Finalizaba 2019 y Uruguay se preparaba para dos cambios que estarían presentes en cada debate público, en cada comida familiar, en cada juntada de amigues, en cada explicación de los acontecimientos, hasta el día de hoy: luego de 15 años de gobierno progresista, la derecha volvía a gobernar al país, con sangre Herrera a la cabeza; y desde China llegaban noticias sobre un virus altamente contagioso.
Las bromas sobre lo que podría llegar a suceder, en cualquiera de los dos casos, fueron disminuyendo conforme se acercaba el mes de marzo del año 2020. La promesa de los mejores 5 años de nuestras vidas, no llegaría a durar ni 2 semanas, es decir el 0,7% de lo prometido, porque a 12 días del inicio del nuevo gobierno se declaraba la emergencia sanitaria.
Y con la emergencia sanitaria, el confinamiento. Y con el confinamiento, el hambre. Y con el hambre, las iniciativas populares para palearla. ¿Por qué? Porque el miedo era real, y era real porque quien aterrizó el COVID en nuestro país fue una persona de familia pudiente. Porque la tensión entre “amar al prójimo” y “bajar el costo del Estado”, con una pizca de “hacé la tuya”, se terminó resolviendo con un “laissez faire laissez passer”. Y porque solo el pueblo salva al pueblo.
Hoy, a dos años y medio del cambio de signo político al frente de nuestros destinos y a 3 meses del cese oficial de la emergencia sanitaria, la emergencia social sigue firme. No tanto las ollas, los merenderos o los repartos de canastas, iniciativas que se han ido reduciendo y por una sencilla razón, quienes podían sostener solidariamente los aportes cotidianos comienzan a sentir los efectos concretos de la pérdida en el poder de compra.
Pero no hablemos más de las posibles explicaciones, no vaya a ser que en el entrevero también terminemos culpando al gobierno anterior, como parece ser tendencia, y vayamos a la entrevista que Mate Amargo le realizó a quien se encuentra al frente del Merendero Dobrich en el Asentamiento Aquiles Lanza de Malvín Norte.
Se trata de Claudia, oriunda de Melo, Departamento de Cerro Largo. Tiene 50 años, 5 hijos, vive en Montevideo desde los 18 y en Malvín Norte desde los 23.
Mate Amargo– ¿Siempre viviste en Aquiles Lanza?
Claudia Charquero– No, desde el 92’ hasta el 2014 viví en el Asentamiento Candelaria
MA– ¿Allí también te involucraste en iniciativas sociales?
CC– Si, ayudé a conformar un Merendero en la Iglesia Metodista, en Avenida Italia vieja, allá por 1994. También ayudé a conformar una cooperativa de trabajo para limpieza y mantenimiento del arroyo y áreas verdes, alrededor del 2005, 2006.
MA– ¿Y desde que estás en Dobrich?
CC– Anduve a las vueltas con una plaza para la zona, pero no mucho más que eso. Hasta que en 2020 arrancamos con reparto de canastas y eso llevó a que me empezara a vincular con la huerta en la Facultad de Ciencias, con el SOCAT y el Centro Cultural de Malvín Norte. Y en el 2021, cuando en una semana de turismo los gurises se quedaron sin merienda en la Escuela, arrancamos el Merendero. Hasta me postulé para el Concejo Vecinal
MA– ¿Y cómo has podido sostener el reparto de canastas y el merendero todo este tiempo?
CC– Con vecinos de otros lugares del barrio y del Municipio, con los que definimos que lo mejor era ir hacia el reparto de canastas porque la logística de la olla era compleja y necesitaba de muchos voluntarios. Esos vecinos se movieron para conseguir donaciones que llegaban de vecinos organizados en Pocitos, de los gurises de la Murga “Metéle que son Pasteles”, de Comités de Base frenteamplistas al sur de Avenida Italia, de vecinos en Cooperativas de Viviendas cercanas y también de Zona 3, del Mercado Popular de Subsistencia, de productores en Canelones…hasta de la chacra del Pepe.
MA– ¿Y del gobierno nacional, la intendencia o el Municipio?
CC– En todo este tiempo, recién la semana pasada recibí una recarga de garrafa. Pero porque en el desfile de autoridades tuve que decir que todo bien con que me mencionen y me citen, pero que me hicieran llegar algo porque hasta ahora no figuraba en el reparto.
MA– ¿Y qué tal el barrio? ¿Acompaña?
CC– Acompaña si, hay un par de iniciativas más por acá cerca. Yo siento satisfacción por poder poner un granito de arena, pero es necesario moverse un poco más. Si fuéramos un barrio más organizado se podrían pelear mejor las cosas, ahora estamos intentando armar alguna Comisión Barrial o algo por el estilo, porque si bien en el Centro Cultural hay espacio para la organización, hay vecinos que jamás se van a acercar si no los vas a buscar.
MA– ¿Y cómo se llega a esos vecinos?
CC– Para mi hay que ir directamente a las madres, que son las jefas de familia, que son en realidad las que se involucran. También pasa por estar atentos, no solo para ayudar sino también para escuchar, en la charla la gente ve que las cosas pueden ir saliendo y sienten que hay gente preocupándose por ellos. Ahí vas viendo a quienes podés empezar a invitar a una jornada del día del niño, por ejemplo, para que vean que también pueden ayudar.
MA– Claudia, gracias por compartirnos estas reflexiones y nos gustaría en un tiempo volver a conversar.
CC– Con mucho gusto.