Por Silvia Carrero Parris
Hace mucho que voy a estas marchas. Incluso desde cuando creía que el problema del patriarcado no tenía el peso que se le atribuía. Con el tiempo, y porque como cantaba la Negra, todo cambia, he visto. Y no he dejado de ver, desde ese momento.
Y lo que vi en esta marcha me puso a pensar con cierta intensidad en algo que hace tiempo vengo rumiando. Podría decir en realidad que fueron dos imágenes las que me motivaron a escribir.
Una, es la del Bloque Separatista Abolicionista. Estaban en 18 de julio y Julio Herrera y Obes. Eran un bloque, tal cual. Reunidas, unidas dentro de un cordón, separadas del resto por voluntad propia. Desde allí, coreaban consignas de fuerte contenido político contra la trata de personas, contra el sistema (aceptado en general, y con beneplácito diría yo) que confiere a la prostitución la categoría de trabajo, e incluso asume que es un derecho a ejercer por la mujer, y otras más que no me quedé a oír. Más adelante, como una especie de frontera sin intención entre ellas y el resto, los ómnibus de transporte en el que las mujeres de la UNOTT se habían trasladado separaban a las separatistas del resto de la marcha.
Queda para la anécdota el ingenio (y a veces la ingenuidad) de las expresiones plásticas de la muchedumbre. Carteles individuales, pancartas, los propios cuerpos como lienzo, retratos en alto con las caras y nombres de las asesinadas y las desaparecidas. Niñas con sus madres, jóvenes con su estilo tan de festejo, algún hombre que prefirió desatender la consigna general, nosotras las veteranas, que salimos desde cuando la mayoría de la gente se paraba en las veredas para mirarnos con cierto desprecio, ahora mirando con cierto resquemor tanta algarabía, pero felices porque sí, la cosa parece estar cambiando, al menos en número.
La segunda imagen la vi entre ese montón de gente; dos mujeres con un cartel que dice representarnos a todas. El cartel reza: Fuerza Fiscal Gabriela Fossati las mujeres de a pie estamos todas contigo.
Entre la orilla compacta y cerrada del Bloque Separatista y la orilla (¿?) del dúo con su cartel, fluye la muchedumbre como una corriente sin más rumbo que llegar al final del recorrido.
¿Cómo van ustedes a las marchas? A cualquiera de ellas. ¿Cómo van? Yo siempre fui organizada. Quiero decir con esto que salía con un grupo. Mi sindicato, o mi organización política. O sola, cuando voy a la del Orgullo. Y ahora, que voy sola a todas por distintas razones, busco alguna pancarta que represente la consigna convocante, o la bandera de mi organización, y marcho detrás. Porque la realidad es que una marcha como cualquier expresión política en el sentido más amplio, si no se desarrolla de modo organizado, y expresa claramente el objetivo que la reúne, pierde una gran parte del impacto que busca causar. Voy (vamos todas creo yo) a acompañar un planteo, a manifestar un acuerdo con la convocatoria; no a discrepar más que con quien se opone a lo que reclamamos.
El ejemplo más claro de esto que quiero decir, es la marcha del 20 de mayo. Es la marcha del silencio. Quizás muchos no sepan o no recuerden que, al principio, empezó a hacerse con esa característica y hubo sectores minoritarios que discrepaban con la forma decidida para llevarla adelante. Sectores que no armaron su propia marcha, a sabiendas de que sería minúscula. Querían aprovechar la convocatoria fuerte de los organizadores y a la vez, torcer el objetivo. A eso le llamábamos copar. Querían aprovecharse del trabajo de otros, de su llegada, de la comprensión de la gente que los acompañaba e imponer su pensamiento a prepo. Pero había unidad en la convocatoria, un objetivo claro para la gente y sobre todas las cosas, organización. Por lo cual, abandonaron el intento rápidamente. De tal modo que el sentido y objeto de la Marcha del 20 de mayo, nunca fue trastocado, ni ambiguo. Se acuerda o se discrepa, pero todo el mundo sabe con qué acuerda y discrepa.
Creo que de esa experiencia hay que aprender.
Si bien no se puede comparar con la Marcha del silencio, la marcha del 8 de marzo debe poner en práctica, creo yo, algunos criterios.
Los feminismos no pueden discutir desde la perspectiva del color del pañuelo o desde quiénes tienen la bandera más representativa. Los objetivos que se reivindican el 8 de marzo son muy amplios, muy variados, con distintos enfoques. Necesariamente habrá roces, pero tiene que haber organización. La que surge de la discusión con la gente, para que la propia gente sepa que cuando se enfrenta a un cartel que pretende presentar como mártir del patriarcado a una mujer que está jugando a favor del sistema, claramente, haga un vacío alrededor. Una discusión que permita comprender la razón de cada enfoque, y el tremendo peso que tiene la acción común. No es otra cosa la que hace de cada 20 de mayo un hito histórico. Es que “la gente sabe” por qué está ahí.
Esa discusión debe darse durante todo el año, si queremos que florezca el 8 de marzo. Porque entre esas dos orillas, entre el régimen militante del bloque separatista y las dos mujeres intentando pasar por mártir a una privilegiada del sistema, está el mundo con el que cambiaremos todo y sin el cuál será imposible.