“De América soy hijo y a ella me debo.”
José Martí
El 19 de mayo se cumplen 128 años del paso a la eternidad de uno de los más grandes hombres de nuestro continente, José Martí, el cubano, el que nos representó como pueblo al ser nombrado Cónsul del Uruguay en Nueva York y que nos agradecía con los siguientes versos:
Cuando me vino el honor
De la tierra generosa,
No pensé en Blanca ni en Rosa
Ni en lo grande del favor.
Pensé en el pobre artillero
Que está en la tumba, callado:
Pensé en mi padre, el soldado:
Pensé en mi padre, el obrero.
Cuando llegó la pomposa
Carta, en su noble cubierta,
Pensé en la tumba desierta,
No pensé en Blanca ni en Rosa
Mate Amargo lo recuerda hoy más vivo que nunca y por ello publicamos a continuación el homenaje brindado en la Cámara de Senadores por nuestro compañero Daniel Caggiani en abril pasado:
“El 16 de abril pasado se conmemoraron 136 años de la designación oficial como cónsul del Uruguay en Nueva York de José Martí y quiero utilizar estos cinco minutos para recordar hoy de alguna manera y rendir un pequeño homenaje en esta Cámara a un gran escritor, pensador, también político, periodista y revolucionario, y sobre todo, un gran latinoamericanista, anticolonialista y antiimperialista que marcó su tiempo y dejó un gran legado que permanece vigente hasta nuestros días.
Martí nació en La Habana, en Cuba, el 28 de enero de 1853 y murió físicamente en combate, luchando por la independencia de su pueblo frente al Imperio español en Dos Ríos, Cuba, el 19 de mayo de 1895. A pesar de sus exiguos 42 años de vida, se trató de un hombre multifacético, de una labor intelectual propia de un gigante. Como literato fue prodigio y uno de los precursores del modernismo literario en América Latina. Martí no fue un poeta o un escritor más, fue un innovador de su tiempo que hizo escuela.
A sus solo 16 años durante la Primera Guerra de Independencia cubana, cuando fue apresado por el ejército español acusado de traición, ya había terminado Abdala, una obra de teatro completamente escrita por él y que por supuesto, como toda su obra literaria, no puede separarse de su pensamiento y obra libertadora. Y así lo evidencian algunos de sus versos:
“El amor, madre, a la patria
No es el amor ridículo a la tierra
Ni a la yerba que pisan nuestras plantas;
Es el odio invencible a quien la oprime,
Es el rencor eterno a quien la ataca.”
Martí nos dejó a los latinoamericanos un gran acervo cultural de destacadas obras, tanto para adultos como para niños. Si bien el tiempo no me permite detenerme demasiado, no puedo dejar de nombrar algunas de las más extraordinarias obras, como lo son “La Edad de Oro”, “Ismaelillo” o los maravillosos “Versos Sencillos”.
Pero, como dije, no solo dejó escrito, sino también una acción liberadora y revolucionaria que no se enfocó solamente en su pueblo, del que fue exiliado y para quien jugó un rol fundamental en su unificación en contra de la colonia española y posterior independencia, siendo uno de los fundadores del Partido Revolucionario Cubano.
Luego de ser detenido en Cuba y deportado a España en septiembre de 1879, se instala en Nueva York, donde se establece y desde donde se recorre gran parte de Latinoamérica, desarrollando su pensamiento anticolonialista y antiimperialista, que quedó excelentemente plasmado en su obra.
Luego de su regreso a Cuba y poco antes de su muerte. En su carta inconclusa a Manuel Mercado, escrita en 1895 decía:
“Ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país, y por mi deber… de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso.
…con nuestra sangre estamos cegando, de la anexión de los pueblos de Nuestra América, al norte revuelto y brutal que los desprecia,
Viví en el monstruo y le conozco las entrañas, – y mi onda es la de David.”
Para nuestro pueblo Martí representó un especial honor. El 16 de abril se cumplieron 136 años de que también durante el exilio fuera designado, entre otros, como cónsul de Uruguay en Nueva York por el presidente Máximo Tajes, y fue también a sugerencia de su amigo del doctor Enrique Estrázulas, que lo antecedió en el cargo y lo incorporé a la tarea del Consulado durante su gestión, conociendo así muy de cerca su vocación independentista, integracionista que quedó reflejada en su obra “Nuestra América”. También fue cónsul de Argentina y también fue cónsul de Paraguay en Nueva York.
Vaya para él nuestro humilde reconocimiento, al pensador, al poeta, al político, al revolucionario, a este héroe de la independencia y de su patria, pero de su patria como el mismo la entendía: “Patria es humanidad”.