Introducción: MateAmargo
Compartimos con nuestros lectores un peculiar homenaje al Che y a las y los caídos por una América Latina libre, justa y soberana. Fue en Cuba, el mismo 8 de octubre. Artistas y otros intelectuales revolucionarios del pueblo llegaban allí dónde el huracán tuvo su centro, en un poblado de Pinar del Río (Puerto Esperanza). Adán Iglesias, el dibujante cubano que también publica en Mate Amargo, estuvo allí. Así lo cuenta uno de sus participantes, es realmente un canto a la vida.
PUERTO ESPERANZA
Por Enrique Ubieta Gómez
¿Pueden dos omnibus de artistas, escritores y científicos, devolver la esperanza a un pueblo ubicado a dos horas por malos caminos de la autopista, sin electricidad desde que el ciclón Ian abandonó la isla, de cara al mar y llamado, precisamente, Puerto Esperanza?
Llegamos al mediodía del día en que cayera, hace 55 años, el Comandante Ernesto Che Guevara. Nos recibió, en la sede del Proyecto Socio-Cultural Comunitario “La Camorra”, nombre irónico, una banda de niños expectantes, ansiosos porque los viéramos actuar, más que por vernos a nosotros. Después de un breve y más que simbólico trabajo voluntario —los pobladores no habían esperado por nosotros, por nadie, y apilaron los sargazos del mar revuelto en la costa, y solo nos cupo, con la ayuda de ellos, depositarlos en un carretón— se inició la fiesta: allí, donde al parecer no pasa nada, los niños aprenden a bailar, a cantar, a actuar. La fiesta era verlos reír, disfrutar de su propio espectáculo, seguir las indicaciones de los payasos, o cantar a coro, “actores” y público, cada canción. La fiesta era verlos en la cola para que Adán, el caricaturista de Juventud Rebelde, les hiciera un retrato, y enseñarse mutuamente, sonrientes, la obra terminada que siempre conservarían. Después cantaron los trovadores de la Ciudad que venían en los omnibus (Raúl Torres, Heydi Igualada, Juan Carlos Pérez, Ariel Díaz, Silvio Alejandro, Rey Montalvo, Fidel Díaz), se leyeron poemas (también habían llegado escritores como Víctor Fowler y Eduardo del Llano) y hasta yo leí un fragmento de mi Diario de Turín. Los niños del apartado pueblo de pescadores, se sabían las letras de canciones como “Hasta Siempre Comandante” de Carlos Puebla o la ya icónica despedida a Fidel de Raúl Torres. Al final, dejamos en un almacén del pueblo dos camiones de donaciones, recopiladas por el Proyecto “A Cuba hay que quererla”, que impulsan el diplomático Amado Riol y el propio trovador Raúl Torres.
Cuando nos marchábamos, empezaba a caer la tarde. Es decir, la oscuridad de la noche, el calor cubano sin atenuantes. Alguien me dijo que era el momento de la depresión. No sé si les trajimos de vuelta la esperanza. Pero puedo afirmar que este pueblo nos la devolvió con creces, haciéndole justicia a su nombre.