Por Ricardo Pose
Aunque la fiscal Gabriela Fossati haya sonreído pícaramente cuando el periodista Gabriel Pereira le pregunto si era blanca, (militante o simpatizante del Partido Nacional), en verdad poco importa.
Ni siquiera importa que se llame Gabriela Fossati; también puede llamarseMiguel Langón (el fiscal político del gobierno de Sanguinetti) y salvo por la pertenencia de género, en los roles que asumieron, no encontramos diferencia.
Si Fossati ingenuamente cree que desde su rol puede realizar una denuncia penal al Presidente del Frente Amplio, Fernando Pereira y al director de Caras y Caretas, Alberto Grille, al periodista Carlos Peláez y a tres usuarios de Twitter, no entiende su rol dentro de los poderes públicos del Estado.
Únicamente desde una ingenuidad que no le creo a ésta altura y menos adjudico, puede pasar por alto lo que representan Pereira, Grille, Peláez y los tres tuiteros.
En términos simbólicos y de representación en la arena política, El Estado (el gobierno de Luis Lacalle), denuncia al Frente Amplio (Pereira) y de paso se lleva puesto a la libertad de expresión (Grille, Peláez y los tres tuiteros).
No creo en su ingenuidad por dos motivos principales:
- a) Los audios que Legítima Defensa divulgó de la Fiscal Fossati, evidencian muy al pesar de la propia fiscal, que sabe en el lío político que la metieron y en el triste rol de ser el brazo ejecutor de una ofensiva del partido en el gobierno.
- b) Como denunció M24, supo ser apartada de su cargo durante un tiempo por lo que parece ser un carácter bastante explosivo y con poco dominio de sus emociones, un perfil un tanto autoritario que se explaya desde sitios de poder.
Más que judicialización de la política
Cuando dirigentes del Partido Nacional han presentado denuncia penal contra dirigentes del Frente Amplio, no han hecho más que sumarse a la nueva corriente retrograda, (subversiva de los conceptos republicanos de la revolución burguesa en Francia que declaraba independientes a los poderes ejecutivo, legislativo y judicial) que recorre américa latina.
Pero para Fossati formar parte de las huestes que pretende resolver asuntos políticos en estrados judiciales, debe renunciar a su cargo.
De no hacerlo, (y aunque quiera emular a Laura Raffo cuando presentó denuncias por difamación en el 2020) lo que Fossati lleva adelante es ser el brazo ejecutor del Poder Ejecutivo (Poder al que por otra pertenece la fiscalía).
No es la primera vez que desde el retorno democrático el partido de gobierno apela a sus fiscales, disfrazando de ropaje jurídico lo que es un problema netamente político.
En el primer gobierno de Sanguinetti el triste rol de marioneta del poder lo cumplía el por entonces fiscal Miguel Langón; el caso más resonado fue cuando saliendo en defensa de la honorabilidad del primer magistrado, presentó juicio penal contra el entonces director de Mate Amargo, Eleuterio Fernández Huidobro.
Decimos la más resonada porque además, el reconocido jurista presentó demandas penales ensañado en particular con el MLN-T pero también contra otros grupos de izquierda.
Mirado a la distancia, el juicio de Langón contra Mate Amargo iba dirigido a defender el honor de Sanguinetti, expuesto desde las páginas del semanario como uno de los testigos presenciales de la creación del Escuadrón de la Muerte en los años 70.
Comparado con éste hecho, lo de Fossati es un berrinche de quiénes pueden considerar que el caso Astesiano es una nueva “embestida baguala”.
Grafos quebrados
Pero decíamos, Fossati certificada ahora por 15 días luego de conocerse los audios divulgados por Legítima Defensa, se la agarró contra algunos periodistas.
No todos claro; los que cubrieron periodísticamente el caso Astesiano como quién habla del estado del tiempo, no son un problema para ella tanto que fue a uno de ellos que le planteó lo que estaba sintiendo con el complejo caso y los vínculos de personajes del poder que debía evitar tener que indagar.
La solidaridad y la histórica lucha por la libertad de expresión no se hizo demorar y Caras y Caretas recibió mensajes de apoyo ante el atropello de una fiscal, que eso si seguramente forma parte de sus convicciones y de su método de trabajo, pretende una sociedad donde la prensa alternativa, tenga los lápices con el grafo quebrado.