Por José Ernesto Nováez Guerrero
Es marzo de 2023 en una céntrica avenida de Caracas. Entre el bullicio de los autos, los buses, los vendedores callejeros, el ir y venir constante de personas, aguardo por Juan Carlos Rodríguez, quien me ha dado cita para recogerme ahí y llevarme a conocer su experiencia comunal.
El encuentro lo pactamos dos días antes, en el lobby del hotel donde estábamos alojados todos los invitados a estar en Venezuela en la conmemoración de los diez años de la partida física del comandante Hugo Chávez. Ramón Grosfogel me presentó a Juan Carlos y a su compañera Iraida Morocoima. Luego de una breve charla, concretamos el encuentro.
Iraida y Juan Carlos son parte de una experiencia de organización comunal llamada Campamento de Pioneros (CP), la cual surge en el año 2006 y es parte de la plataforma Pobladores, que agrupa movimientos de lucha urbana. CP es una comuna constructiva. Con apoyo del estado, ellos asumen con su propio esfuerzo la construcción de las que serán sus viviendas y constituyen nuevas comunidades donde antes solo había terreno baldío o subutilizado.
José Ernesto Nováez Guerrero (JENG): ¿Cuáles eran las principales influencias de ustedes a la hora de autoorganizarse?
Juan Carlos Rodríguez (JCRod): Nosotros teníamos como referencia la experiencia de lucha de los compañeros uruguayos, los compañeros argentinos, los compañeros brasileros, el MTS (Movimiento de Trabajadores Sin Techo), la misma gente mexicana del MUP (Movimiento Urbano Popular), los chilenos, el Movimiento de Pobladores de Chile, pero el de los 70, el de Allende, el de las villas.
JENG: ¿Cómo ustedes llegan a constituir Campamento de Pioneros? ¿Y qué es Campamento de Pioneros?
JCRod: Desde el principio la propuesta del CP es que un barrio pare a otro barrio. O sea, el barrio que hicieron nuestros abuelos pare un nuevo barrio. Esa es conceptualmente la propuesta, o políticamente la propuesta. Pero no en las condiciones en que nuestros abuelos construyeron los barrios, sino con terrenos, asistencia técnica y recursos del Estado. Esa es la propuesta de partida. Reorganizamos a la gente del barrio para construir una comunidad dentro de la ciudad de la cual siempre fuimos excluidos.
Iraida Morocoima (IM): Comenzamos con la idea de que un barrio pariera otro barrio. Pero después nos fuimos más allá. No era parir un barrio con las mismas circunstancias, montarse en el cerro y hacer los ranchitos. Era algo planificado. Era nosotros poder construir urbanismo. Poder construir ciudad. Ya que le habíamos construido a los ricos. Poder construir de baja altura, a densidad.
Entonces, es una pelea que se da por el derecho a la ciudad. Eso nos abre un camino. Pioneros nace con una idea de Brasil de que ellos se iban a acampar y tomaban terreno. Y se iban a acampar. De allí sale nuestro nombre. Pero entonces nosotros fuimos más allá. Nosotros le pusimos Campamento de Pioneros, comenzamos a investigar cómo se hacía en Uruguay, cómo se hacía en Argentina.
Hicimos nuestros propios estatutos. Los discutíamos. Yo creo que ese inicio de discutir una política, porque no teníamos derecho a discutir política, había gente que no sabía que lo que estábamos discutiendo era política, discutir política para vivir bien, para construir nuevas comunidades socialistas, fue importante. Entonces le colocamos Campamento de Pioneros y la gente nos decía: pero no dice nada. Entonces abajito le colocamos Campamento de Pioneros para la construcción de nuevas comunidades socialistas. Y entonces colocamos una fotito que para nosotros es muy importante, que es la gente, niños, niñas, la silueta de mujeres y hombres, pasándose bloques, cuando todavía no lo habíamos vivido aquí.
Los miembros de CP comenzaron haciendo lo que ellos denominan como tomas simbólicas. Identificaban un espacio público que estuviera abandonado e instalaban una especie de guardia en el exterior, con carpas y acciones reivindicativas. Nunca cruzaban los límites del terreno y en ocasiones podían estar años en el proceso de toma simbólica. La situación comienza a cambiar cuando en 2009 el Comandante Chávez inicia un inventario de terrenos vacíos y se transforma significativamente con la Ley de Emergencia de Terrenos y Viviendas de 2012
Juan Carlos me lleva hasta uno de los campamentos que se alzan en tierras tomadas y reutilizadas por CP para construir viviendas. El campamento se llama 22 de enero, en honor a la fecha en la cual iniciaron la toma por allá por el año 2011 y tiene especial significación para todos los miembros de CP. No solo por la lucha que representó tomar y mantener esas tierras, que habían pertenecido a la compañía estatal Corpoelect y que estaban abandonadas y por la estela de persecución jurídica y política, que llevó incluso a la intervención del Comandante Chávez para zanjar la cuestión en favor de los comuneros, sino también por dónde está ubicado.
