Por Mtro. Nicolás Viera Díaz (Militante Político y Social. Diputado FA – Colonia)
Cada uno tiende a ver el mundo desde su ventana y se hace una percepción en base a lo que ve, siente, piensa y vive. No por eso deja de ser un ejemplo de experiencia concreta, aunque no generalizada, pero que ayuda a comprender algunos procesos.
Quienes vivimos en el departamento de Colonia hemos experimentado diferentes procesos de construcción comunitaria; algunas que vienen de la historia, otras que son contemporáneas.
Podría hablar de la gesta artiguista y de la visión de Artigas al fundar Carmelo; o el proceso fundacional de la propia Colonia del Sacramento, joya disputada de dos potencias europeas; o la cosmopolita Rosario del Colla.
Pero me interesa detenerme en otras dos: Colonia Valdense y Juan Lacaze.
Es innegable el rol protagónico que ha tenido y tiene, desde el plano espiritual y filosófico, la Iglesia Evangélica Valdense del Río de la Plata en la comunidad de Colonia Valdense y su radio inmediato, La Paz y Chico Torino principalmente.
La lógica de laboriosidad de la tierra, asociada con la búsqueda del nuevo amanecer, del reencontrarse con una vida tranquila y en paz que movió a aquellos primeros inmigrantes corridos por la realidad de Europa, ha hecho de nuestra tierra la razón misma del devenir progresista, en trabajo rudo y en ideas.
Y en ese proceso, el componente religioso ha sido el hilo conductor. Sin la fe, la voz guía de Dios que se hizo fuerte en la comunión de esfuerzos, sin el coraje y sin el don creador, nada de lo que conocemos hoy hubiese existido.
Porque la gente necesita creer en algo. Somos animales esencialmente sociales y profundamente espirituales. Y así, en esa mezcla de razón, espiritualidad, poderes y liderazgos se fue gestando un camino nuevo. Primero se conformó la naciente colonia, se levantaron los templos, el rancherío y las ideas fueron ganando fuerza con la materialidad.
Luego fue tiempo de la educación y así se construyó el primer liceo rural del país. Fueron celosos observadores de la familia, y el rol de cada uno de sus integrantes. La educación en labores, en aquel momento destinada a la mujer también fue necesaria y, mediante una maravillosa idea, nació la primera Escuela del Hogar, ejemplo único en el país que continúa con mucha fuerza.
Había que cuidar a los mayores y surgió el Hogar para Ancianos y después fue necesario pensar el mundo desde la mirada agroecológica y varias iglesias se juntaron para crear un centro de estudios que aportara en esa dirección.
Detrás de todos y cada uno de estos pasos estuvo y está la mirada de la iglesia que, orgullosamente fiel a los primeros colonos, ha sido y es ejemplo de progresismo religioso, económico, productivo, humano y social.
En otro lugar y tiempo, y por otras razones, el proceso de Juan Lacaze también ha tenido algunas características donde la religiosidad ha marcado impronta en un pueblo donde decir fábrica, proletariado y sindicato es cuestión de todos los días.
Al son de la industria textil primero y la del papel después, la ciudad fue viviendo un proceso de profundo avance económico, productivo y social que tuvo como grandes realizadores a integrantes de la familia Campomar principalmente.
Paralelamente a eso, la acción peregrinadora de la Congregación Salesiana encontró tierra fértil para acompasar, con la fe y la obra social, una época de cambios profundos.
Así, fueron naciendo, entorno a la iglesia, instituciones sólidas que dieron cabida y sostén a una comunidad fortalecida. La iglesia y Campomar impulsaron la creación del Colegio y Escuela de Artes y Oficios, obra que se vio complementada con otras actividades como la Sala “Don Bosco” (cine), el Movimiento Anti Ocio (MAO), la Banda “Don Bosco”, el Movimiento Scout, además del templo y las capillas.
Porque no solo de trabajar se vive. El estudio, el placer y el desarrollo deportivo y cultural, también fueron parte del desarrollo social y económico. Todo bajo un mismo paraguas: la fe.
En estas sociedades, si bien con raíces diferentes, la fuerte presencia de la iglesia como institución pero principalmente como elemento socializador desde la fe, es parte del ADN que se regenera todos los días.
Podrán desaparecer los pastores, podrán cerrarse todas las fábricas, pero la matriz de construcción social que impuso el fuerte vínculo entre el individuo y la religiosidad, permanece inalterable porque es parte de la vida.
Quienes aún hoy, desde lo social y lo político, desprecien a quienes están convencidos que la fe es el camino, no han entendido nada, están condenados a darse de frente contra la pared.
Ayer como hoy, la religiosidad construye comunidad.
“Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18:20).