El Golpe que dieron los poderes económicos

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Por EconomíaPolítica.uy

¿“La casa en orden”?

Una vez recuperados los países centrales de la guerra y posguerra mundial y finalizada también la guerra de Corea, a mediados de los 50’, cambiaron las condiciones internacionales. En particular desaparecieron los buenos precios para nuestras exportaciones. La incidencia de los intereses de EE.UU. en el área, tanto en su actividad productiva, como financiera, traerían la afluencia de los organismos de crédito internacional como el FMI, creados en la posguerra.

Fueron tiempos de reacomodo económico del sistema capitalista. Eran épocas de la guerra fría. Conformación, avance y conflicto del bloque socialista. Un tercer mundo en luchas sociales internas constantes donde las guerras de guerrillas se tornaron características. La guerra de Vietnam, la Revolución Cubana, golpes militares (Brasil, Bolivia 1964), las guerrillas del Che y Camilo Torres, entre otras, la rebelión estudiantil de 1968 y 69 (por ejemplo, mayo 68’ París, “otoño caliente” Italia del 69’.), fueron todos componentes de una época sumamente particular.

A nivel Nacional, los desequilibrios de una industrialización inconclusa y por demás dependiente, trajo consigo a partir de 1954 la desaceleración el crecimiento, y luego del máximo de 1957 se desarrolló el periodo de estancamiento más largo hasta hoy conocido en el país.

Fueron épocas de crecientes déficit comercial externos, de endeudamiento ascendente que junto al estancamiento productivo y el papel que ya no podía seguir jugando el estado, condujeron a la retroalimentación de la espiral inflacionaria en las pugnas por la redistribución de una riqueza que ya no crecía.

La decisión del Estado para no obtener recursos adicionales de los sectores de mayores ingresos, fue un elemento crucial que condujo a financiarse vía deuda externa. La disminución de las reservas y la emisión monetaria fueron a su vez, mecanismos de política económica utilizados para paliar la situación, y que terminaron también por recrudecerla.  Mientras que el gasto público social se relacionó a la evolución del gasto del gobierno central en general, las formas salariales directas evolucionaron similar al PBI, pues la conflictividad social habría conducido al menos a un empate en términos de redistribución de la riqueza.

Los enfrentamientos se tornaron de una gravedad sin precedentes históricos. Los reclamos salariales eran atendidos más lentamente que la suba de precios en el marco de los Consejos de Salarios. Cuando para julio de 1968 se esperaba un nuevo reajuste salarial, en junio se decretó la congelación de salarios y precios, que terminó recayendo solo sobre los primeros. Eran las pujas de los sectores dominantes por mantener sus expectativas de ganancias que desatarían, ante un proceso de estancamiento y deterioro de los términos de intercambio, el fenómeno inflacionario.

El deterioro del ingreso per cápita y salarial aunado a la desocupación resultante de la crisis en la producción, apareció como factor fundamental del auge de las luchas de clase. Nuevas fuerzas sociales aparecieron en este contexto, representadas por el sindicalismo en ascenso, los nuevos partidos y organizaciones populares, movimientos armados como el Movimiento de Liberación Nacional- Tupamaros (MLN-T), la unidad de las fuerzas populares en el Congreso del Pueblo y la creación de la CNT, más la fundación del Frente Amplio en 1971. Opuestamente, y paulatinamente a partir del pachecato (1968), ocurriría el advenimiento de un período represivo, como tránsito hacia otro dictatorial tras el golpe de estado de 1973.

Representantes directos del poder económico se pusieron al frente de la dirección política. «La casa en orden» resultó ser la consigna. Las contradicciones manifiestas en el país trajeron consigo una peculiar contienda electoral con la alianza de las fuerzas de izquierda y creación del Frente Amplio, así como el crecimiento del Wilsonismo dentro del Partido Nacional (Blancos).

Dos modelos de país se enfrentaron y con múltiples contradicciones incluso a la interna de cada uno. Podrían sintetizarse, por un lado, en el Plan Nacional de Desarrollo, que el equipo económico de la lista 15 del Partido Colorado le dio forma a fines de 1972, liderada por Jorge Batlle y aprobada por el Poder Ejecutivo en abril 1973. Por otro lado, confrontaban las alternativas del primer programa de la coalición de izquierda Frente Amplio (“Bases Programáticas” y “30 medidas de Gobierno”) y la propuesta desarrollista del sector mayoritario del Partido Nacional (“Nuestro compromiso con Ud.” W. Ferreira Aldunate). Pero, el Estado “conciliador” había muerto definitivamente en 1968 y ya se preveía el golpe de 1973.

Neoliberalismo, golpe de estado y dictadura.

En el mundo, la ampliación de las formas de concentración de las empresas se constituyó en un fenómeno expansivo cuantitativamente distinto. Dicho fenómeno profundizó y a la vez resultó impulsado por la reestructuración productiva basada en el nuevo ímpetu científico- técnico. Este proceso se sugiere como antecedente inmediato de la llamada globalización, etapa de transnacionalización económica que constituye el marco más general en el cual se inscribe este y el próximo período a estudiar.

