Por Maribel Acosta Damas
Los días 2 y 3 de noviembre, Cuba presentará por trigésima vez ante la Asamblea General de Naciones Unidas su informe contra el bloqueo, medida unilateral de Estados Unidos que tiene más de 60 años.
El canciller de la isla Bruno Rodríguez Parrilla denunció que los daños acumulados durante seis décadas de aplicación de esa política ascienden a 154 mil 217.3 millones de dólares.
Y al valor del oro en el mercado internacional, el bloqueo ha provocado perjuicios cuantificables por más de un billón de dólares (1 391 111 000 000).
En los últimos años, el bloqueo a Cuba ha significado mayores sacrificios para su pueblo en el enfrentamiento a la Covid 19, y la crisis alimentaria y energética que vive la isla.
De nuevo la comunidad de naciones tendrá ante sí pruebas inexcusables del acoso a una isla pequeña por el país más poderoso del mundo. Cuba, ese extraño caso de país patrocinador del terrorismo que crea vacunas y envía médicos a curar a los pobres del mundo.
Conversamos con Juana Carrasco, reconocida periodista cubana, analista internacional, quien ha venido siguiendo esta temática a lo largo de muchos años.
Maribel Acosta Damas- ¿Cuál es la particularidad de este momento en que se plantea el informe de Cuba sobre las afectaciones y daños que provoca el bloqueo de Estados Unidos?
Juana Carrasco- Cuba ha presentado un informe actualizado de las afectaciones y daños que el bloqueo de Estados Unidos provoca en el pueblo cubano, en su vida personal, en el desarrollo económico y social del país.
Se equivoca quien crea que es más de lo mismo —que repetimos una denuncia de más de 60 años, y por trigésima ocasión un reclamo de solidaridad para la Isla y a la vez condena de la política estadounidense por parte de la comunidad internacional al llevarlo a la Asamblea General de la ONU.
Hoy, es un llamado mayor y perentorio a hacer valer la justicia y el humanismo. Porque es necesario ponerlo en contexto tiempo y situación internacional. En primer lugar, el mundo despertó al año 2020 con una pandemia terrible, un nuevo y totalmente desconocido coronavirus que se llevó a millones y enfermó a muchos más. Ante la COVID-19 prácticamente se paralizo el mundo y los países pequeños sufrieron de inmediato las consecuencias. Cuba vio cerrarse uno de sus principales rubros económicos, el turismo, y la consiguiente contracción de los ingresos en divisas.
En ese complejo entorno económico mundial, donde se afectó la logística productiva en todos los sectores, se cerró el transporte marítimo y aéreo y posteriormente subieron los precios tanto de productos como de los fletes, se hizo mucho más difícil la importación de alimentos y de combustible, de materiales para la producción de medicinas, implementos, equipos e insumos para el área de la salud, por citar solo estos tres acápites, con un sobregasto reconocido por las autoridades cubanas de al menos 50 por ciento, lo que ha llevado a un desabastecimiento generalizado y una merma notable de la capacidad agroindustrial cubana.
A ello se suma la profundización de la crisis global con el escenario bélico en Ucrania que enfrenta a Estados Unidos y la OTAN contra Rusia, que ha llevado a una crisis inflacionaria mundial y aboca al planeta a una ya anunciada recesión.
Por demás, en este octubre un poderoso huracán, el Ian, a solo una parte principal del Occidente cubano provocando danos que costara tiempo y recursos superarlos y afecto en grado sumo otro de los principales renglones productivos y de exportación de Cuba, el tabaco.
En este panorama que describo a grandes rasgos, la crisis económica en el caso cubano se vio agravada por el endurecimiento de las medidas de bloqueo de Estados Unidos durante la administración de Donald Trump, quien agregó 243 medidas punitivas de especial crueldad para intentar lo que ha sido propósito desde el gobierno de Dwight Eisenhower, empujar un levantamiento del pueblo cubano para derrocar la Revolución, lo que no ha podido conseguir, ni podrá.
Recordemos el memorando de abril de 1960, del vicesecretario de Estado Lester D. Mallory, que ha sido base de una política de más de 60 años y es propósito del golpe de implosión que pretenden:
«La mayoría de los cubanos apoyan a Castro… el único modo previsible de restarle apoyo interno es mediante el desencanto y la insatisfacción que surjan del malestar económico y las dificultades materiales… hay que emplear rápidamente todos los medios posibles para debilitar la vida económica de Cuba… una línea de acción que, siendo lo más habilidosa y discreta posible, logre los mayores avances en la privación a Cuba de dinero y suministros, para reducirle sus recursos financieros y los salarios reales, provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del Gobierno».
