Por Rolando W. Sasso
Parece mentira, estimado lector, medio siglo escribiendo la historia. Contra viento y marea, en formato tabloide cuando se vendía a fuerza de militancia hasta los tiempos modernos en que llega al lector de forma digital. Y resulta que sí, que “veinte años no es nada” como dijo el mago con su inconfundible voz, pero casi sin darnos cuenta el Mate Amargo cumple sus jóvenes 50 años.
Vamos a tener que hacer una torta bien grande para poder colocar tantas velas.
Comenzó saliendo los martes, con la dirección de Luis Rico como Director Responsable y una flota de colaboradores que hicieron la pata ancha para cebar los primeros mates espumosos. Relatan los que estuvieron que mucho esfuerzo se necesitó para concretar la salida del nuevo periódico.
Fue el 13 de marzo de 1973 que vio la luz el número uno y como sonseando llegó hasta acá, no sin interrupciones provocadas por la censura previa, las clausuras, la dictadura y por qué no decirlo, las dificultades económicas.
Mucha gente pasó a lo largo de estos años por la plantilla de trabajadores o colaboradores, en lo personal me tocó incorporarme a la rueda del Mate en el año 1992, en la segunda época; primero como partícipe en fotografía y luego encarando la máquina de escribir que tantas satisfacciones nos diera. Después vinieron las modernas computadoras y hubo que adaptarse hasta que nos “robaron” el papel y el querido Mate se transformó en digital.
Recuerdo los “Prontuarios” de la contratapa, tantas veces consultados y que los lectores esperaban con indisimulada ansiedad, para enterarse del tenor de los trapitos que el periódico sacaba al sol sobre la rosca del poder económico y político. Así los Raffo, Zerbino, Sanguinetti, Calcagno, Strauch, Ferré, Otegui y otros de grandes fortunas y dobles apellidos se vieron desenmascarados ante la opinión pública.
Rememoro con cariño los tiempos pasados en aquella redacción y a todos los compañeros que conocí allí. Entre otros a Carlos Núñez, guía y maestro en la formación de los más nuevos; al “Negro” López Mercao, siempre con una anécdota, una sonrisa y una pluma envidiable. También al “Memo” Reichman, un gran entrevistador de toda la movida cultural; a Isabel Fernández que recorría obras sociales, tablados barriales, cantegriles … recogiendo la palabra de los sin voz; al inigualable Julio Toyos, el “poeta” que tanto tiempo escribió las páginas centrales destacando los temas que interesan a la gente sencilla.
Recuerdo a Darío Rodríguez, Luis Rómboli, Mario Mazzeo, Ramiro Priscal, al “Negro” Maidana, Graciela Rodríguez y otros noteros que escribían sobre lo que venga.
No puedo olvidarme de Raquel Dupont en la secretaría, que no tenía pelos en la lengua para decir lo que pensaba; de José Fernández el administrador de pesos flacos; de Arturo Dubra que nunca integró la plantilla del Mate, pero que siempre estaba. Recuerdo a Amadeo Rivero que hacía las correcciones antes de mandar el producto a la imprenta, había estado en una comisión investigadora de los implicados en la colaboración con los nazis en la Segunda Guerra Mundial.
¿Y qué decir de los acontecimientos sobre los que se informara? Los plebiscitos y referéndums, las luchas obreras, la extradición de los vascos de La Trainera, las movidas carapintadas y la toma del cuartel de La Tablada en Buenos Aires, Los avances del PT de Lula, la muerte en París de Raúl Sendic, las campañas electorales, la búsqueda de los desaparecidos… Cuanta cosa para repasar de las páginas del Mate Amargo elaboradas a lo largo y ancho de medio siglo vivido y disfrutado al mango.