Por Enrique Amestoy
You’re fired! es una de las expresiones más usadas en inglés para despedir trabajadores. Hay quienes sostienen que se origina a comienzos del siglo XX, cuando el fundador de NCR (empresa de máquinas registradoras, puntos de venta, cajeros automáticos, etcétera), John Henry Patterson, prendió fuego el escritorio de su vendedor Thomas J. Watson (quien dirigiera posteriormente IBM) para indicar que había sido despedido.
El 27 de octubre, el hombre más rico del mundo según Bloomberg y Forbes, el sudafricano Elon Musk, concretó la compra de Twitter por 44.000 millones de dólares. Ese mismo día hizo importantes movimientos entre los empleados de la firma y despidió, al menos, a los directores ejecutivo y financiero de la empresa. Una semana después anunciaba en un tuit el despido masivo del 50 por ciento de la plantilla –unos 3.700 desarrolladores e ingenieros– y afirmaba que Twitter tenía pérdidas diarias del orden de los 4 millones de dólares.
En la primera quincena de noviembre, fabricantes de coches, como General Motors, Audi o Volkswagen retiraron su publicidad de la empresa adquirida por Musk. Lo propio hicieron la corporación de alimentos estadounidense General Mills, la farmacéutica estadounidense Pfizer o el conglomerado mexicano estadounidense Mondelez International Inc. (fabricante de Oreo, Toblerone, Milka, entre otras importantes marcas). El argumento para el retiro de publicidad ha sido la incertidumbre sobre cuál será la misión de Twitter y, sobre todo, el modelo de negocios que tendrá en la «era Musk».
Musk se autoproclama «absolutista de la libertad de expresión», en contraposición a sus antecesores al frente de la plataforma, y esto no solo atemorizó a las empresas que han retirado momentáneamente su publicidad (se estima que el 90 por ciento de los ingresos de Twitter provienen de los anuncios), sino también a organizaciones de derechos humanos y de comunicación, y a periodistas, en tanto es posible predecir un avance del discurso de odio y también de las noticias falsas (fake news).
Desde el mismo 27 de octubre, fueron muchos quienes pusieron a prueba a Musk: la palabra nigger, forma despectiva y racista de referirse a los afroamericanos, se hizo tendencia. Lo mismo sucedió con mensajes antisemitas. Usuarios de extrema derecha empezaron a difundir mensajes de QAnon (teoría de conspiración de extrema derecha estadounidense que afirma que el mundo está gobernado por pedófilos contrarios a Donald Trump y que es señalada por el FBI como una potencial amenaza terrorista). Sin embargo, el paladín de la libertad de expresión ordenó eliminar todas las cuentas parodia que utilizaban su nombre.
Otro asunto que generó controversia e inseguridad a usuarios y anunciantes ha sido el muy promocionado Twitter Blue, que no es más que poder comprar por 7,99 dólares mensuales una cuenta verificada (de las que hasta ahora tenían únicamente destacados personajes de la cultura, la política, el espectáculo o medios de información y periodistas). En pocas horas, comenzaron a aparecer cuentas verificadas de empresas y personalidades diversas. Una cuenta «verificada» de Eli Lilly and Company, una de las farmacéuticas más grandes del mundo, anunciaba el 10 de noviembre que la insulina –uno de sus productos principales– pasaría a ser gratis. La broma generó la caída de, al menos, 4 puntos porcentuales en la bolsa de la empresa farmacéutica (una pérdida de valor de 14.000 millones de dólares). Una falsa Lockheed Martin anunció que dejaría de vender sus armas a Estados Unidos, Israel y Arabia Saudita «hasta que haya una mayor investigación de sus abusos a los derechos humanos». La compañía real cayó 5 puntos en la bolsa.
En los últimos días, una cuenta «verificada» de Nintendo publicó un Mario levantando el dedo del medio, una a nombre del basquetbolista Lebron James solicitó ser transferido de los Lakers y un falso pero verificado George Bush echó de menos matar iraquíes. Nestlé tuiteó: «Nos robamos su agua y luego se la vendemos». La compra de cuentas con el tickceleste fue puesta en pausa menos de 48 horas después de su lanzamiento. Aún se espera la creación del anunciado «consejo de moderación de contenidos», del que poco se sabe y que Musk anunció que aglutinaría «puntos de vista muy diversos».
