Por Gabriela Cultelli
Un vecino de la zona y su hijo estaban entrando a su casa a unas 4 o 5 cuadras del Hotel Saratoga de La Habana, cuando ocurrió la explosión. El polvo blanco invadía las calles mientras ellos corrían hacia el lugar, junto a mujeres que gritaban por sus hijas e hijos que en aquel momento se encontraban en una escuela al cruzar la calle del hotel. Al llegar al lugar había ya muchos voluntarios sacando escombros y salvando vidas desesperadamente. Los bomberos, la policía, las ambulancias.
En esta parte de la ciudad algo grave intuimos pues veíamos pasar ambulancias y otros vehículos de sanidad a toda velocidad en dirección a la Habana vieja. Luego lo supimos: el reluciente Hotel Saratoga de una esquina del Prado había sido escenario de una explosión por una fisura en la manguera de un camión que lo alimentaba de gas.
La noticia de las muertes comenzó en la medida que se iban retirando escombros: 2, 5, 18, 22, 25, 26 y en la mañana de este domingo se hablaba de 30, entre ellos 4 menores y una mujer embarazada. Alrededor de 50 personas heridas. La Habana se conmovía por completo.
Un trabajador de una institución pública nos decía que la gente estaba haciendo colas para donar sangre, y que hasta el banco de sangre se había acercado Gerardo Hernández, aquel cubano héroe que estuvo casi 20 años preso en EEUU por defender a su patria. Allí estaba el compañero prestando auxilio con su propio vehículo, porque «es muy humano», decía.
Cuando nos llegamos hasta el lugar del desastre, ya había cordón policial y observamos las máquinas trabajando sin cesar, mientras una mujer decía a nuestro lado que iría al otro día a donar sangre. Regresamos en un taxi ya avanzada la tarde, y el taxista con orgullo nos mostraba que su vehículo prestaba servicios al ministerio de salud pública y que iría a su casa a bañarse y comer para volver como voluntario a seguir prestando ayuda pues desde la mañana estaba trasladando gente para donar sangre o prestando otros servicios. El compañero decía que con sus manos esa mañana estuvo sacando escombros y que si lo dejaran pasaría la noche haciéndolo, pero que no se podía. Con orgullo también nos decía que había visto a la juventud ofreciendo su sangre o su trabajo, estudiantes de medicina que acudían a prestar servicio a los centros hospitalarios.
La tristeza por las muertes, las imágenes terribles de aquel hotel colonial bellísimo que pretendía reabrir este lunes luego de la pandemia, y sobre todo el corazón inmensamente solidario y resiliente de este querido pueblo del caribe, que no se rinde, que no descansa. #FuerzaCuba y #FuerzaHabana, desde MateAmargo enviamos un abrazo hermanado.