El campamento 22 de enero se haya en el corazón del Chacao, un municipio donde residen algunas de las personas más acaudaladas de Caracas. El lujo de los edificios circundantes contrasta con la relativa humildad de los edificios levantados por los mismos que los viven y cuyo estilo constructivo recuerda el de las microbrigadas, experiencia similar que se diera en Cuba en los setenta, ochenta y noventa del siglo XX.
Esos edificios y las personas que los habitan, de clase trabajadora, gente humilde del pueblo, son un acto de resistencia simbólica contra la vieja Caracas, la que segmentaba entre edificios y cerros, entre zonas de ricos y zonas de pobres, entre el lugar donde vivían los amos y el lugar donde vivían sus trabajadores domésticos.
Por su ubicación el campamento ha debido sortear numerosos retos, desde la hostilidad e incomprensión de los vecinos y las autoridades de un municipio claramente antichavista, hasta la hostilidad directa de las famosas guarimbas que durante el 2014 tensionaron brutalmente a la sociedad venezolana y que tuvieron precisamente en el Chacao uno de sus núcleos fundamentales.
Para aprender a vivir, los comuneros se autoorganizan, crean sus propias instancias de justicia y orden, que legislan al nivel de la comunidad, estableciendo las reglas que no se pueden romper, las normas de convivencia y juzgando sobre los diferendos entre vecinos. Crean su propio ahorro, con un aporte voluntario común, que luego puede invertirse en resolver problemas colectivos, en actividades festivas o cualquier otra necesidad que la comunidad vaya enfrentando. Así va naciendo una nueva certeza en los sujetos de este proceso, aquella de que pueden autoorganizarse, de que pueden ser comunidad, de que la comunidad que está naciendo puede ser algo nuevo, totalmente distinto de otras formas que ya conocen.
JENG: Y construir sus viviendas con su propio esfuerzo y vivir las casas que ellos mismos hicieron desde cero ¿ustedes ven que modifica a las personas, que las lleva a una conciencia nueva?
IM: No, todavía eso requiere más camino. Solo se construye comunidad y puede haber un horizonte comunal cuando la gente entiende que su casa es la comuna, que su casa más bien es al contrario, va antes de sus paredes. Y que sus casas no son sus paredes.
Entonces, es un debate permanente. Yo creo que la organización no tiene límites. La organización se tiene que ir renovando y es como el mar infinito, así es la organización. Y así lo vio Chávez. Por eso es que buscamos más el tema de la comuna. Porque hoy nos organizamos para construir, pero después es para debatir, para que la comunidad se mantenga durante el tiempo. Pero no solamente la comunidad, para que nuestros hijos e hijas puedan ser libres en el buen sentido de la palabra. Porque nada logramos si aquí tenemos una casa y resulta que quien se le hizo la casa creyendo que le iba a cambiar la vida, su hijo se le fue.
Cuando logremos que en tu comunidad, se le puede ir a estudiar, se le puede ir a buscar otro horizonte porque así son los jóvenes y deberían de ser así. Pero a buscar una alternativa porque no la tiene donde su mamá y su familia lucharon es triste. Yo soy de las que creo que la organización hay que entenderla desde que siempre vas a estar organizada. No hay un fin, hay etapas. Tú te organizas para hacer una fiesta y terminaste la fiesta. Pero después te vas a organizar para otro y tienes que entender que son etapas, no que te vas a organizar siempre para la misma cosa. Hay gente que se organiza siempre para hacer la fiesta y hasta ahí le llega su organización.
Nosotros tenemos que lograr transferirle a los chamos que la organización tiene que ser un despertar de conciencia. Cuando ya tú dices: pero es que yo estoy haciendo lo mismo, ya yo no estoy despertando a nadie, es que ya pasamos una etapa y te ves en la obligación de organizarte para otra etapa.
JENG: ¿Se puede decir que La Comuna es en esencia un proyecto descolonizador?
IM: Sí, sí lo es.
JENG: ¿Por qué?
IM: Porque es creadora de conciencia. Es donde la gente se comienza a decir, ¿cuál es la diferencia entre La Comuna y La Comunidad? La práctica. Tenemos que practicar vivir en comunidad. Y eso tiene que ser tanto que sea natural. Y mucha justicia social dentro de eso.
Este tema de la conciencia, del acto autoorganizativo y el trabajo colectivo como creador de una nueva conciencia es un leiv motiv sobre el que vuelvo en todas las entrevistas que puedo hacer con comuneros. Le repito la pregunta a Carlos David Vargas (CDV), miembro de la Unión Comunera, organización que agrupa a más de 70 comunas productivas en toda Venezuela.
CDV: Mira, el hecho concreto donde la gente se organiza para resistir frente a la crisis. Y hay experiencias, cosas muy bonitas que hace la gente, colectivamente, y que además no se ha vivido o se diferencia cómo vivir la crisis. Tú puedes evaluar rápidamente cómo vivió la gente la crisis en territorios donde no había organización a territorios donde hay organización. Entonces la gente ahí fue más feliz, pudo resistir con mayor nivel. Y eso transformó la comunidad.
JENG: ¿La comuna se centra sólo en producir y resolver el tema material?
