Por Ricardo Pose
La presentación del último libro de Karina Núñez, “Con que sueñan los hijos de puta”, fue motivo para que Mate Amargo conversara con esta activista y defensora de los Derechos Humanos, sobre la situación y su militancia en la reivindicación de los derechos de las trabajadoras sexuales.
No es la primera vez que entrevistamos a Karina. Hace menos de dos semanas, la sorpresiva muerte en extrañas circunstancias del activista por los Derechos Humanos: Yamandù Rodríguez, a quién conocía por el trabajo en conjunto entre OTRAS (Organización de Trabajadoras sexuales) y la Hermandad Pro Derechos, nos llevó a recordar una denuncia de ambas organizaciones. Hablamos del escándalo de la contratación, por el Intendente de Paysandú: Nicolás Olivera y a través de la vidriosa Fundación A Ganar, de Sergio “el zorro” Escobar. Un militante del Partido Nacional procesado -en el 2012- por explotación sexual de menores, entre otros delitos.
Hablar con Karina también nos trae a la memoria momentos históricos, donde las trabajadoras del “oficio más antiguo del mundo” dieron señales de dignidad, eso que la hipócrita moralina burguesa les niega a su condición humana.
Fueron las pupilas del quilombo, en la Patagonia rebelde, que se negaron a recibir como clientes a los soldados que acribillaron a los obreros en huelga, y fue en el quilombo de “María Carnaval” que se empezó a gestar la idea de crear un sindicato para los trabajadores de la caña de azúcar en Artigas.
Fue contra la brutal persecución y represión policial de trabajadoras sexuales en los ochenta, que un cura apodado “Perico” (Luis Pérez Aguirre) empezó a recorrer las calles de noches y socorrer a las mujeres ultrajadas, en nombre de la Ley.
Circunstancias que llevaron a Karina, de 49 años, cuarta generación de trabajadoras sexuales, y cansada de que “me cagaran a palos y pasara en los calabozos”…decidiera organizarse junto a sus compañeras, allá por el 2007.
Ricardo Pose– Unos cuantos años de activismo
Karina Núñez- Y que me percibo como defensora de los derechos humanos desde el 2007 hasta ahora; cansada de baboseadas, de calaboceadas, soportar que te hicieran de todo un poco por parte de los milicos, que te excluyeran de los lugares por ser hija de trabajadora sexual, o que a tus hijos los maltrataran por saber que eran hijos tuyos, fue lo que me llevó a pensar en organizarnos.
RP– Un trabajo difícil de organización
KN- Y, no es muy sencillo, porque las compañeras estamos en una profesión donde puede más la desidia que el elefante celeste parado enfrente tuyo; venimos de años acumulados de no ser nadie y es complicado para las compañeras poner un parate.
RP– ¿Dejando de lado las trabajadoras dependientes, vos reivindicas el trabajo sexual como trabajadora independiente?
KN– No, yo lo que reivindico es el derecho de toda mujer a vivir una vida libre, cosa que no está pasando con las trabajadoras sexuales; por eso llevamos adelante la campaña de modificación de la ley de regulación del trabajo sexual, es necesario que dejemos de estar en las fauces de las redes de proxenetas como estamos desde 1859 y como el Estado uruguayo recibe plata por eso ni se inmuta. Somos las únicas trabajadoras a las que nuestro empleador nos puede obligar a tomar alcohol, a tener que darle plata aunque no trabajamos, a permitir que la policía nos exponga públicamente en lo que hacemos y le tengamos que informar si nos llegamos a cambiar de lugar. Y para la policía, aunque no hayamos cometido ningún delito, somos delincuentes.
RP– ¿De la ley de regulación del trabajo sexual, qué aspectos hay que modificar?
KN- Yo la prendería fuego entera, pero hay que dejar una base porque si no las compañeras que están aportando al BPS perderían la calidad de aportante y tendrían que arrancar de cero.
La ley es un retoque de la ley de 1859, es una ley sanitarista y punitivista. Ellos (los empresarios) tienen que pagarle al Estado para tener abiertos los lugares, pagan las habilitaciones, pero nadie toma en cuenta ni defiende las denuncias de las compañeras.
RP– El libro que presentan intenta sensibilizar la realidad de los hijos de trabajadoras sexuales.
KN- Es para dar un pantallazo de cómo viven esa realidad, luego que tuvimos una reunión con el Comité para prevención de la tortura, hicimos hincapié que el estigma que reciben los hijos de las trabajadoras sexuales impide el normal desarrollo de las niñeces y fue tomado como un aporte para el documento marco que se presentó en la cumbre de la OEA.
Otra cosa es que lo que nosotros decimos tiene que ser avalado por la cátedra, porque nuestra palabra por sí sola no es válida.
RP– Lo que encontramos en el libro son vivencias tuyas y de distintas compañeras.
KN- El libro debería haber salido el año pasado pero no se pudo por el tema de la pandemia, justo salió el libro anterior: “El manual de la buena puta”. Se postergó, pero sirvió para que la factura de la imprenta de éste libro lo pueda estar pagando con la venta del manual.
El libro lo editó un equipo de gente liderado por Lucía Piera, la tapa la hizo Paola Dago, el equipo completo lo lideró Lorena Campos, el fotógrafo Agustín Lamac que es el que va a hacer las gigantografías que van a acompañar la muestra y Soledad Acuña el tema prensa.
Fue todo auto gestionado y en su momento me dijeron ¿¡cómo iba a poner ese título!?, pero quién mejor que yo sabe con qué sueñan los hijos de puta. Yo sé lo que pasaron mis hijos y lo que pasé yo cuando se enteraban que mi madre era trabajadora sexual y me decían hija de puta, y yo me agarraba a las trompadas porque mi madre era una trabajadora no una puta.
RP– ¿Y quién es una puta?
KN- Puta es la que tiene sexo sin cobrar, pero ahora en éste contexto con todo lo que aprendí yo considero que puta puede ser toda la que quiera y se sienta dueña de su cuerpo, pero no precisamente por cobrar, sino porque su cuerpo es suyo y no que por antonomasia el cuerpo de la mujer le pertenece a los varones.
Foto: Iriana da Silva y Sol Infante