Por Mtro. Nicolás Viera Díaz (Militante Político y Social. Diputado FA – Colonia)
Según la definición establecida por la Organización Mundial de la Salud en 1948, Salud es el “estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”.
Podríamos inferir, en una reflexión simple, que para obtener bienestar en salud, una persona debería lograr un equilibrio favorable, o positivo, de esos tres elementos: lo biológico, lo psíquico y lo social. Más allá de la letra muerta de una definición técnica y política, es lo más cercano de lo que pasa en la vida misma, aunque a veces no nos demos cuenta.
Podríamos pensar, trascendiendo el individuo como tal, ¿Cómo logran las sociedadesobtener esos supuestos equilibrios que les permitan transitar una vida activa, sana y productiva en comunidad?
También podríamos pensar que la respuesta generaría una tesis de doctorado y aun así no lograríamos obtener una respuesta unánime. Quizás sí. Pero hay un factor que, si bien no es único, supone un efecto nocivo a la hora de intentar esbozar algunas líneas de reflexión que nos acerquen a la verdad en esa respuesta. Ese factor es la culpa.
No lo sé, pero calculo que la culpa “se inventó” desde el día uno de la existencia humana puesto que, como tantos otros sentimientos (tristeza, vergüenza, conciencia, remordimiento, entre otros), entra en el campo de las emociones y se incluye, a grandes rasgos, dentro del elemento psicológico.
Lo cierto es que desde las lecturas cristianas que han hecho algunas instituciones religiosas a lo largo de la historia, pasando por la construcción de los imperios y el apogeo del capitalismo, y llegando a nuestros días, la culpa es de presencia cotidiana de la vida en sociedad.
En muchas ocasiones, cuando se rompen normas establecidas socialmente o por algún grupo específico (grupo de pares, la familia, otros), aparece el sentimiento de culpa con sus correspondientes consecuencias.
Porque los grupos de poder (religioso, político, económico) que permanentemente insiste con la culpa, de forma directa o indirecta, han construido un sistema social y psicológico de dominio que empieza por la culpa pero no acaba allí; le sigue la confesión del culpable, luego el intento de emendar el error y finalmente la pena, la sanción.
En ese perverso juego mental está el poder porque siempre lo asocian con la necesidad de solucionar algo.
Hay mil formas donde la culpa se revela. Se revela como culpa, lisa y llana, en el discurso religioso del pecado, pero también se viste de “autocrítica” en política y de “moroso” en el sistema financiero.
“Si la culpa es tan poderosa para el control social es porque impone al culpable el arrepentimiento, en forma de resignación” dijo una vez el sindicalista y parlamentario catalán Joan Coscubiela.
Las organizaciones políticas que normalmente hacen “autocrítica” de sus fracasos, cuando intentan determinar los problemas y colectivizar los errores, suelen caer en la lógica de “¿Quién tiene la culpa de haber perdido?” y casi siempre “la culpa es tuya” por aquello de que “las derrotas son huérfanas”. A razón de esto, no hace tanto escuché al Senador Alejandro Sánchez reflexionar en ese sentido y dijo: “la culpa nunca cae al piso, siempre cae en el lomo de alguien”.
Y para esta última idea hay siglos enteros de trabajo por parte de determinados grupos de poder que logran sustentar esa lógica. Sino, repasemos el “Yo confieso” y nos daremos cuenta el calado hondo del machaque discursivo, ideológico y emocional:
“Yo confieso ante Dios Todopoderoso, y ante ustedes hermanos que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso ruego a Santa María siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes hermanos, que intercedan por mí ante Dios, Nuestro Señor. Amén”.
Las sociedades, o mejor dicho, los innumerables grupos sociales de los que formamos parte, construyen sus propias lógicas de vinculación y de funcionamiento. A menudo, esas lógicas se chocan entre sí o ponen a la persona en contradicción consigo misma. El orden colectivo se rompe y atrae el sentimiento de culpa que, en ocasiones, es utilizada y manipulada desde lo moral, desde la fe y desde los sistemas políticos y económicos.
Además, muchos se las arreglan para tergiversar realidades y ponen de culpables a quienes son las verdaderas víctimas. Es una retórica discursiva bastante frecuente.
Que “los pobres no trabajan porque no quieren”; si el marido le pega a la esposa es porque “algo habrá hecho”; si violan a la adolescente al salir del bailes “¿Quién la mandó a andar con la falda corta?”; cuando el usurero se queda con la casa del trabajador que no le pudo pagar el préstamo ni la usura, la culpa siempre es del trabajador y nunca del usurero; y así muchísimos ejemplos que demuestran, en lo cotidiano, hasta dónde va el manejo inmoral e hipócrita de la culpa.
Pero por suerte, también existen otras expresiones sociales y comunitarias que, aunque sean menos, no tengan lobby ni titulares en los grandes medios, ayudan y mucho a “desnormalizar” y neutralizar estos factores nocivos.
Desde las cooperativas sociales (de vivienda, de ahorro y crédito, de consumo y tantas otras), pasando por los colectivos que reivindican derechos hasta la inserción de militantes en la política, en la iglesia y en las comisiones sociales, la transformación colectiva se vale de las individualidades irreverentes para construir un mundo donde el amor sea la contracara del odio, la solidaridad la de la codicia y la buena fe la de la culpa.
Ejemplo de ello también hay y lo vemos en el “El Credo” de la Misa Campesina Nicaragüense escrito por Carlos Mejía Godoy cuyo fragmento, muestra que hay otras lecturas, también desde la fe:
“(…) Yo creo en voz Cristo obrero
Luz de luz y verdadero
Unigénito de Dios
Que para salvar al mundo
En el vientre humilde y puro
De María se encarnó
Creo que fuiste golpeado
Con escarnio torturado
En la cruz martirizado
Siendo Pilatos pretor.
El romano imperialista
Puñetero y desalmado
Que lavándose las manos
Quiso borrar el error.
Yo creo en vos compañero
Cristo humano, Cristo obrero
De la muerte vencedor
Con tu sacrificio inmenso
Engendraste al hombre nuevo
Para la liberación
Vos estás resucitando
En cada brazo que se alza
Para defender al pueblo
Del dominio explotador”