Por Martín Delgado Cultelli
En 1929 el gran pensador marxista latinoamericano José Carlos Mariátegui escribió sus “Tesis Ideológicas, el problema de las razas en la América Latina”, siendo uno de los primeros análisis sobre la situación de los pueblos indígenas del continente que no reproducía discursos de racismo científico y/o culturalismo. Dichas “tesis” fueron presentadas por una delegación del Partido Socialista Peruano (fundado por Mariátegui un año antes) en la Primer Conferencia Sindical Latinoamericana en Montevideo. Allí desarrolló las tareas que los movimientos sindicales y revolucionarios debían hacer en conjunto con los pueblos indígenas.
Uno de los señalamientos del pensador peruano, en la interpretación de la situación de los pueblos originarios del continente, es la carencia de datos estadísticos sobre dichos pueblos. La ausencia de dichos datos hace difícil una interpretación correcta de las necesidades de dichos pueblos y por lo tanto dificulta los quehaceres de las fuerzas izquierdistas. Esto llevo a Mariátegui a tener que recurrir a informantes (la mayoría de ellos miembros de distintos partidos comunistas de la región) para hacerse una idea de las situaciones de cada país. La mayoría de estos informantes estaban imbuidos del negacionismo criollo con los pueblos indígenas y generaron los puntos flojos de la interpretación mariateguista (incluso los “camaradas” de Brasil y México le llegaron a decir que en sus países no había racismo). El intelectual peruano intuía de la falsedad de estos “camaradas” pero no tenia datos estadísticos para contrarrestarlo. El pensador indigenista también sostuvo que la ausencia de datos es particularmente alarmante en los países donde la población indígena es minoritaria (donde incluye a Uruguay). “Una vez más, subrayo que el hecho de que el sector ‘civilizado’ de América Latina no tenga amplios conocimientos al respecto no justifica de ninguna manera nuestra despreocupación hacia esas poblaciones: al contrario, plantea el deber de estudiar suficientemente sus condiciones para poder formular con algún acierto las constataciones objetivas que nos permitan formular una táctica adecuada” (1).
En el Montevideo de 1929, gano el posicionamiento del menosprecio a los pueblos indígenas. Y muchos de los señalamientos hechos por Mariátegui siguieron siendo un debe para la izquierda latinoamericana en general, y en especial la uruguaya. Si bien en el resto del continente, en los últimos 25 años han mejorado los registros estadísticos sobre la población indígena, lo cual ha contribuido a visualizar la relevancia de la situación indígena (para ver solo basta consultar a la CEPAL), en Uruguay esto sigue siendo un debe. La ausencia de datos estadísticos y su difusión general, ha sido uno de los factores que ha ayudado a reproducir la invisibilidad indígena en el Uruguay.
Este proceso que ha marcado fuertemente a Uruguay y otros países de la región (especialmente Argentina y Chile) por el cual no se registra a la población indígena, pero si se registra a la población migrante (generando una sobredimensión del peso de la migración europea del 900) es lo que algunos han denominado el “Genocidio Estadístico” de los pueblos indígena. Como los indígenas no existen estadísticamente para el Estado, el Estado nunca se preocupo por hacer política pública para esta población. Y esto no solo involucro al estado, sino que como vemos en las críticas de Mariategui a sus “compañeros” latinoamericanos, esto también ha involucrado a la sociedad civil en su conjunto y a las izquierdas. O sea, la negación e invisibilización indígena es un problema de hegemonía y el Estado, concebido en su dimensión gramsciana.
Hoy, en este 2023, tenemos una nueva oportunidad de combatir el “Genocidio Estadístico” de los pueblos indígenas del Uruguay. A pesar de que el INE no incluyó las propuestas que les hicieran las organizaciones indígenas en una falsa consulta (desgraciadamente nuestras instituciones públicas confunden el ejercicio de democracia directa de la “consulta indígena” con un mero tramite administrativo para hacerse ver como inclusivos ante los organismos internacionales de derechos humanos), siguió manteniendo las preguntas de auto reconocimiento étnico-racial.
La pregunta de auto reconocimiento étnico-racial fue incluida originalmente en el Censo 2011, siendo un logro de los colectivos afro-descendientes e indígenas. Particularmente en el caso afro, permitió visibilizarlos y volverlos objeto de políticas publicas y de una reflexión y estrategia profunda de las izquierdas en pro de su emancipación. Sin embargo, en el caso indígena, esto siguió siendo un debe. Ni siquiera se difundieron debidamente los resultados de ese censo.
En este Censo 2023 es sumamente importante prestarles atención a los resultados de auto reconocimiento indígena ya que nos podrá permitir tener un pantallazo (digo pantallazo porque en realidad se necesitaría un censo especifico con preguntas mucho más adecuadas que las que utiliza actualmente el INE) de la situación en que viven miles de compatriotas olvidados históricamente por el Estado. No podemos saber como ejercer una justicia social e histórica si no sabemos su situación socio-económica y territorial. No podemos realizar políticas publicas si no tenemos una idea de cual es la situación y los debes del Estado.
Es por eso que en este 2023 en Uruguay, tendremos una oportunidad para empezar a llevar a la practica esa agenda revolucionaria que planteara Mariátegui en 1929 con los pueblos indígenas y que por una ceguera eurocéntrica nunca se llevó a la práctica.
Nota:
(1) Mariategui, J. C. 2010. Tesis Ideológicas. El Problema de las Razas en América Latina. En: La Tarea Americana, pp 101, CLACSO, Prometeo Libros, Buenos Aires.