Para explicar el por qué utilizamos el término «especial o extrema crueldad», expongo una sola de esas medidas del trumpismo contra Cuba, absurda y bestial: bajo el pretexto de misteriosos incidentes de salud en el personal diplomático y otros trabajadores de la embajada de EE. UU. en La Habana, que Washington y la prensa que le hizo eco describieron como «ataques sónicos» sin pruebas de ningún tipo —que luego se reportaron en otras embajadas estadounidenses del mundo, e incluso en la propio Departamento de Estado y en la Casa Blanca—, la legación diplomática redujo su personal al mínimo en septiembre de 2017, y cerro el consulado, obligando a que los cubanos que deseaban viajar de manera temporal en visitas familiares o en actividades oficiales, culturales, deportivas o educacionales, o aquellos que deseaban emigrar permanentemente hasta por los acuerdos de reunificación familiar, tuvieran que viajar a un tercer país, como Colombia o Guyana para solicitar esa visa, sin ni siquiera tener la certeza de que le fuera concedida.
Con ello, Trump violó también los acuerdos migratorios bilaterales de 1994-1995, mediante el cual se concederían al menos 20 mil visados anuales y certificaban el compromiso mutuo de garantizar una migración regular, segura y ordenada.
Por supuesto, esa decisión del Departamento de Estado incitó y estimuló las salidas ilegales del país, e incluso que los cubanos que viajaban legalmente a otros países de la región se enrolaran en las caravanas que partían desde naciones centroamericanas hacia la frontera mexicana con Estados Unidos o imitaran esas vías de ingreso, lo que ha propiciado delitos de tráfico ilícito de migrantes, fraudes migratorios y trata de personas, y provocado además pérdidas de vidas humanas, lo que se agravó con el empeoramiento de la situación económica en Cuba.
Apenas a finales de septiembre de este 2022, Biden ha decidido reabrir los servicios de consulado en La Habana y todavía de manera selectiva, un pasito hacia adelante, aunque sea todavía corto y limitado, que, por cierto, va acompañado de una disposición entusiasta de la embajada a inmiscuirse en los asuntos internos de Cuba, estimulando actos de calle contra la Revolución que usan como sombrilla el malestar cierto de sectores de la ciudadanía a causa de los apagones y carencias, tal y como han hecho en otros países donde han logrado resultados.
Washington se ha empleado a fondo en la guerra híbrida o de cuarta generación para soliviantar a una población afectada seriamente por los problemas económicos y con ello implosionar a la Revolución. La apuesta es fuerte, pero el pueblo que está sentado en el otro lado de la mesa tiene también la fortaleza de la unidad, de una historia de resistencia y de lucha que se remonta a 1868, cuando dio inicio esta Revolución permanentes. Sin embargo, no es momento de confiar, ni de aflojar el brazo en el pulseo.
Las 243 medidas de Trump lograron incrementar el sufrimiento de las familias cubanas, y la administración de Joseph Biden apenas ha movido un dedo para darle marcha atrás a esas acciones agresivas que, con la precisión de un francotirador apuntaron a sectores claves de exportaciones y servicios de la Mayor de las Antillas para cercenar todas sus fuentes de ingresos financieros y obstaculizar las posibilidades de inversiones extranjeras que contribuyan al desarrollo económico sostenible.
Le pusieron la tapa al pomo, para decirlo en buen cubano, cuando el 12 de enero de 2021 el secretario de Estado, Mike Pompeo, para complacer a la extrema derecha de origen cubano que tiene nido de serpiente en Miami (donde Trump es ahora vecino en su residencia de Mar-a-Lago), anunció que incluían a Cuba en la Lista de Estados Patrocinadores del Terrorismo, apenas ocho días antes de que Biden asumiera como presidente de Estados Unidos.
Este contexto de bloqueo, pandemia y ahora una crisis inflacionaria mundial agravada por el conflicto en el escenario ucraniano que enfrenta a Estados Unidos encabezando a la OTAN con Rusia, ha agudizado la escasez de divisas, alimentos, medicinas y otros bienes esenciales. El gobierno de Cuba ha dicho que la economía se había contraído un 11 por ciento en 2020, casi no hubo repunte en 2021 y con igual resultado nada halagüeño transcurre el 2022.
