Por EconomiaPolitica.uy
La semana pasada mostramos el desempeño del empleo y el salario real, donde vimos que ninguna de las dos variables recupera los valores previos a la pandemia. Al mismo tiempo manifestamos que la reactivación económica post crisis es una realidad y el PIB muestra variaciones positivas, y volvemos a encontrar que esto no se ve reflejado como aspecto positivo para la clase trabajadora.
Los salarios no sólo son de interés para la clase trabajadora, sino que también lo son para los dueños del capital, pero en sentido inverso al menos en el corto plazo, ya que afecta su rentabilidad y la acumulación del capital. Por un lado, la economía neoclásica sostiene que a largo plazo el desempeño económico y la productividad determinan la evolución de los salarios, y por tanto los incrementos en la productividad laboral deberían verse reflejados en una mejora de los salarios. Pero la realidad no verifica esa teoría.
Los datos que mostramos a partir del gráfico 1 indican la evolución de la productividad y el salario real, entendiendo la productividad laboral como la relación entre el valor de la producción total por unidad de trabajo. Es decir, vincula el nivel de producto, en este caso el PIB, con la cantidad de horas de trabajo o como se utiliza en este caso, con la cantidad de personas ocupadas.
Gráfico 1
Tomando los datos anualizados al primer trimestre de cada año, encontramos en primer lugar, que entre 2007 y mediados del 2017 el salario real evolucionó por encima de la productividad. De todos modos, la variación del Índice de Salario Real (ISR) en ese período en promedio, fue del 3,6% y el de la productividad sensiblemente mayor, en un 3,8%.
En segundo lugar, a mediados del 2019 tanto la evolución del ISR como de la productividad parecen estancarse, hasta caer entre el 2020 y 2021. Y, por otro lado, al primer trimestre del 2022 tomando el dato anualizado, volvemos a ver la caída del salario real, esta vez acompañado por una mejora en la productividad.
Es decir, este comportamiento de las variables no condice con el postulado neoclásico de que una mejora en la productividad se vería reflejado en una mejora de salarios reales. Tampoco fue así en todo el período, ya que si bien tuvimos mejores salarios reales que acompañaron la evolución positiva de la productividad, esto no se dio por sí sólo, sino que desde 2005 el rol que jugó el estado articulando políticas laborales y garantizando los procesos de negociación colectiva permitieron que la economía crezca, y también lo hiciera la productividad y los salarios.
Esta medida de productividad y salario real da una idea de cómo se distribuyen las ganancias. Mientras en los gobiernos del frente amplio los ingresos de las y los trabajadores aumentaban en términos reales a la par que lo hacía la productividad, desde mediados del 2020 y particularmente desde el 2021, la productividad recupera su senda de crecimiento y los salarios reales no hacen otra cosa que caer.
En resumen, hoy aumenta la productividad, esto quiere decir que producimos más con menos recursos (cantidad de trabajadores ocupados) y también a menores costos porque se pagan menores salarios, pues en definitiva lo que está creciendo son las ganancias de las empresas.