Por Colectivo Histórico «Las Chirusas»
Ayer se cumplieron 258 años del nacimiento del General del Pueblo.
Recordarlo, debería encontrarnos lejos de actos protocolares que obligan a las infancias y adolescencias a prometer y jurar fidelidad a una bandera que no representa en lo absoluto el proyecto político y social que pensó José Gervasio Artigas.
Más bien debería encontrarnos cerca de la reunión entre vecinos y vecinas, cerca del contacto con sus ideas y -sobre todo- cerca de la lucha de tantos varones y mujeres anónimas como los que Artigas supo liderar.
Recordar a Artigas supone un compromiso con la memoria, pero sobre todo con la acción. No se trata solamente de recordar que el 19 de junio de 1764 nació en un Montevideo colonial de reciente fundación y poca población, un niño de los sectores acomodados bautizado José Gervasio. Ni tampoco de regocijarnos o pelearnos con las narrativas de orden moral acerca de si estamos frente a un prócer o un criminal; pues la figura de Artigas ha conocido todos los matices.
Artigas no pidió ser nuestro héroe nacional, por lo que sería más justo con su historia el recordarlo cómo un hombre que se jugo la ropa por sus ideas y por intentar que estas tierras fueran lugar para vivir con dignidad, sin importar el color de piel ni la procedencia étnica o social.
Una buena forma de recordar a Artigas debería ser preguntándonos ¿qué tuvo aquel hombre para ser reconocido como líder por varios sectores sociales, en el marco de un proyecto revolucionario? Libertad e independencia absoluta de los pueblos, libertad para elegir a los gobernantes; forma de gobierno republicana; libertad civil y religiosa. Y, sobre todo, soluciones definitivas y radicales para las urgencias de los mas pobres, humildes y marginados de aquella época: peones rurales, indios charrúas y tapes, gauchos, afroamericanos, mujeres solas, hombres casados antes que hombres solteros.
Recordar a Artigas es recordar que ideas tan justas como el reparto de tierras, la reforma aduanera, la distribución de riquezas; se transformaron en la principal amenaza de los intereses de los sectores sociales más acomodados del Río de la Plata. Los mismos que se unieron para traicionarlo y combatirlo. Los mismos que 10 años después de su exilio en Paraguay, en 1830, redactaron una constitución a espaldas de su proyecto (y por el que hoy las infancias y adolescencias juran en su honor).
Es que el Uruguay no conoció jamás la división territorial en provincias autónomas federadas; la mayor parte de las tierras repartidas en el Reglamento o volvieron a sus antiguos dueños o volvieron a ser repartidas pero con otros criterios. El Uruguay tampoco conoció la reforma aduanera; ni la distribución de las riquezas; y los indios e indias, negros y negras…todos los sectores humildes a los que el proyecto artiguista había tenido como centro de su política, volvieron a ser marginados nuevamente.
Entonces, ¿para que recordar hoy a Artigas?
Porque, cómo dijimos antes, es un compromiso con la memoria y con la acción.
Que recordar a Artigas nos encuentre trabajando para que “los más infelices sean los más privilegiados”; que nos encuentre más lejos del Uruguay unitario y más cerca de la Patria Grande.
Porque no hay mejor forma de festejar un nacimiento que replicando su legado, por una patria para todos y todas.