Maribel Acosta Damas- Entonces, con el bloqueo presente y reforzado ¿Cómo impacta a Cuba que Estados Unidos la colocara una vez más entre los países patrocinadores del terrorismo? Qué busca?
Juana Carrasco- Un poco de historia no viene mal. La Lista de Países Patrocinadores del Terrorismo se creó el 29 de diciembre de 1979, durante el gobierno de James Carter e incluyó entonces a cuatro naciones: Libia, Irak, Yemen del Sur y Siria.
En 1982, durante el gobierno de Ronald Reagan, se incluyó a Cuba y se retiró a Irak. En el caso cubano, justificaba toda la política de bloqueo, y se considero era la retribución a la Fundación Nacional Cubano-Americana, entonces la más influyente de las organizaciones contrarrevolucionarias con sede en el estado de la Florida, por su apoyo a la cruzada contra el gobierno Sandinista en Nicaragua. Se quería también frenar la Revolución en El Salvador.
Esa designación les permitía argumentar que Cuba era una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos. No podemos dejar de relacionar la inclusión de Cuba con los postulados del Informe de Santa Fe, realizado por un grupo de expertos y la Heritage Foundation, el tanque pensante de los segmentos más conservadores en la política estadounidense y el de mayor influencia en el gobierno de Ronald Reagan, que le trazó la política hemisférica y que llegó a clamar por una «guerra de liberación nacional» contra Fidel y la Revolución Cubana, al presentarlo como culpable, junto a la URSS, del deterioro de la influencia de Estados Unidos en Latinoamérica y el Caribe. En 1984 agregaron a Irán y en 1988 a Corea del Norte en esa Lista.
Ahora bien, casi en las postrimerías de su mandato, en 2015, Barack Obama retiró a Cuba del infame registro, flexibilizó el bloqueo y se reabrieron las embajadas, pasos históricos en una relación que desde el triunfo de la Revolución en 1959 estuvo signada por la confrontación y el acoso del más poderoso imperio del mundo con la pequeña isla del Caribe. Era una visión más atemperada a los tiempos del fin de la Guerra Fría.
Sin embargo, las fuerzas más extremas del conservadurismo regresaron a la Casa Blanca con Trump y Cuba fue agregada nuevamente a la Lista el 12 de enero de 2021, justificándolo con la manipulada y falsa versión de que brindaba cobijo a fugitivos estadounidenses y a líderes rebeldes colombianos (la delegación del grupo insurgente Ejército de Liberación Nacional ELN que participaba en las negociaciones con el gobierno de su país en busca de un acuerdo de paz y que de acuerdo a leyes internacionales y los compromisos de país garante del proceso Cuba debía proteger cuando se rompieron las conversaciones).
La lista actual tiene a cuatro acusados de los «males del mundo»: Corea del Norte, Cuba, Irán y Siria, países que no han doblegado sus principios como naciones soberanas a los intereses de Estados Unidos.
¿Cuál es la implicación para Cuba?
- Le restringe la asistencia económica y créditos de instituciones internacionales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
- Bancos y comerciantes se niegan a negociar con Cuba por temor a represalias por parte de los Estados Unidos si rompen el bloqueo. Incluso propicia la negativa a vender materias primas y productos en el campo de la salud pública y de la ciencia.
- Las aseguradoras podrán suspender la cobertura de transacciones y operaciones comerciales.
- Aumentan la vigilancia y las presiones hacia gobiernos y empresas para evitar u obstaculizar operaciones económicas y relaciones comerciales con la Isla.
- Incrementa el llamado riesgo país y desincentiva la inversión de capitales en la isla, como también las exportaciones y las importaciones.
- Refuerza el carácter extraterritorial de las Leyes del bloqueo.
- Los países que considera patrocinadores del terrorismo, Washington les prohíbe exportar o vender armas, ciertas exportaciones que también mejorarían sus capacidades militares son controladas y les restringe la asistencia económica.
Estas sanciones ahondan las que ya habían sido impuestas de manera más extensa por el bloqueo económico, comercial y financiero vigente desde la década de 1960 y las leyes que lo fueron estructurando: Ley de Comercio con el Enemigo, de 1917, sección 5.b; Ley de Cooperación Internacional, de 1961, sección 620.a; Regulaciones al Control de los Activos Cubanos, de 1963; Ley para la Democracia en Cuba, de 1992, también conocida como Ley Torricelli; Ley Helms-Burton «Ley para la Libertad y Solidaridad Democrática Cubanas, de 1996.
