Ante la crisis de la Pax Americana

0

Por José Ernesto Novaes (1)

 

Me gustaría comenzar esta reseña contando la manera fortuita en que un libro llegó a mis manos.

En la larga línea para abordar el vuelo de Copa con destino a La Habana, desde Venezuela, identifico a Manolo de los Santos, joven y talentoso militante. Luego de saludarnos, me presenta a Vijay Prashad, a quien había leído pero nunca saludado. Vijay de inmediato, sonriente, me pregunta:

-¿Tienes algo para leer en el viaje?

Niego y me regala la edición española de su más reciente libro, una larga y estimulante conversación con Noam Chomsky, uno de los más conocidos e influyentes intelectuales contemporáneos. El libro se titula La retirada. Iraq, Libia, Afganistán y la fragilidad del poder de los Estados Unidos (Capitán Swing Libros, 2022) con prólogo de la también prestigiosa intelectual y luchadora social Angela Davis.

En las alrededor de cinco horas que dura el vuelo, incluyendo una escala en Panamá, termino de leerlo. Cuando le comento a Vijay, en el descenso al Aeropuerto Internacional de Tocumen, que ya casi lo he terminado, su comentario entre sonrisas es:

-Los libros debieran estar hechos para poder leerse en un viaje en tren o en un metro. No tienen que ser largos y aburridos.

Chomsky y Prashad tienen en común una amplia erudición, la capacidad de expresar en forma sintética y comprensible problemas complejos de la geopolítica contemporánea, una visión crítica (y por momentos cáustica) de los Estados Unidos en su papel de gendarme del mundo y una amplia militancia forjada y madurada siempre del lado de los oprimidos, de los perseguidos, de los débiles. Esto hace que La Retirada, estructurado como una larga charla sobre diversas temáticas, siguiendo un eje común, resulte un libro al mismo tiempo ameno y útil para entender el mundo actual.

En sus famosas Tesis sobre la filosofía de la historia, Walter Benjamin establecía como uno de los deberes del historiador (materialista histórico, desde luego) «pasarle a la historia el cepillo a contrapelo». Contraponerse entonces a la historia oficial, la historia de los vencedores y los poderosos, como única forma de interpretar la historia desde una perspectiva verdaderamente emancipadora.

Ese es el ejercicio que realizan ambos autores. Partiendo desde la Guerra de Vietnam, realizan un ejercicio de desmontaje de los mitos oficiales del imperialismo norteamericano y occidental y un rescate de la memoria y las voces de sus víctimas. Pero no es una lectura con intenciones de emitir un juicio esencialmente moral, sobre lo incorrecto o no de estas guerras, sino un intento sistemático y documentado por entender los intereses que las propiciaron y las sostuvieron en el tiempo. Su espacio en el complejo engranaje de articulación y rearticulación permanente de la hegemonía del capitalismo contemporáneo.

No quiere decir esto que los autores estén ajenos también a una condena moral de los hechos que analizan. Como militantes ambos, Chomsky desde los propios inicios de la Guerra de Vietnam, ambos han conocido de cerca a las víctimas, han visto los estragos de la guerra. El propio Chomsky estuvo en Vietnam del Norte en 1970 y pudo ver la salvaje destrucción de la aviación norteamericana en el país. De hecho, en un trabajo de los años 70 con Edward Herman, titulado Economía política de los Derechos Humanos, desarrollan la noción de víctimas dignas e indignas. Las víctimas dignas eran aquellas que se atribuían a un enemigo oficial y que, por tanto, eran computables, mientras que las indignas eran las víctimas de cualquier acción emprendida por el gobierno norteamericano, que no recibían ninguna atención mediática ni oficial y que eran sistemáticamente invisibilizadas.

La perspectiva moral es complementaria entonces de un análisis que apunta a exponer en su esencia más brutal y descarnada los mecanismos de reproducción del sistema y el cinismo con el cual sus estructuras ideológicas construyen la versión de la historia “oficial”. Libros como este son la necesaria crítica a una nación que, en virtud de su supremacía, pareciera haberse quedado sin autoconciencia crítica.

Hablando de la Guerra de Libia de 2011, donde los bombardeos de la OTAN acabaron destruyendo lo que era una nación políticamente estable hasta dejarla sumida por completo en un caos del cual aún hoy no se recupera, Vijay recuerda la Comisión Internacional de Investigación creada al año siguiente de la invasión por la ONU para investigar las acciones de la OTAN en Libia y rendir un informe en virtud de la Resolución 1973 del Consejo de Seguridad. Dicha comisión pidió a la OTAN que proporcionara detalles sobre los bombardeos, a lo que el abogado de la organización respondió exigiendo a la comisión explícitamente que declarara que la OTAN no había cometido ningún crimen de guerra. Respecto a esto, Chomsky apunta:

«Decir OTAN es decir Estados Unidos, y Estados Unidos, por definición, no puede cometer crímenes de guerra. No puede cometer crímenes de guerra ni siquiera según los cánones del derecho internacional. Cuando los estadounidenses aceptaron la jurisdicción de la Corte Internacional, añadieron una cláusula en virtud de la cual no estaban obligados por la Carta de la ONU ni por la Carta de la Organización de Estados Americanos (OEA). Ese fue el texto que añadió Estados Unidos como parte de su “aceptación de jurisdicción” en 1946. Y esos son los fundamentos del moderno derecho internacional. Estados Unidos insistió desde un primer momento en que no estaría obligado ni por la Carta de la ONU ni por la Carta de la OEA, de modo que está legalmente autorizado a cometer crímenes de guerra, incluso a cometer genocidio. Cuando los estadounidenses firmaron la convención sobre el genocidio en 1988 (…) añadieron una cláusula que establecía que dicha convención no se aplicaría a Estados Unidos.»

Este poder imperial que se coloca a sí mismo por encima de cualquier fiscalización, ya no es, sin embargo, el poder hegemónico e indisputado de la década del 90 del siglo XX y los primeros años del siglo XXI cuando emergió como superpotencia vencedora de la Guerra Fría. Nuevos actores emergen con mucho fuerza a nivel global y regional, poniendo en disputa su condición de árbitro indiscutido y la capacidad de su poderío militar para lograr por la mera fuerza bruta lo que la diplomacia y otras artes no lograron por su vía.

La desastrosa retirada de Afganistán después de 20 años y miles de millones de dólares gastados para sostener en el poder a un gobierno títere y corrupto incapaz de resistir frente al Talibán, las implicaciones globales de la Guerra de Ucrania, la guerra económica con China y el empuje creciente de la nación asiática, la tenaz resistencia de proyectos como el iraní, el cubano y el venezolano entre otros, ponen en jaque al imperio y demuestren lo que ya desde el título del libro se sugiere: la fragilidad del poder de los Estados Unidos.

La Pax Americana, que pudiera homologarse con esa famosa frase de Tácito que Chomsky cita con frecuencia: “Creáis un desierto y lo llamáis paz”, ha agotado sus posibilidades de convencimiento.

Chomsky y Prashad diseccionan las entrañas del capitalismo norteamericano y su política imperial y, con fina dialéctica, ponen en evidencia la existencia en su seno de una peligrosa contradicción: el mayor poder militar de la historia descansa en las manos de un imperio decadente. De esta contradicción emerge el mayor peligro que haya conocido nunca la historia humana, pero también inmensas posibilidades revolucionarias. Debemos empujar la balanza del futuro para que se incline del lado adecuado.

 

Nota:

(1) Escritor, periodista e investigador. Coordinador del capítulo cubano de la Red en Defensa de la Humanidad.

Comments are closed.