Por Colectivo MateAmargo
El segundo sempiterno de Borges congelo la noche Latinoamericana. El mismo que el escritor descubrió como el existente entre el disparo y el fusilado, el que se sucedió cuando la bala del odio no llego a destrozar la frente de la vicepresidenta argentina Cristina Kirchner.
La crónica del odio, aunque anunciada parafraseando a García Márquez, sorprendió a todas y todos. Está vez la víctima del intento de asesinato fue la lideresa argentina ¿Mañana quién será? Acá en Uruguay, el odio ya cobro la vida de Plef en el 2019.
Contra el progresismo argentino y la esperanza de un pueblo se levantó una vez más todo un proceso de judicialización de la política, sobre dimensionado con la guerra mediática que sin cuartel ni trinchera atacó a su lideresa.
Y no bastó con la bala trunca: siguió y sigue. Si esto no es fascismo ¿el fascismo dónde está?
Estos procesos aparecen como el último grito de la moda derechista. En América Latina quizás el caso más brutal fue aquel que encarceló sin pruebas fehacientes a Lula, o los que se imponen extraterritorialmente como el sufrido por el diplomático venezolano Alexander Saab torturado, secuestrado y hoy prisionero de un tribunal de la florida. En Uruguay no solo los hemos vivido antes, si no que los estamos viviendo ahora.
El odio genera violencia y la violencia se retroalimenta así misma. Callarse hoy por hoy implica violenta complicidad.