Por César Robles
La convulsión en el país ya va dejando 25 fallecidos, cientos de heridos, una sociedad profundamente fragmentada, una clase política completamente incompetente y una presidente que es incapaz de entender el reclamo general de la población que exige su renuncia y el adelanto de elecciones generales para salir de la crísis política a la que nos han conducido.
En diversas regiones del sur del país, los Gobernadores Regionales también han pedido la renuncia de la presidenta Boluarte y la responsabilizan de las muertes ocurridas en los enfrentamientos con efectivos del Ejército. Si bien existe un reflujo del movimiento social, no es menos cierto que el espontaneismo debe dar paso a mayores niveles de organización y centralización de la demanda popular.
A esta situación, el gobierno responde con llamados al diálogo y movilizando la calle, convocando a las marchas por la paz, de las manos y los polos blancos, esta típica forma de contraponer al pueblo contra el pueblo.
Por su parte, la presidente Dina Boluarte ha señalado que no la dejan gobernar porque es mujer y porque en el país existe un marcado “machismo”, pretendiendo justificar su accionar y la torpeza de sus decisiones. También ha anunciado la recomposición de su gabinete ministerial, removiendo en televisión nacional a su Primer Ministro Pedro Angulo.
El pasado domingo, con la complacencia de todos los medios de televisión nacional, se paseó por los principales programas informativos para dejar bien en claro, no se le mueve ni una ceja a la señora Boluarte, que no va a renunciar a su cargo, que eso no solucionaría nada y que no entiende porque sus paisanos de Apurímac, región donde nació, se movilizan contra ella.
Los mismos periodistas y medios que hasta hace unas semanas la catalogaban de Dina “Dinamita”, en alusión a su cercanía o militancia al partido Perú Libre, y que se mofaban de su gestión al mando del Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social, ahora esos mismos periodistas y medios la recibían con todos los honores propios de su investidura y la benevolencia que la situación ameritaba.
Por más de dos horas se dirigió al país para decir absolutamente nada sobre una salida política a la crisis y el uso desproporcionado de la fuerza por parte de miembros del Ejército. No dijo nada también de los veinticinco muertos que lleva a cuestas en tan sólo dos semanas de gobierno.
Completamente desenfocada y alejada de la realidad, no fue capaz de asumir ninguna responsabilidad o autocrítica, ningún acto de desprendimiento político o propuesta que nos ayude a procesar este duro trance por el que atraviesa la sociedad peruana.
Solo su débil y tibio anuncio de recomposición del gabinete ministerial, acompañada de los altos mandos militares fue la característica que no pasó inadvertida, ya que se acrecienta el poder y la influencia del militarismo, siendo ya catalogado su gobierno por algunos sectores como la representación de un gobierno civil militar.
Por eso, no es de extrañar que el ilegítimo gobierno haya anunciado que los responsables del asesinato de nuestros compatriotas producto de las balas disparadas por miembros del Ejercito, seran juzgados en el fuero militar. Tampoco pasa inadvertido que el nuevo jefe de la Dirección de Inteligencia Nacional, DINI, Juan Carlos Liendo, sea un ex coronel quien fuera asesor de la Comisión de Inteligencia del Congreso de la República que preside el Almirante José Cueto, una de las voces más radicales y fascistas del partido Renovación Popular.
Dina Boluarte acaba de cerrarle las puertas a opciones democráticas en busca de una salida a la inédita crisis política que vive el país, y en cambio, abre una puerta oscura y violenta a un régimen nacido producto de un pacto político infame con la ultraderecha y los militares, donde ella representa solo una pieza decorativa y cambiable.