Ello implica, entre otras afectaciones que los estadounidenses tienen prohibido viajar como turistas a Cuba, existen limitaciones de los viajes y envíos de remesas, se persiguen las exportaciones cubanas como el níquel y su utilización en industrias de terceros países y se impide que las transacciones comerciales cubanas se realicen en dólares.
Cuba tampoco puede importar equipos o productos de cualquier país, que tengan un diez por ciento de componentes estadounidenses.
Maribel Acosta Damas- ¿Serán posibles cambios o flexibilizaciones en este sentido?
Juana Carrasco- Depende de la voluntad y decisión de Biden. Podría hacerlo, puede sacar a Cuba de esta lista con una simple firma, y sería el comienzo de una reversión de las duras acciones de Trump, como declaró durante la campaña electoral cuando era el candidato demócrata a la Presidencia. Pero no lo ha hecho.
Revertir las 243 medidas pudiera ser un importante paso, llevar las relaciones de confrontación a una de convivencia respetuosa entre vecinos, como la llevada a cabo por Obama, quien se quedó corto porque no garantizó que su política se convirtiera en acuerdos firmes e irrevocables. Incluso pudo haber dejado el bloqueo en el cascarón aunque con un mínimo de su contenido, que solo es potestad del Congreso de Estados Unidos levantarlo completamente desde que en la administración de William Clinton, este lo transformo en Ley mediante la Helms-Burton.
Maribel Acosta Damas- ¿Hay caminos posibles para Cuba?
Juana Carrasco- No dejes camino por vereda, dice un proverbio, ese pensamiento ilustrativo basado en experiencias y sabidurías populares, nos llama a la reflexión en este caso.
Para Cuba hay un solo camino, el de la resistencia. Para seguir defendiendo nuestra soberanía e independencia. Nuestra nación y cultura, nuestro derecho a vivir en paz y a crecer.
Nos podrán decir testarudos, necios, «cuadrados» en el decir cubano, pero Historia, vivencias y memoria ratifican esa posición de intransigencia revolucionaria.
Transigir es retornar a un pasado de relación sumisa y neocolonial en la que el desarrollo económico y social del país, la cultura nacional, y los logros de beneficio popular, se verían cercenados en aras de los intereses geopolíticos de Estados Unidos, y las ganancias de los monopolios y las finanzas de empresas estadounidenses y transnacionales.
Cuba continuara cultivando la solidaridad internacional, que incluye a cubanos residentes en Estados Unidos, sectores empresariales estadounidenses interesados en relaciones económicas y comerciales de beneficio mutuo, segmentos de la ciudadanía y de la política que abogan por la normalización de las relaciones.
Solo en los primeros 14 meses del gobierno de Joseph Biden los perjuicios ocasionados por el bloqueo ascienden a la cifra de 6 364 millones de dólares. Esto significa más de 454 millones de dólares mensuales y más de 15 millones de dólares diarios, en daños y perjuicios.
En seis décadas, a precios corrientes, los daños acumulados suman 154 217 millones de dólares, cifra exorbitante para una economía pequeña, sin grandes recursos naturales, insular y subdesarrollada, como la cubana. Pero al valor del oro, es decir a la onza de oro, tomando en cuenta las depreciaciones, los perjuicios acumulados alcanzan la cifra enorme de 1 billón 391 mil 111 millones de dólares. ¿Cuánto hubiera podido hacer y crecer Cuba con esos recursos, si en medio de la pandemia, del bloqueo y de la crisis económica fue capaz de crear cinco vacunas propias contra la COVID-19 y proteger al ciento por ciento de la población desde los dos años de edad en adelante y proporcionar las inyecciones de refuerzo, además de fabricar los ventiladores pulmonares que empresas médicas y farmacéuticas estadounidenses nos negaron?
Algunos tildan a Cuba Estado fallido. Estar aquí y en lucha y trabajo permanente lo desmiente.
Sí, Cuba tiene caminos. No exentos de obstáculos, pero también superables.
El bloqueo, esa obsoleta y fallida arma, que el Canciller Bruno Rodríguez describió como la pandemia permanente y el huracán constante, algún día cesará.