EU/OTAN vs. el nuevo “eje del mal” China/Rusia-¿De la guerra híbrida global al uso de armas nucleares tácticas?

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Por Carlos Fazio

La simbólica visita de Estado del presidente chino Xi Jinping a Rusia, los días 20, 21 y 22  de marzo pasado, fortaleció la alianza económico-militar estratégica entre ambos países y refrendó el impulso de  sus mandatarios a  la democratización de las relaciones internacionales.

Para conservar su declinante hegemonía mundial, las élites plutocráticas de Estados Unidos y Gran Bretaña −con la OTAN como instrumento militar del llamado “Occidente colectivo”−, están impulsando una guerra híbrida contra China y Rusia de resultado incierto. La estrategia general de las dos potencias anglosajones es aplastar a Rusia a cualquier costo y “tercermundializar” a Europa. Y si EU/Gran Bretaña/OTAN logran derrotar a Rusia, la próxima víctima será Irán, mientras buscan aislar y contener a China mediante una Otanización de la región Asia-Pacífico.

Sometida a una guerra híbrida industrial-comercial-militar-cultural-psicológica subrogada (o proxi) en el territorio de Ucrania, el futuro de Rusia dependerá del resultado de la intervención lanzada por el Kremlin en febrero de 2022. En forma paralela, como vía para involucrar a Rusia en una guerra fratricida y desgastarla, el objetivo de los servicios secretos anglosajones (CIA, MI-6) es fomentar una “revolución de color” (golpe suave) en su territorio, es decir, provocar actos de terrorismo y de desobediencia civil y armada de cara a las elecciones rusas de 2024.

El agotamiento y descomposición del  sistema económico-financiero de Bretton Woods liderado por EU desde el final de la Segunda Guerra Mundial, no tiene que ver con el conflicto en Ucrania. La inflación galopante en EU  y la subida de precios de la energía provocada por las coercitivas sanciones antirrusas no son más que un detonante del colapso de las burbujas financieras previamente infladas por sus políticas expansionistas.

Según el ministro de Planificación y Macroeconomía ruso Sergey Glazyev, “aunque EU y sus satélites confiscaron un billón de dólares tanto de dinero público como privado de cuentas rusas en el extranjero, no podrán salvar el colapso de su sistema financiero; sólo lo han retrasado gracias a las reservas monetarias rusas”. “Su rusofobia fue un disparo en el pie, que ha despojado al dólar, la libra esterlina y el euro de su papel como divisas mundiales”.

Rusia ha venido impulsando la creación de una coalición de países que busca establecer una nueva moneda de pago internacional (basada en el oro y las materias primas) que sustituya al dólar como moneda de reserva del FMI, lo que llevaría a la destrucción del sistema público y privado de EU, fuente del monopolio directo en la emisión de dinero y del imperio del dólar que le permiten ser una superpotencia.

En ese proceso el Kremlin ha venido impulsando el aumento del comercio bilateral en monedas propias (como son los casos de Rusia-China, Irán-India, Rusia-Irán, China-Irán, Emiratos Árabes Unidos-India), y una alternativa al sistema internacional SWIFT (la plataforma de transferencias interbancarias global, utilizada por del Departamento del Tesoro de EU como una herramienta punitiva no militar contra países considerados enemigos, de la que los bancos rusos han sido desconectados en la coyuntura).

La tendencia hacia la conformación de dos bloques económico-financieros parece inevitable: una zona dolarizada, con la eurozona incorporada de facto desde la sede de la OTAN en Bruselas, frente a la mayoría del Sur Global, con un nuevo sistema financiero y una nueva moneda de intercambio para el comercio internacional que sustituya al dólar.

Frente a la “gran sorpresa” de la resiliencia rusa a la guerra híbrida de EU/OTAN/UE, Washington no puede ceder la primacía del dólar, porque sería el último paso en su inexorable declive imperial; por lo que se ve tentado a promover una peligrosa contraofensiva de  primavera de las fuerzas subrogadas de Volodímir Zelenski en los territorios incorporados por Rusia –que confirmaría la voluntad de Joe Biden de “luchar hasta el último ucraniano”−, incluido el escenario de una guerra en Crimea.

China, EU y la OTANización del Indo-Pacífico

A su vez, la estrategia de China consiste en garantizar la seguridad económica de un capitalismo policéntrico (o descentrado), mediante la consecución de su autosuficiencia financiera, la acumulación de reservas estratégicas, la soberanía tecnológica y la creación de una amplia periferia económica por medio del proyecto La Franja y la Ruta de la Seda, regida por acuerdos de beneficio mutuo mediante una combinación de ventajas competitivas a través de inversión conjunta y el respeto por la soberanía nacional (de los países socios) y el derecho internacional.

