Por Carlos Pereira das Neves
El mundial de fútbol de Catar llegó a su fin, por suerte somos muchos y muchas que -a pesar de todo lo que rodeó al evento deportivo en particular y lo que rodea al fútbol en general- celebramos la victoria del combinado albiceleste.
No se trata de justicia, ni de que se van a resolver los problemas, ni la figura individual, ni la locura colectiva en los festejos, ni la casualidad o la cábala, ni que si vamos a ser más o menos revolucionarios, más o menos patrióticos, más o menos creíbles opinadores u opinadoras…si osamos tomar partido. Tomamos partido y punto, porque todo es política, pero de eso ya hablaremos más adelante.
Quienes opinamos de política también opinamos de fútbol, porque nos gusta, somos un país futbolero. Y también podemos hablar de hermandades, podemos vernos reflejados en un país como Argentina con el que compartimos la pasión por este deporte, entre otras pasiones y otros compartires. Y esa similitud da para todo, da para las y los que quieren sentirse iguales como para las y los que quieren diferenciarse. Nos pasa desde que nuestros pueblos iniciaron sus primeras luchas emancipatorias contra los imperios de turno, ¿por qué no habría de pasarnos ahora?
Ver a Di María llorar en cancha cuando hacía el segundo gol, era casi como ver llorar a Josema cuando en Rusia 2018 Francia nos eliminaba de la competencia. Ganan millones, si, pero no dejan de sentir el fútbol como en el campito y exponenciar sus cualidades cada vez que representan a sus selecciones, sabiendo que los triunfos pueden dar una alegría a nuestras cascoteadas sociedades tercermundistas. Y si ellos ganan millones es porque hay quienes pueden pagarlos, quienes multiplican esos millones en sus bolsillos, millones que ayudamos a acumular con nuestras compras…porque si escarbamos, somos nosotros quienes alimentamos lo que en el discurso combatimos.
Es dialéctica, no tiene que ser blanco o negro. Y es en esa dialéctica donde hacemos entrar la política, donde nos apropiamos de la contienda, donde sumamos para que dentro de toda la injusticia haya alegría para nuestros pueblos. Y también revancha porque, pobre Kylian Mbappé, es un excelente jugador de fútbol, no tengo idea de ¿qué tipo de formación política o económica ha recibido?, ni de ¿cuánto se ha hablado en su familia de sus raíces africanas?, cómo para juzgarlo política o éticamente. Sin embargo dejó caer una frase soberbia, que por soberbia no deja de ser cierta en el fondo, eso de que en Europa hay mejor competencia y es que hay mejores condiciones. Quien no sea capaz de ver las numerosas contradicciones entre la vida del jugador, su posición económica, su lugar en la defensa de la selección de un país que supo ser imperio y que sigue siendo un actor global importante…y bueno, seguramente no sepa de fútbol, de política, de economía, de diferencias, ni de nada. Y eso amigas, amigos, es la maldita política que juramos no tiene nada que ver con el fútbol.
Tampoco podría comparar a Messi con el Che, pensar si dona para una olla y en base a eso determinar si disfruto verlo jugar o no. Me basta con verlo jugar, pero y si no, me basta también con verlo festejarle el triunfo a los holandeses (países bajos o como mierda se quieran nombrar y renombrar) tomando revancha por tanto sudamericano que tuvo que soportar a esos otros, también imperio en otros tiempos, y también jugadores globales. Y menos comparar a Messi con Maradona, son incomparables, genios a su manera, pero que -en mi modo de entender un juego colectivo- llegaron adonde llegaron…acompañados.
Acompañados por todo un plantel, por un cuerpo técnico que me simpatiza con cada contestación a los periodistas, quizás con un dejo de extrañamiento a lo que nos regalaba el Maestro Tabárez. Acompañados por todo un país que le ha brindado, le brinda y le seguirá brindando mucho a este deporte. Porque el deporte, como el mundo, han cambiado mucho, y seguirán cambiando, pero las injusticias y las diferencias seguirán existiendo, como también seguirá existiendo la rebeldía de quienes demos las batallas que podamos y celebremos las victorias que construyamos.
Argentina es campeona del mundo en fútbol masculino. Vamos a tener que soportarlos, claro, como ellos tienen que soportar que nosotros lo vivamos de otra manera. Si es que es tan así, a mi entender el exitismo deportivo y político que reina en estos 2 o 3 últimos años nos asemejan bastante a los argentinos (quizás hasta los hemos superado en esto de creernos los mejores antes de demostrarlo). Le vamos a querer seguir ganando cada vez que nos enfrentemos, claro también.
Pero hoy celebramos, ni más ni menos, celebramos porque la ley primera es que “los hermanos sean unidos” y con Argentina somos hermanos.