Los peludos  

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En vísperas de un nuevo 1º de Mayo, desde el Mate Amargo queremos hacer un sentido homenaje a los “peludos” de Bella Unión, que dejaron su huella combativa en la militancia sindical y política, con su estilo de participar, siempre de frente y con planteos y práctica nuevas y revolucionarias.

Por Rolando W. Sasso

  Ser peón rural era muy sacrificado en los años 60, especialmente si de cortadores de caña de azúcar estamos hablando. Los peludos de Bella Unión sólo tenían (y tienen) sus manos para trabajar; con algo de suerte enganchaban una zafra con la otra, de este lado o del otro de la frontera. Cortaban caña en Artigas, arroz en la frontera este, remolacha azucarera más hacia el río Uruguay, la naranja en el invierno y la esquila en primavera.

Las patronales no respetaban a sus peones, el trabajo era de sol a sol, sin licencia ni aguinaldo, el jornal no tenía laudo y se efectivizaba en vales para gastar en la cantina del patrón, dormían en aripucas levantadas con sus propias manos. Las leyes nacionales no se aplicaban para el trabajador rural. La protesta estaba latente esperando el momento de manifestarse.

Dicen los peludos que anduvieron en aquellas patriadas que fue en setiembre de 1961 cuando se organizó el sindicato de UTAA (Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas) a iniciativa de Raúl Sendic. En 1962, después de una dura huelga con campamento en los montes del arroyo Itacumbú se concretó la ocupación del ingenio azucarero de Cainsa, con los gringos adentro. Así se resolvió el conflicto y los trabajadores cobraron lo adeudado.

Inmediatamente después se organizó la Primera Marcha sobre Montevideo en reclamo de la ley de 8 horas para el trabajador rural y mejoras en las condiciones de trabajo. “Ningún cordero se salvó balando” se dijo, había que pelear por los derechos.

La segunda marcha fue en junio de 1964 con la consigna “por la tierra y con Sendic” (que ya estaba clandestino). A partir de las discusiones en los fogones habían llegado al convencimiento de que no alcanzaba con las leyes, había que conquistar tierra para trabajar sin patrones explotadores. Fueron al parlamento a reclamar las 30 mil hectáreas improductivas de Silva y Rosas.

En 1968 llegó la tercera marcha cañera a Montevideo para participar con sus banderas del acto del 1º de Mayo en la Avenida Agraciada. Acamparon en el Cerro en un baldío que había conseguido el Comité de Apoyo a la marcha, que venía trabajando desde el año anterior. El desafío era acompañar a los peludos en todo el proceso de organización de la marcha, incluyendo la construcción de la policlínica de UTAA en Bella Unión.

Mauricio Rosencof siempre cuenta que en un campamento por Lavalleja, durante una marcha, amanecía y los peludos avivaban el trafoguero para calentar agua para el mate “era impresionante verlos como en la canción de los Olima, con el sombrero bien aludo, echaupa’atrás” y emponchados que formaban unas sombras impresionantes. “Parece un ejército” le comentó Mauricio al “Bebe” Sendic y él contestó lacónico: “es un ejército”. Era el ejército del pueblo que se preparaba para otra pelea desigual.

El sindicato de UTAA sigue peleando en la actualidad, tal vez con otros métodos, pero sin olvidar sus raíces, siempre combativas y solidarias. Ya no intentarán ocupar las tierras improductivas de los montes del Queguay apoyados con los viejos fusiles del Tiro Suizo; apostarán a la movilización popular encabezada por los niños que ayer vieron por primera vez el mar desde el campamento cañero y que hoy peinan canas y saludan con sus manos callosas. El grito de la consigna seguirá siendo “por la tierra y con Sendic”.

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