Coincidiendo con su reelección para un tercer mandato, el presidente Xi Jinping señaló que la guerra híbrida contra su país es una operación estadunidense; anunció la intención de crear el “mejor ejército del mundo” y llamó a acelerar el desarrollo de la ciencia y la tecnología para blindar a China ante el cerco sin precedentes que está aplicando la administración Biden. Es la primera vez que Jinping critica públicamente por su nombre a EU, que, dijo, ha  impuesto a China “una contención, un asedio y una represión totales”, que suponen “retos graves y sin precedentes para el desarrollo” de su país.

En una tácita reedición de la guerra fría contra el comunismo soviético, las administraciones Trump y Biden  intensificaron su ofensiva contra el desarrollo de alta tecnología en el coloso asiático: la llamada “guerra de los chips”. A su vez, en 2021, Biden  aceleró el proceso de la OTANización de la región  el “Indo-Pacífico” mediante la alianza trilateral AUKUS (contracción de Australia, Reino Unido y EU en inglés), que contempla una mayor coordinación militar nuclear de los tres países en el océano Pacífico, y ha tenido un comportamiento provocador al utilizar a Taiwán −una de las “líneas rojas” de Pekín en base al principio de una sola China, cuya fusión EU y Japón pretenden evitar− como pivote desestabilizador hacia China.

EU manipula la opinión pública internacional promocionando una especie de “ Ucrania hoy, Taiwán mañana».

En ese contexto, el pasado 24 de febrero China formuló 12 planteamientos claves para la solución política de la crisis de Ucrania, a saber: respetar la soberanía de todos los países; abandonar la mentalidad de la Guerra Fría; cesar las hostilidades; reanudar las conversaciones por la paz; resolver la crisis humanitaria; proteger a los civiles y prisioneros de guerra; mantener la seguridad de las centrales nucleares; reducir los riesgos estratégicos; facilitar las exportaciones de cereales; poner fin a las sanciones unilaterales; mantener estables las cadenas industriales y de suministro; y promover la reconstrucción posconflicto.

Estados Unidos no podía aceptar el plan de paz de China, ya que varios de los puntos aludían implícitamente acciones impulsadas de manera encubierta por el Estado profundo (el poder invisible que dirige los pasos del inquilino de turno en la Casa Blanca). Por lo que  en medio de una guerra de propaganda que en los últimos días profundizó la amenaza del  arsenal nuclear, la puja entre las potencias entró en una dinámica de signo incierto, cuya tendencia parece apuntar al surgimiento de un nuevo orden mundial “post-occidental”.

La paradoja de la guerra por delegación de EU y la OTAN contra Rusia en Ucrania, es que el “Occidente colectivo” parece cada vez más unido pero su influencia en el orbe decrece de manera acelerada. La rusofobia desatada por EU y Gran Bretaña reúne a 33 países que representan poco más de una octava parte de la población mundial, mientras las naciones restantes, que comprenden casi el 90% de los habitantes  del planeta, parecen optar por un regreso al multilateralismo con eje en la defensa de la soberanía y el respeto a los principios del derecho internacional consagrados en la Carta de la Organización de las Naciones Unidas.

Así, mientras la administración Biden y sus aliados globalistas agitan la gastada retórica de la guerra fría: democracia versus autocracia, y convierten a Ucrania en un gran campo militar como plataforma para la guerra híbrida contra Rusia, Vladimir Putin y Xi Jinping −cuyos países han profundizado una asociación estratégica integral que incluye la cooperación técnico/militar nuclear− redefinen la agenda mundial y mapean los lineamientos de una nueva multipolaridad adversa a las ambiciones neocoloniales, injerencistas, hegemónicas. Lo que, tendencialmente, deberá concluir con la desmilitarización y neutralidad ucraniana y la consagración de los nuevos hechos sobre el terreno bélico.

La remilitarización de Alemania y Japón y el riesgo nuclear

En forma paralela, Washington y Londres han comenzado a construir un nuevo eje similar al que crearon en los años 30 del siglo pasado los regímenes nazi-fascistas de Alemania e Italia y el Japón militarista. Lo anterior guarda relación con el millonario plan de rearme y modernización de las fuerzas armadas de Alemania anunciado por el canciller Olaf Scholz (el ejército alemán recibiría un fondo especial único de 100 mil millones de euros)  y con el acuerdo para el desarrollo de relaciones militares entre el Reino Unido y Japón.

