Mano a mano con la solidaridad: entrevista a Sandra Zeballos de colectiva Las Caprenses

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Hablar de solidaridad en tiempos de herrerismo no es solo una cuestión de suerte, ni de COVID. Aunque es sano también reconocer que la reducción de la movilidad impuesta por el gobierno, medida que sanitariamente acompañamos pero que -nos cansamos de decir- tendría que haber sido acompañada de apoyos económicos fuertes (sobre todo a quienes más sufrirían la pérdida de ingresos), tuvo que ver con una respuesta al aumento de los contagios y a la firme posibilidad de un colapso en el sistema de salud si continuaba la tendencia.

Las organizaciones populares en mayor medida, con apoyos que se fueron sumando en la marcha, enseguida ayudaron a montar ollas populares en aquellos lugares que fueran necesarios. Una realidad que al principio fue discutida, luego una especie de moda, para terminar siendo una realidad aceptada y -a partir de eso- invisibilizada. Ya no rinde tanto sacarse una foto preparando donaciones, hoy el tema de las ollas oscila entre una tendencia a la institucionalización de las mismas por parte del Estado y una desesperanza de quienes todavía las siguen sosteniendo, cada vez con menos aportes. Pero el fondo de la cuestión ni se discute, recientemente la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) informó que en el primer año de la pandemia en Uruguay, 800.000 personas padecieron inseguridad alimentaria y 200.000, insuficiencia alimentaria grave (es decir, no comieron todos los días).

Pero si hablamos de invisibilidades, también tenemos que hablar de otro tipo de respuestas solidarias que nacieron con la pandemia, pero sobre todo con las ausencias del Estado durante la pandemia. Respuestas que se fueron articulando, fortaleciendo y manteniendo en los barrios.

Un ejemplo de ello es la actividad de la colectiva “Las Caprenses”, una organización social de mujeres en el barrio Capra del Municipio F de Montevideo, que para setiembre va a estar cumpliendo 2 años de intensa y variada actividad.

A continuación les dejamos la entrevista que Mate Amargo le realizó a una de sus integrantes, Sandra Zeballos.

Mate Amargo– ¿Cómo nace? y ¿por qué “la colectiva?

Sandra Zeballos– Son preguntas que tienen una misma respuesta. Nacemos de nuestras propias luchas en otros ámbitos, con la necesidad de aportar de manera organizada, pero también con la necesidad de romper ciertos patrones. Podemos decir que las diferencias que tuvimos -que aún hoy seguimos teniendo- con el PIT CNT por las movilizaciones del 8M, nos terminaron por dar el empujoncito. Y “la colectiva” es nuestra forma de dar la batalla por la deconstrucción total: la de las mochilas de género que cargamos, por el cambio de este sistema racista, individualista y consumista.

MA– ¿La disconformidad con las organizaciones históricas es una enfermedad o es un foco?

SZ– Es un foco, es restaurar un trabajo social sin miramientos político partidarios y más cerca de la vecina, que no se atornille en lugares que deben ser dinámicos. Aunque también puede ser una ruptura, no con la connotación negativa del término, si queremos una clase obrera unida los hombres tienen que estar dispuestos a perder privilegios. Porque así como estamos, somos funcionales al sistema, así como estamos el mensaje que se abona es que el feminismo termina dividiendo cuando en realidad lo que hace es ampliar el campo de lucha, atravesarlo. Los manuales sobre cómo organizarnos no existen, en tanto no contemplen todas las dimensiones, son como egos organizativos que nos trancan. Pero vuelvo a la idea del foco, nosotras damos la batalla por un cambio de sistema, abonamos el terreno con pequeños cambios que vayan generando las condiciones para un cambio de raíz.

MA– ¿Cómo aterrizaron la lucha en el barrio?

SZ– Bien, entonces sigo contestándote la pregunta del cómo nacemos, porque también tiene que ver con la respuesta. Para poder abordar todas las temáticas que en ese momento queríamos, nos presentamos a distintos fondos, por ejemplo “Mujeres del Sur” y “Fortalecidas”. Con los recursos que obtuvimos nos planteamos 1 año de talleres con distintas temáticas: trata de personas; vínculo libre de violencia en adolescencia; gordofobia; adicciones; etc. Nos generamos las condiciones para dar esta batalla cultural, política e ideológica, creando talleres itinerantes y así acercarnos a la comunidad. Con el paso del tiempo vamos incorporando nuevas temáticas, como por ejemplo talleres de maquillaje artístico u otros oficios. Y también vamos incorporando otros proyectos

MA– ¿Por ejemplo?

