Por Maribel Acosta Damas
Empiezo este artículo al calor de los resultados preliminares de las Elecciones Nacionales en Cuba del domingo 26 de marzo. Aun es lunes por la mañana y se me agolpan un montón de ideas en la cabeza, que comparto con ustedes, casi a modo de “confesionario”.
Fue el domingo una jornada de muchas expectativas: Cada parte electoral que informaba el por ciento de votantes nos remitía a la misma pregunta: ¿Cuál será la cifra de votantes? Y mirado al revés, de abstencionismo…
Los resultados preliminares e irreversibles ofrecen los siguientes datos:
- La jornada inició con un parte básico de 8 millones 120 mil 072 electores, ejercieron su derecho al voto 6 millones 164 mil 876 cubanos, lo que representa el 75.92% del padrón electoral.
- Del total de boletas depositadas en urnas resultaron válidas el 90.28%.
- En blanco fueron el 6.22% del total y anuladas 3.50%.
- Del total de los votos válidos emitidos el 72.10% fueron votos por todos y el 27.90% resultaron votos selectivos.
Estos resultados validan la elección de los 470 candidatos propuestos como diputados al máximo órgano de poder del Estado, ya que todos cumplen con el requisito institucional de más del 50% de los votos válidos emitidos por los electores.
¿Qué hay detrás de estos números?
Desde España, un entrañable y leal amigo de la Revolución Cubana se comunicaba conmigo durante la jornada y señalaba: “la gran apuesta del enemigo externo es el abstencionismo”. Cierto. Ahí estaba la clave. Porque como ya apuntábamos en el artículo anterior sobre el tema, la asistencia a los comicios en Cuba son un termómetro de consenso de la Revolución, un suceso patriótico e identitario y un acto de soberanía nacional. Y en los más de 60 años de la Revolución, este ha sido un medidor de futuro. Quienes van a votar, como generalidad, apuestan por el sistema político. Ahora, mucho más.
Han sido años muy duros desde las últimas Elecciones Nacionales en 2018: Impacto económico brutal del bloqueo con medidas de más ahogo y desesperanza, consecuencias nocivas en extremo de la pandemia y la pospandemia, huracanes devastadores, una economía que no ha podido remontar, un daño visible en los sectores de Educación y Salud; una altísima tasa de emigración en los últimos dos años que resiente el tejido productivo y social del país y un desgaste mayor del pueblo, ese que ha llevado sobre sus hombros la resistencia de tantos años. Sin olvidar la feroz campaña mediática a la que la Revolución ha sido sometida sin descanso.
Sin embargo, contra todos los pronósticos de los escépticos, de la derecha total, y ahora de “los precavidos”; los “por si acaso” (los que piensan que es mejor moderarse en favor de la Revolución Cubana); a pesar de ellos, la gente fue a las urnas, votó y votó bien. Y las elecciones dieron una vez más el voto a la Revolución. No con los tradicionales porcentajes del proyecto revolucionario. Es verdad también, pero el resultado no es menor. Tampoco es para darse golpes de pecho narcisista. Ganamos (y me incluyo) pero hay que remangarse la camisa y trabajar mucho más duro para restaurar el NOSOTROS que nos ha traído hasta aquí, y en medio de todos los acosos y un mundo complejo y desesperanzado, acelerar las rutas que se han emprendido: los cambios económicos necesarios, las articulaciones democráticas en las que hay que seguir avanzando, la refundación de nuestras organizaciones, la atención minuciosa a los ancianos, vulnerables y a los bolsones de pobreza emergentes; el control popular raigal, la bienvenida a la búsqueda de más soluciones creativas y sustentables para retener a nuestros jóvenes; la esperanza. Sin esa no hay de qué hablar.
Pero… ¡caraj…! No puedo evitar sentir orgullo y respeto mayúsculo por mi pueblo, por las mujeres (en más de un 50 por ciento en este parlamento), por los jóvenes – que siguen dando la batalla; por quienes en el trozo de país donde están, dejan el alma cada día y no se cansan. Y en lugar de desgracias, prueban oportunidades y solidaridad. Por el entrenador deportivo de la escuela de mi barrio que todos los sábados (llueva, truene o relampaguee) inicia su juego de beisbol a las 8am con la bandera cubana, el Himno Nacional y sus niños listos para “comerse” el campo de pelota”, en la inmensa alegría de sus familiares y del barrio; que abre sus ventanas admirado, para verlos. Por aquella maestra de Pinar del Río, madre soltera de tres hijos, que en medio de las ruinas de su casa al paso del ciclón, lloraba y contaba cómo había perdido lo que había construido con sus manos, pero acto seguido dijo: “No me voy a rendir”. Y no se rindió. Se movilizó la gente de todas partes y junto a ella, lo recuperaron todo. Y de paso se convirtió en una líder popular que empezó a organizar la entrega de ayuda para sus vecinos.
Mi amigo Juan Rafael, al saber los resultados de las elecciones esta mañana, me escribía: “¡La Cuba indoblegable por el enemigo externo y sus mercenarios!” ¡Enhorabuena! (Puño cerrado).
Recurro inevitablemente a José Martí y su periódico: PATRIA. (Patria y punto).