A su vez, Reino Unido anunció el suministro de proyectiles que contienen uranio empobrecido a Ucrania, lo que de inmediato replicó Putin avisando el despliegue de 10 bombarderos estratégicos capaces de portar armas nucleares en Bielorrusia, nación con la que el Kremlin comparte una doctrina militar común. Putin detalló que para el 1 de julio Rusia terminará un silo para el almacenamiento de armamento nuclear en Biolorrusia, similar a los que EU tiene en Alemania, Bélgica, Países Bajos, Italia, Grecia y Turquía, a los que se suman los arsenales estratégicos del Reino Unido y Francia. (La OTAN utilizó municiones de uranio empobrecido en el conflicto de la exYugoslavia, la guerra del Golfo de 1991, la invasión a Irak en 2003, los bombardeos en Libia en 2011 y en 2015 en Siria).

En ese marco, y tras las declaraciones del director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), William Burns, de que los próximos seis meses serán cruciales en el campo de batalla en Ucrania, no es un dato baladí consignar que el portavoz del Ministerio de Defensa chino, Tan Kefei, expresó el 30 de marzo la disposición del Ejército del coloso asiático a colaborar con las fuerzas militares de Rusia para implementar iniciativas de “seguridad global” y contribuir a “mantener la estabilidad” en el mundo.

Un día después, el presidente de Bielorrusia, Alexandr Lukashenko, denunció preparativos de la OTAN para invadir su país e intentar “destruirlo” mediante una “guerra relámpago” similar a la que fracasó en 2020; intentona, dijo, que podría desencadenar una Tercera Guerra Mundial con “incendios nucleares”. Lukashenko afirmó que no intenta “intimidar ni chantajear a nadie”, pero subrayó que su país garantizará su soberanía por todos los medios, incluido el arsenal nuclear. Señaló que hace una semana ordenó restaurar de inmediato las plataformas en las cuales se habían colocado los sistemas estratégicos de misiles Tópol con ojivas nucleares. E indicó que Bielorrusia no piensa atacar a nadie, pero si es atacada “reaccionaremos de manera simétrica y adecuada”.

El 4 de abril, el ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigú, anunció que las

Fuerzas Armadas de Bielorrusia recibieron el sistema de misiles táctico y operativo Iskander-M, capaz de utilizar armas convencionales y nucleares, y que el entrenamiento de las tripulaciones bielorrusas para su uso ya ha comenzado. Shoigú ratificó que algunos aviones de ataque bielorrusos ya son capaces de atacar objetivos enemigos con armas nucleares.

La anunciada contraofensiva de primavera

Ante la propagandeada contraofensiva de primavera ucraniana en los territorios ocupados por Rusia –alimentada con la entrega a Kiev de carros alemanes Leopard 2A6,  Challenger británicos y blindados Stryker y Cougar de EU, así como cohetes de largo alcance GLSDB y Himars y aviones de combate−, lo que desencadenaría una escalada del conflicto, Lukashenko propuso al presidente ucranio Volodímir Zelenski un cese de hostilidades y declarar una tregua sin derecho a desplazar y reagrupar tropas de ambos bandos, y sin derecho a trasladar armas, municiones y equipo militar. También lo emplazó a iniciar negociaciones de una “paz incondicional” sin demora, bajo el argumento de que el complejo militar-industrial ruso está desplegándose a plena capacidad y después será más difícil sentarse a negociar. Agregó que “si EU y sus satélites” utilizan el alto al fuego para “engañar” a Rusia, el Kremlin se verá obligado a utilizar toda la potencia del Ejército.

Según un artículo de marzo pasado de la publicación Asia Times, en un reciente encuentro entre exfuncionarios de inteligencia, exmilitares de alto rango del Pentágono y exmiembros de gabinetes de los últimos gobiernos de EU, se llegó a la conclusión de que Ucrania será derrotada por el Ejército ruso, incluso si la OTAN hace un “máximo esfuerzo”. Hubo consenso en que la esperada contraofensiva ucrania requeriría de un número de vehículos de guerra que Kiev no tiene, por lo que Zelenski podría aceptar la mediación de China.

Así, mientras la administración Biden se niega a dar un paso atrás y según Seymour Hersh está considerando intervenir directamente en Ucrania (se refirió a la presencia de tropas de la 82 División Aerotransportada en Polonia y de la 101 División Aerotransportada en Rumania), el alto mando ruso está preparándose para garantizar que cuando el terreno se seque, sus tropas puedan lograr lo que en términos militares llaman “un momento decisivo”, como la ofensiva de Stalingrado por el Ejército Rojo en 1943 o la del Tet en Vietnam. El objetivo es avanzar en Ucrania más allá del Dombás y forzar una negociación. Rusia podría ceder el terreno ganado fuera de Donetsk,  pero mantendría el Mar de Azov y la mayor parte del Donbás, un acuerdo que se le podría imponer a Ucrania (desde Occidente) a medida que se quede sin mano de obra y municiones.

 

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