Por EconomiaPolitica.uy
Ec. Claudio Fernández
Dibujo: Adán Iglesias Toledo
La semana pasada el Instituto Nacional de Estadística publicó el último dato que muestra la evolución de los precios medida a través del índice de precios al consumo (IPC). En el mes de setiembre un nuevo valor del IPC de 9,95% acumulado en los últimos doce meses corrobora el aumento sostenido que se viene desarrollando desde junio del 2021 (más allá de que meses con caídas menores), presentando prácticamente idéntico valor que en el mes de agosto.
Ese aumento sostenido de los precios se está dando en unos rubros más que en otros. Entre ellos se destaca que el precio de los alimentos y bebidas no alcohólicas que son los que están aumentando a un ritmo superior al resto de los componentes de la canasta. En los últimos doce meses ese rubro presentó un aumento del 13,3%. En lo que va de este año acumula un incremento del 11,9%. Dentro de este rubro, se destaca el aumento anual del precio de la harina de trigo en un 25%, de la carne fresca vacuna en un 11,5%, las legumbres y hortalizas frescas en un 26,6% (resaltando el aumento del tomate en un 112,2%, la cebolla 185% y el zapallo 108,5%) y aceites y grasas en un 11,8%.
Las frutas frescas que tuvieron un descenso de precios desde abril a junio, volvieron a retomar el aumento, teniendo en los últimos doce meses una suba del 9,4%. Las que tuvieron un descenso de precio en ese período, fueron la naranja -5,1% y la manzana -7,4%.
El aumento del precio de los alimentos es por demás relevante para aquellos hogares que están en situación de pobreza, o peor aún, en la indigencia. Cuando los ingresos se destinan principalmente a alimentos, el aumento sostenido de los precios va empeorando la situación de esos hogares, lo que queda reflejado en los últimos datos publicados sobre el aumento de la pobreza y la indigencia. Hogares con ingresos apenas por encima de las líneas de pobreza o indigencia determinadas por el INE, van empobreciéndose día a día con el aumento del precio de los alimentos.
Otro rubro del IPC que claramente se destaca por sobre el resto, es el aumento del gas por red en un 42,7% en los últimos doce meses y el supergas un 12,8%. En relación a los combustibles, el gasoil aumentó 30,1% en los últimos 12 meses y la nafta un 10,6%; resultado de la aplicación del mecanismo de ajuste establecido en la LUC.
En el gráfico se puede observar cómo las legumbres y hortalizas, la carne, la nafta y el gasoil fueron acumulando aumentos superiores al promedio de precios calculado por el IPC en los últimos 12 meses. Por su parte, los alimentos y bebidas no alcohólicas tuvieron aumentos muy similares al nivel general de precios, desacoplándose del mismo desde el inicio de este año.
En relación a las causas de la inflación como fenómeno económico, claramente con salarios y jubilaciones aumentando por debajo de la inflación, es decir, perdiendo poder de compra, esta inflación persistente no halla sus fundamentos en un aumento de la demanda que presione los precios al alza. Lo que si puede estar sucediendo es un efecto en los costos de producción, generado por el aumentó de tarifas y combustibles muy por encima de la inflación que impactan directamente en los costos. Claramente los salarios y jubilaciones perdiendo continuamente poder de compra no están impactando ni en la demanda ni en el los costos de producción.
Otra de las razones de los aumentos de precios es la inflación importada, donde empresas que producen tanto para el mercado interno como para exportar, tienen en esos precios de exportación la referencia para fijar precios en el mercado interno. A su vez, dentro de las distintas cadenas de valor, existen sectores con poder de fijación de precios que pueden apropiarse de márgenes de ganancias extraordinarias en esta coyuntura de aumento de precios sostenida.
Si las causas del aceleramiento de la inflación no se visualizan en un aumento de la demanda, no se explica que la medida que sucesivamente está aplicando el gobierno para intentar controlar la situación sea el aumento de la tasa de interés de referencia por parte del Banco Central. Ese tipo de medidas lo que tiende a generar es el encarecimiento del crédito tanto hacia los hogares como para inversión, lo que conllevaría a una caída de la demanda agregada. Al presentarse como una política contractiva (al igual que la política fiscal), repercute en los niveles de empleo. No se encuentran fundamentos para continuar una política monetaria contractiva de ese tipo, sin embargo, constantemente se ratifica esta medida.
Desde el gobierno no se ha avanzado en propuestas que presenten realmente descuentos impositivos en conjuntos de bienes seleccionados en función del consumo de la población, al menos de la población que se encuentra más vulnerada frente a este tipo de fenómenos económicos. La respuesta sigue siendo inadecuada en el caso de la política monetaria y tardía e insuficiente en este caso de las reducciones impositivas que se aprobaron en el segundo trimestre del año, que a su vez tampoco incorporaron mecanismos de traslado a precios medianamente eficaces.