo pedagógico yendo a la escuela a contraturno a aprender de maneras diversas y personalizadas. A través de las maestras comunitarias, la escuela dialoga con las instituciones cercanas en el territorio para trabajar en conjunto a la hora de pensar proyectos, o posibles soluciones a las problemáticas de las familias y sus hijos e hijas. Y podría seguir… Es tan potente el Programa de Maestros Comunitarios que habría que universalizarlo: todas las escuelas deberían contar con él.
¿Qué está ocurriendo hoy? Está ocurriendo todo lo contrario. La nueva función instalada en las inspecciones (lugares físicos alejados de los territorios) “a efectos de sistematizar los procesos de acompañamiento a las trayectorias individuales de estudiantes con rendimiento académico descendido, con asistencia intermitente, riesgo de desvinculación, emergentes socio sanitarios u otras situaciones que demanden intervención” (Borrador DGEIP, marzo 2022) destruye la potencia que tiene la cercanía, la cotidianeidad perseverante en la búsqueda de propuestas específicas para cuidar y fortalecer los procesos de aprendizaje de los niños y las niñas. ¿Por qué no radicar todas las funciones en las escuelas ampliando realmente la cantidad de Maestras Comunitarias en las escuelas? Esta pregunta sigue sin respuesta, probablemente porque lo que piensan de verdad no lo pueden decir, menos antes del 27 de marzo.
Borrar de un plumazo 33 maestras comunitarias se suma a una decisión previa que también repercute negativamente en el PMC, como ser la quita de dos meses de salario a las maestras comunitarias (resolución tomada a fines del 2021). Enero y febrero no se cobran más, por primera vez, desde que inició la función en primaria (2005).
Incertidumbre, precariedad laboral, recorte salarial son malas premisas para la educación. Debilitar un programa que fortalece la escuela, el vínculo con el barrio, el trabajo con niños y niñas más vulnerables, es querer poco a la Escuela Pública, es querer poco a la gente.