Por EconomiaPolitica.uy
Los tiempos son eternamente dinámicos, cambiantes. De flujos y reflujos de masas. Las crisis traen consigocambios importantes.
En las circunstancias actuales, aceleradas y complejizadas por la crisis del mundo capitalista y la pandemia mundial del Covid 19, hablar de un cambio de época sería ubicarse en la antesala de la superación de la versión neoliberal del capitalismo, como lo hace Atilio Borón, o como el comienzo del fin del modo de producción capitalista como sistema internacional tal cual lo plantea Slavoj Žižek. Hace unos cuantos años escuchamos a Immanuel Wallerstein en el Foro Social Mundial de Porto Alegre decir que el cambio de época, el punto de inflexión histórico del capitalismo y de la globalización neoliberal ya estaba en proceso y 2030 sería, aproximadamente, el año decisivo. Y planteó que, si el cambio no viene impulsado por los desposeídos, lo harán las corporaciones y la sociedad del 1%.
Vivimos épocas de niveles no imaginados de movimientos de capital, donde las redes y las comunicaciones, no solo son parte de ello, si no que centran en sí mismas gran parte o partes fundamentales de los poderes económicos a nivel mundial, en tiempos que la pandemia multiplicó de manera exponencial fortunas vinculadas a ellas y a las comunicaciones en general. A manera de ejemplo 6 de las 10 fortunas mayores, todas estadounidenses, se asocian directamente a este rubro.
El cambio de época viene también atado a los cambios en el ámbito internacional, con el creciente empoderamiento de naciones ascendentes en el escenario mundial (China, Sureste Asiático, Rusia, India), y la configuración de un espacio de naciones socialistas y gobiernos progresistas justamente en el patio trasero del imperialismo, en América latina y el Caribe. Allí Cuba y Venezuela mantienen en alto sus definiciones socialistas frente al asedio imperialista, y el progresismo en un proceso de vaivén, de avances y retrocesos, se mantiene como una alternativa pos neoliberal. Todo ello se constituye en una señal cada vez más fuerte de la emergencia de un posible nuevo orden mundial pos neoliberal, signado por un contexto económico, político, cultural y militar muy conflictivo e incierto.
La era neoliberal se parece mucho hoy a un cadáver insepulto, que se resiste a morir, una especie de capitalismo zombie, al decir de Krugman, pero que se mueve, y en ese estado desata acciones terroríficas, sin precedentes, asaltando en forma genocida fronteras territoriales e ideológicas, repudiando la misma individualidad que reclama para su estatus teórico y la forma democrática que engloba su liberalismo económico, amenazando con otro posible desenlace: la barbarie. “O sea, la reafirmación de la dominación del capital recurriendo a las formas más brutales de explotación económica, coerción político-estatal y manipulación de conciencias y corazones a través de su hasta ahora intacta dictadura mediática”.
No solo es tiempo del Capitalismo de Estado que funde el poder del capital con el Estado capitalista, es tiempo además del capitalismo comunicacional , que también funde el poder del capital al de las comunicaciones de forma expansiva. Tengamos presente que el capital estuvo desde su nacimiento unido a la esfera de las comunicaciones, y éstas también tomaron forma de capital con el devenir histórico. Lo que cambia hoy es que esas formas de capital que llamamos comunicacional, se están convirtiendo también y por sí mismas en el eje de la acumulación capitalista y por tanto, dando lugar a un nuevo patrón de acumulación.
El engendro económico en que vivimos
Hoy el desarrollo del Capital y tecnológico, de la informática y de la llamada industria inteligente, permite un dominio sustancial del Capital comunicacional, especialmente impulsado en tiempos de pandemia. En ello, también se juega la nueva carrera entre potencias, pues ya no alcanza con dominar el mercado de textiles o automóviles, hoy resulta vital la competencia en el mercado de las Comunicaciones.
No es “el mundo que se viene”, es “el mundo que ya está aquí”. La “vuelta del neoliberalismo”, que prometen estas formas de acumulación al menos para los países que no tomen rumbos de cambio no es, ni será el mismo neoliberalismo de otrora de auge en los años 90´. Se trata de un neoliberalismo con su faceta autoritaria reforzada en una hegemonía de nivel superior. Es que, a ese cadáver, aún le falta tiempo para su entierro.
Las nuevas tecnologías se instalan en ambos márgenes del mercado: en la oferta diseñando procesos productivos y de competencia para las restantes corporaciones; y en la demanda, despertando apetitos consumistas desconocidos, pero además manejando información clasificada de los propios consumidores con fines publicitarios que se venden a las empresas del sector real de la economía.
Esa presencia omnipresente a través de los instrumentos de comunicación trabaja para que el discurso neoliberal se vuelva hegemónico, penetrando sobre las formas de pensar a tal punto que se incorporan en el sentido común de la sociedad, moldeando como interpretamos, vivimos y entendemos el mundo. “He allí la dificultad de resistir al neoliberalismo y recuperar la vida y la democracia” alerta Harvey. De los consumidores se pasa a los ciudadanos, a los electores, manejando información desde las preferencias de los consumidores a las preferencias políticas, mostrando el eje autoritario del neoliberalismo, casi como Orwell había imaginado en el Gran Hermano de su novela “1984”, dando paso a lo que se ha definido como Capitalismo de Vigilancia.
Por ahora, el mundo pos pandémico se nos presenta con estas facetas del mundo capitalista consolidadas, podríamos decir estructurales. Las formas hegemónicas de dominio del sistema son una ley del desarrollo capitalista, como expresara Gramsci. Nuestras luchas las sentimos a veces Quijotescas y puede que así sean. De hecho, sin descuidar lo posible en términos tecnológicos y de manejo de redes, tal vez sea hora de volver a aportar en aquel viejo Comité de Base barrial, o al menos no descuidarlo. Tal vez sea hora de la batalla mano a mano, barrio a barrio, casa a casa, con aquel trabajo de hormigas que cantaba Daniel Viglietti.
“Las hormiguitas que yo les canto
Son tan chiquitas que ni se ven,
Pero los sueños que van cargando
Tienen la altura que tiene el bien,
El bien de toda naturaleza
Que en esta tierra pide un lugar.”