Mientras tanto, Mark Zuckerberg, presidente de Meta, la matriz de Facebook, Whatsapp e Instagram, anunció el despido de 11 mil trabajadores (algo así como el 13 por ciento de la plantilla total) una semana después de los despidos en Twitter. En una carta abierta a sus empleados, Zuckerberg alegó la semana pasada que los despidos se debían a una caída en las acciones, así como a problemas en el sector de las TIC en general. Meta había destinado este año 10.000 millones de dólares al promocionado «metaverso». La idea, o capricho, del presidente de Meta pudo haber preocupado a inversionistas y anunciantes. Aún no hay resultados que demuestren el acierto en la decisión de Zuckerberg de intentar alejarse del mundo de las redes sociales digitales.
Además, aumenta sobre Meta la amenaza de Tiktok, en tanto los más jóvenes la prefieren para compartir videos antes que Instragram. Las App Tracking Transparency (herramientas de privacidad de Apple) lanzadas en 2021 dificultan el rastreo para mostrar publicidad segmentada por públicos, algo que puede vaticinar una recesión aún mayor en la compañía de Zuckerberg. Las acciones de Meta se desplomaron un 25 por ciento a finales de octubre, según consigna Bloomberg. Se trata de un 71 por ciento acumulado anual, señala Los Angeles Times, lo que ha llevado a que el valor actual de sus acciones sea similar al de 2015.
El otro gigante tecnológico que prevé despidos es Amazon, propiedad del ex hombre más rico del mundo Jeff Bezos. El New York Times informó el lunes 14 que la empresa planeaba despedir a aproximadamente 10 mil personas en trabajos corporativos y tecnológicos a partir de ese día. Amazon cuenta con una plantilla de alrededor de 1,5 millones de empleados, por lo que los despidos representarían alrededor del 3 por ciento de los empleados corporativos de Amazon y menos del 1 por ciento de la plantilla global. La mayor parte de los despidos se darían en la unidad de dispositivos que integran el asistente Alexa y la de recursos humanos. Bezos vaticina un receso en la economía de Estados Unidos y lo cita como motivo de los despidos. The Guardian cita un tuit del propietario de Amazon que dice: «Sí, las probabilidades en esta economía te dicen que cierres las escotillas».
La pandemia originó un aumento desmedido en el uso de las plataformas digitales, como Amazon, Facebook, Instagram o Twitter, e hizo que las empresas emplearan a miles de personas para acompasar el crecimiento en el uso así como en la venta de publicidad, cosa que marcó los puntos más altos en valor que pudieran haber generado empresas del mundo tecnológico en toda la historia. Los despidos, aun siendo miles y en términos porcentuales muy grandes, como el caso de Twitter, no parecen mover la aguja en el mercado laboral global de las TIC. Es altamente probable que, debido a la alta demanda de mano de obra en el sector, los trabajadores despedidos sean contratados por otras empresas del rubro. Sin embargo, la eventual recesión de la economía de Estados Unidos o el repliegue en publicidad de grandes corporaciones pueden estar mostrando que vivimos un momento de cambio de paradigma en el modelo de negocio de los gigantes tecnológicos.
De la misma forma que Zuckerberg entró de lleno en el juego de la política internacional con el uso de los datos y los metadatos de sus usuarios para incidir en resultados electorales, como el Brexit o la victoria de Donald Trump en Estados Unidos (entre otras elecciones), Musk hizo su apuesta en la política llamando en un tuit reciente a los «votantes independientes» a votar por un Congreso de mayoría republicana bajo el argumento de que la presidencia es demócrata. Según Musk, el «poder compartido frena los peores excesos».
Día a día vemos como los algoritmos se optimizan para aumentar el control social. Los gigantes tecnológicos tienen muy claro el poder que detentan a la hora de incidir en procesos electorales, económicos y sociales. Y los gobiernos de Estados Unidos, Reino Unido o China saben muy bien lo que es posible lograr haciendo uso de la información que estas empresas recolectan.
En la vereda de enfrente hay miles de millones de usuarios gastando horas frente a las pantallas y organizaciones sociales y políticas que parecen no poner demasiada atención a lo que sucede en el ciberespacio o a entender el poder de los algoritmos y el impacto social que su uso genera. Son pocos los avances legislativos en materia de regulación del uso de datos y metadatos a nivel global. Asimismo, vemos trabajadores de empresas tecnológicas desamparados en materia de legislación. Dispersos, trabajando desde distintos países, sin posibilidad de agruparse para defender sus derechos.
¿Hacia dónde se perfilan los gigantes tecnológicos, dueños de nuestros datos y de los algoritmos, para analizarlos o venderlos? ¿Está cambiando el paradigma de control social? ¿Las organizaciones sociales y políticas deberían levantar la mirada para dar lugar a estrategias que hagan frente a lo que hoy sucede, pero, sobre todo, también a lo que está por venir? ¿Acaso hemos dado por perdida la batalla y sentimos que we’re fired del sistema?