SZ– Por ejemplo una huerta. Por ejemplo un espacio cultural, tejiendo redes con talleristas, artistas plásticos, desde donde surgió la idea de realizar murales en Capra, Barrio Nuevo, Nuevos Rumbos (barrios que están pegaditos). Con una frase que materializara la unión que se buscaba: “somos agua cuando la realidad es piedra”, la misma frase en todos los barrios. Y también levantamos una biblioteca popular y un proyecto de heladeras comunitarias.

MA– ¿Heladeras comunitarias?

SZ– Si, heladeras que fuimos ubicando en distintos puntos (a medida que fueron siendo donadas e intervenidas para dar cuenta de que no iban a cumplir su clásico rol), para generar un intercambio de solidaridad entre personas: ropa, juguetes, libros, alimentos.

MA– ¿Llevan algún tipo de control?

SZ– Justamente es lo que no queremos, buscamos que las vecinas lo vean como propio, y lo cuiden. Han aparecido vandalizadas, nos han llegado rumores de que algunas donaciones después son vendidas…pero lo más importante es ver a niñas y niños, acompañados por adultos, donando y compartiendo. Es una semillita.

MA– ¿Qué síntesis han ido sacando?

SZ– La principal es que hemos ido creciendo, hoy somos 5 compañeras las que estamos en el día a día pero contamos con ayudas puntuales de madres del barrio que acompañan nuestro trabajo. Además, en mi caso, pertenezco también a la Organización de Mujeres de la Coordinadora Nacional de Asentamientos, que ahí ya somos como 50 mujeres de 48 asentamientos de todo el país y -entre otras actividades- damos clases de apoyo en el asentamiento de Felipe Cardozo.

MA– Un asentamiento viejísimo.

SZ– 60 años tiene, ha visto desfilar todo tipo de gobierno. Pero sin dudas que su situación actual es la peor, en años. Como en la totalidad de los lugares en los que colaboramos. Crece el PBI, crece la economía, lo anuncian por todos lados…pero en los barrios lo único que crece es la pobreza, el Estado se ha retirado. Las organizaciones sociales estamos bancando lo que tendría que hacer el Estado. Ya volviendo a las síntesis, puedo decirte que si bien los asentamientos no han crecido en cantidad, si han crecido en población. Hay más gente viviendo en asentamientos, por lo tanto a la pobreza hay que sumarle el hacinamiento, y con ello los problemas de violencia, de violencia de género. Pedimos mesas interinstitucionales entre Ministerios y vecinas, con presupuestos reales destinados a las mismas, porque generar las mesas y no dotarlas de recursos es incentivar el descreimiento, es atentar contra la iniciativa de la vecina.

MA– ¿Cómo se sigue ante semejante panorama?

SZ– Entendemos que en esto de la deconstrucción, también hay que deconstruir la idea de que podemos con todo. No, no podemos con todo, hacemos lo que podemos. Pero somos muchas y vamos creciendo, haciendo crecer el ruido también, y haciendo crecer la idea de que nadie tiene que venir a decirnos cómo tenemos que organizarnos o ¿para qué organizarnos?. Porque si bien nosotras participamos muy activamente en la intersectorial del Municipio F por el SI al Referéndum contra los 135 artículos de la Ley de Urgente Consideración, estuvimos en contra del 8M rosado. Y como nosotras, muchas, y ¿cuál fue el resultado?, un 8M abrumadoramente violeta.

MA– ¿Algo que te haya quedado en el tintero?

SZ– Si. Que por si no quedó claro, nosotras, la colectiva “las caprenses”, somos mujeres políticas-sociales. Durante la campaña hacia las últimas elecciones nacionales, Cabildo Abierto se metió en el barrio buscando hacerse de la Comisión Vecinal con personería jurídica que actúa en el espacio cultural y en el Jardín “La Tortuguita” (jardín que hace 50 años que está en el barrio y atiende a más de 60 gurisas y gurises), por suerte pudimos reaccionar a tiempo y tejer redes para que ello no sucediera, logrando que tres de nuestras compañeras salieran electas y que el resto de la Comisión esté conformada por gente del barrio y no por los punteros políticos de Manini. En esto de que “hacemos lo que podemos”, que no es una justificación para no hacer más sino para ser conscientes de lo que podemos, sin lastimarnos ni culparnos. Tenemos que dejar de mirar la agenda de quien nos quita derechos, los que están al servicio de los que lucran con las desigualdades, y trabajar sobre lo que nos queda por mejorar. Repito, sin sangrar, cuidándonos, conscientes de nuestros límites y nuestras posibilidades.

MA– Sandra, gracias por tu tiempo y tus reflexiones, con nosotros ahora y en el barrio todos los días. Quedamos a la orden para seguirla.

SZ– Gracias a ustedes por el espacio, sabiendo lo importante que es dar la batalla -también- desde un medio de comunicación.

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