Hace 49 años, el 27 de junio de 1973, y en ese marco, se produjo el golpe militar en Uruguay. Fue la instrumentación de la política Nacional económica, delineada en el Plan de Desarrollo antes mencionado. En el diagnóstico se exponía la existencia de la escasa dimensión del mercado interno relacionándolo al tipo de crecimiento poblacional y a una insuficiente dotación de recursos que trababa las posibilidades de alcanzar escalas mínimas de producción. El Estado aparecía allí como causal de la “ineficiente” asignación de recursos, desestimulando el ahorro y la inversión, propiciando la fuga de capitales, discurso mantenido aún hoy por la recalcitrante derecha. También se establecía que el proceso inflacionario se debía al comportamiento de los salarios reales, el déficit público y el exceso de créditos de la banca oficial. De allí que los cuatro ejes del nuevo modelo se relacionaran con la búsqueda de la estabilización, la apertura y la liberalización económica, todo lo que implicaba profundas transformaciones en el papel del Estado (que no es disminuirlo, si no cambiar su dirección).

Una vez más en la Historia se demostró que el desarrollo capitalista, echa mano a la barbarie si de ella necesita

Era la instauración del neoliberalismo económico. Lógicamente, lo expuesto afectaría la distribución de la riqueza en términos directos e indirectos, y, por tanto, la desestructuración de las organizaciones sindicales y sociales en general, así como parlamentaria, limitándose bruscamente la posibilidad de oposición y diversidad de opciones. La dictadura establecería un sistema de poder sin restricciones.

La ley de inversiones extranjeras y la de intermediación financiera de 1974 facilitaron el ingreso de capitales estableciendo su libre movilidad. La libre convertibilidad de la moneda y el abandono del curso forzoso de la moneda nacional, los aumentos sucesivos de los topes de las tasas de interés hasta su liberalización; fueron todos instrumentos enmarcados en el proceso de apertura financiera. La apertura comercial inducida por los “subsidios” o reintegros a los exportadores, créditos blandos, exoneraciones fiscales para el sector y los acuerdos regionales de comercio, a lo que se agregó la rebaja de aportes patronales y la caída del salario real como forma directa de transferencia de ingresos.

Por otro lado, la sucesión en los descensos de recargos a la importación, el proceso mini devaluatorio (atraso cambiario) y el incremento de créditos, se constituyeron en un verdadero estímulo a la importación. El período mostró continuados saldos negativos de comercio exterior a pesar del incremento de las exportaciones. Fue el ingreso de capital que financió las importaciones y la inversión, en fin, el crecimiento del PBI y el incremento de las reservas internacionales. Con nueva deuda (y nuevas Cartas de Intención) se superó la crisis inicial de pagos externos. Así pues, se fortaleció la capacidad de acumulación del sistema financiero por mayor captación externa e interna de excedentes. Los grupos de poder económico se readecuaron. Jorge Notaro diría que:

“Los cambios en el Estado y en la economía derivaron en el ascendente protagonismo de un nuevo actor social. Hasta principios de la década del setenta se identificaban tres actores principales, aunque no únicos, los ganaderos, los industriales y los asalariados urbanos. Al final del período podemos hablar de un cuarto socio, el capital financiero. Tiene sus bases en las instituciones de intermediación financiera y articula también a los acreedores externos y los propietarios de depósitos bancarios, residentes en el país o en el exterior.”[i]

1979 y 1980 fueron los años finales de crecimiento en dictadura, para luego caer hacia 1981. Fueron años de incremento de apertura y por tanto de vulnerabilidad externa ante una región sumida en similares modelos financiados desde afuera, proceso de endeudamiento externo que también en el país mostró sus límites con la crisis de pagos que fue gestándose.

La distribución de la carga impositiva, la caída de los salarios en todo el período precedente y el impulso al sector financiero, dieron empuje a un ascendente endeudamiento interno del consumo, por demás crecientemente importado, que se sumaría al endeudamiento de los sectores productivos. En tal situación, la disminución de las reservas del BCU condujo al abandono de la “tablita” (tipo de cambio gradual), constituyéndose en un hecho pro cíclico. La crisis de pagos también resultó interna y por tanto el sector financiero vio comprometida no solo su rentabilidad, sino su propia existencia. A partir de 1982 el producto decreció y hasta 1984 se acumuló una caída de casi un 17%.

 ¿Neoliberalismo y “democracia”?

A inicios de los años 90´ los tiempos de la guerra fría se terminarían ante el avance del capitalismo planetario y la caída del bloque socialista. Lo expuesto implicaría cambios en los modelos de funcionamiento latinoamericanos asociados a su reinserción internacional y con ello la búsqueda de formas distintas de integración.

En Uruguay hacia 1985, en virtud de la nueva crisis se dio la unión coyuntural de viejos sectores de derecha y la izquierda, retomando el camino menos represivo de la democracia política (pero no económica). Los grupos de poder, requerían ya en esos años condiciones de estabilidad que no podían ofrecerle los militares.

Luego de la llamada “década perdida” para el continente, que también afectó al país, y tras las renegociaciones de deuda externa, se vivió otro período del Modelo Neoliberal instaurado con la dictadura, que culminaría también en una crisis (la del 2002), pero esta vez acompañada del advenimiento de la izquierda al gobierno.

 

[i]   Notaro, J. “La batalla que ganó la economía 1972-1984” en Instituto de Economía “El Uruguay del siglo XX. La Economía” EBO, Montevideo, 2001, pág. 95-96.

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