CDV: No, el tema espiritual también. Nosotros decimos que uno de los mayores elementos nuestros tiene que ser el tema de la formación. Nosotros estamos construyendo, incipientemente, un sistema nacional de formación. Hemos desarrollado cursos nacionales, hemos desarrollado cursos por regiones, pero todavía somos incipientes.
Bueno, sin mayor recurso, pero hemos desarrollado talleres y cursos nacionales para líderes comunales, el curso de jóvenes revolucionarios, el curso de teoría y método de trabajo de base, el curso de economía comunal, el curso de administración comunal. Entonces hay una línea transversal en el tema de la formación.
La comuna, me digo mientras converso con estas mujeres y hombres que han asumido el reto de ser los sujetos de su propia historia, es un universo de posibilidades aún en exploración. Y me prometo seguir profundizando en esta experiencia cada vez que el destino me permita visitar la hermosa tierra venezolana.
Algunos apuntes sobre los retos de la experiencia comunal
A modo de conclusión preliminar, me permito apuntar algunas ideas que han estado presentes mientras escribo este trabajo. Lejos de agotar el tema, espero sirvan de estímulo para futuros y más amplios textos sobre un tema que considero fundamental.
La comuna, para consolidarse como la alternativa necesaria en una época donde la humanidad necesita, desesperadamente, encontrar un modelo alternativo al absurdo depredatorio del capital, debe sortear una serie de retos tanto a escala internacional como a nivel nacional y local.
La historia de las experiencias comunales, desde la emblemática Comuna de París de 1871 pasando por los soviets y otros formas posteriores, nos ponen ante un reto mayúsculo: la Comuna como experiencia de autoorganización popular solo puede vencer y, por tanto, prevalecer, en tanto se imponga a las fuerzas de la reacción a nivel internacional y local y logre articular un modelo de producción y distribución sobre bases completamente nuevas que garantice tanto que se produzca riqueza como que esta sea distribuida equitativamente.
La batalla contra la reacción es tanto contra el formidable andamiaje militar-jurídico-simbólico del capitalismo contemporáneo, como contra sus aliados en las burguesías nacionales y las formas de conciencia y de vida a través de las cuales reproducen sus valores. La batalla productiva es la garantía de que se podrá dar, efectivamente, acceso a una vida digna a los millones de seres humanos que hoy viven por debajo de la línea de pobreza y a aquellos que son férreamente explotados por el capital.
Pero además la Comuna, en su propia concepción, implica una dignificación del trabajo humano y la superación efectiva de las relaciones alienantes del modo de producción capitalista. La experiencia socialista estatalista del siglo XX demostró con creces que no basta con intervenir los grandes medios de producción por el estado para resolver el problema de la enajenación en el proceso de producción ni para superar las relaciones monetario mercantiles.
Ahora bien, aunque se reconozca el potencial transformador y revolucionario de la Comuna, es importante señalar que esta experiencia, para nacer y consolidarse, necesita el estado. Ya sea porque los revolucionarios se hacen con el control del aparato estatal, como pretendía Lenin, y desde allí comienzan un proceso que tiende a la desaparición del mismo tal y como ha sido hasta hoy o porque desde el propio estado, se emprende un grupo de medidas, se destinan recursos y se legisla en función de crear las condiciones propicias para el nacimiento de la Comuna. Este segundo es el caso de Venezuela, único país que, en el presente, se ha planteado seriamente como línea política el fortalecimiento de la economía comunal frente a otras lógicas más estatistas.
La contradicción con el estado y su dependencia de él es parte de la dialéctica de la experiencia comunal venezolana hoy. La incomprensión de funcionarios, la corrupción a diferentes niveles, las carencias de una economía fuertemente golpeada por el bloqueo imperialista, el crimen organizado de carácter transnacional, que impacta profunda y negativamente en las comunidades, el sólido respaldo legal que tienen las comunas, la voluntad del Comandante Chávez, continuada por el presidente Nicolás Maduro, de apostar por estas formas de autoorganización, la importancia de Venezuela como eje de transformación revolucionaria para toda la región, la franca hostilidad del imperialismo yanqui y la de la protoburguesía nacional venezolana y regional, fuertemente dependiente del capital foráneo, todos estos factores y más forman parte del escenario en el cual miles, sino millones, de mujeres y hombres en Venezuela impulsan lo que puede ser el germen de un mundo nuevo.
Para la Venezuela Comunal que está naciendo se libran dos batallas fundamentales: la batalla que la Venezuela revolucionaria toda debe dar frente a las fuerzas de la reacción, encarnadas por el imperialismo norteamericano y sus lacayos y la contradicción con el viejo estado, parcialmente transformado por la revolución bolivariana, en la cual la tendencia de las comunas debe ser a una mayor autonomía y fortalecimiento de sus estructuras frente a las del estado, lo cual deberá ser resuelto con el paso a una nueva lógica de estado comunal.
¡Comuna o nada!, decía Chávez. Ese es el grito de batalla de un mundo nuevo que pugna por nacer, desde el Sur, en la Venezuela que fuera de los oligarcas y los magnates del petróleo. Acompañar su nacimiento y diagnosticar correctamente sus aciertos y desaciertos es tarea de todos los revolucionarios.