Por Héctor Bernardo
-Tomado de Contexto, Dic 12, 2022
El Congreso totalmente deslegitimado y controlado por la derecha, crisis de representación que abarca a todos los partidos políticos, medios de comunicación concentrados y al servicio de los grandes poderes económicos, el Poder Judicial inmerso en la corrupción, presidentes destituidos y encarcelados, pobreza, desigualdad, desocupación e informalidad laborar; elementos de un cóctel que destruye la democracia peruana.
Tras la llegada del neoliberalismo a Perú, de la mano de Alberto Fujimori en 1990, el sistema político y las instituciones democráticas comenzaron un camino de decadencia que nunca se detuvo.
Los poderes Legislativo y Judicial sufren un enorme descrédito, los medios de comunicación están totalmente concentrados y responden a los intereses de los sectores concentrados de la economía, y la democracia en general atraviesa una profunda crisis en el país andino, y eso se refleja en lo que ha sucedido con sus mandatarios en las últimas décadas.
- Alberto Fujimori (1990-2000): preso por crímenes de lesa humanidad.
- Alejandro Toledo (2001-2006): procesado por hechos de corrupción.
- Alan García (2006-2011): se suicidó cuando iba a ser detenido, acusado de estar involucrado en hechos de corrupción.
- Ollanta Humala (2011-2016): estuvo en prisión preventiva acusado de hechos de corrupción.
- Pedro Pablo Kuczynski (2016-2018): renunció a su cargo cuando avanzaba sobre él un juicio político por denuncias sobre su participación en hechos de corrupción vinculados al escándalo de Odebrecht.
- Martín Vizcarra (2018-2020): fue destituido acusado de sobornos.
- Manuel Merino (10 de noviembre de 2020-15 de noviembre de 2020): duró solo cinco días en el cargo. La presión popular lo obligó a renunciar tras ser acusado de haberse complotado para tomar el poder por la fuerza.
- Francisco Sagasti (2020-2021): miembro del Congreso peruano que asumió y debió llamar a elecciones. Durante el año de pandemia, Perú tuvo tres presidentes: Vizcarra, Merino y Sagasti.
El modelo neoliberal ha puesto a más del 30 % de la población peruana bajo la línea de pobreza, ha provocado que millones estén desempleados y que el 80 % de las y los trabajadores se encuentre en la informalidad. Un modelo que ha vuelto un privilegio el acceso a derechos básicos como la educación y la salud.
En 2021, de cara a las elecciones presidenciales, la crisis política llevó a que ningún candidato superara el 20 % del apoyo.
El 11 de abril se realizó la primera vuelta presidencial y Pedro Castillo, quien no era mencionado en la mayoría de las encuestas y en las que sí aparecía figuraba séptimo en intención de votos, logró el primer lugar con 18,9 % de los votos, y en segundo lugar quedó Keiko Fujimori, hija de Alberto Fujimori, con el 13,4 % de los votos. El Congreso peruano quedó controlado ampliamente por la derecha.
El 6 de junio, Castillo se impuso por la mínima diferencia (50,13 % contra 49,87 %). Este maestro rural, líder sindical, hijo de campesinos, cuyo símbolo de campaña fue un lápiz gigante con el que representaba su profesión y la necesidad de escribir un futuro mejor para todo su pueblo, se transformó en el presidente de Perú.
Castillo asumió la presidencia el 28 de julio de 2021, día en que se cumplió el Bicentenario de la independencia de Perú. Al poco tiempo rompió con Perú Libre, el partido que lo llevó al Gobierno, con lo que perdió gran parte de la estructura que lo respaldaba en el Congreso y en las calles.
Desde el primer día, el Congreso peruano, controlado por la derecha, intentó impedir que se llevara adelante el programa del nuevo Gobierno. Uno a uno cayeron por la presión del Congreso miembros del gabinete de Castillo. El ejemplo más claro fue el de Héctor Béjar, el canciller, que duró solo días en su cargo.
Castillo sufrió dos mociones de vacancia (intentos de destitución) y debía enfrentar un tercer intento cuando, el 7 de diciembre de 2022, anunció que disolvía temporalmente el Congreso, que instalaba un Gobierno de emergencia y que convocaría en el breve plazo a elecciones para conformar un nuevo Poder Legislativo y elaborar una nueva Constitución.
La respuesta del Congreso fue inmediata, se declaró ilegal la medida tomada por Castillo, se destituyó al mandatario, se nombró como presidente interina a la entonces vicepresidenta Dina Boluarte y se ordenó la detención del ex jefe de Estado.
Según CNN Chile, Edward Málaga, «el legislador, quien promovió la tercera vacancia contra Pedro Castillo, reveló que conversó con Boluarte Zegarra una semana antes de que se debatiera –y votara– en el pleno el documento de la moción de vacancia presidencial».
Tras aquella reunión, la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales del Congreso de Perú aprobó archivar las denuncias contra la vicepresidenta, Dina Boluarte, por una supuesta infracción a la Constitución por gestión de un club privado en el momento que ejercía un cargo público.
Tras la destitución de Castillo, Boluarte asumió la presidencia, llamó a un pacto de gobernabilidad con el Congreso y descartó llamar a elecciones anticipadas al asegurar que gobernaría hasta 2026.
Boluarte asumió sin una fuerza propia con peso en el Congreso, enfrentada con el partido Perú Libre y con los defensores del presidente Castillo.
Tras la asunción de la nueva mandataria comenzaron a realizarse protestas en todo el país que llevan diversas consignas; entre ellas, la libertad de Pedro Castillo, el adelantamiento de las elecciones y la conformación de una nueva Constitución.
Las protestas tomaron un peso tan fuerte que la mandataria debió retroceder en su postura y anunciar que enviará un proyecto al Congreso para adelantar las elecciones para abril de 2024. Sin embargo, las protestas continúan y la represión policial ya ha causado, al menos, cinco muertos[1].
[1] Dias después de escrito este artícula la Sra Boluarte propuso elecciones para el 2024 y dijo no entender la protesta popular, a la cual se la reprime brutalmente bajo su mandato, ocasionando al día 14/12/2022 8 fallecidos y centenares de heridos, momento en que agregamos esta nota aclarativa desde MateAmargo y obligados por el dinamismo de los sucesos.