El verdadero entramado del agronegocio brasileño contra Lula y el Movimiento Sin Tierra

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Por Maribel Acosta Damas

El acoso contra el presidente Luis Ignacio Lula da Silva y el Movimiento Sin Tierra en Brasil (MST), ha tomado proporciones mayúsculas cuando desde el Parlamento de ese país, la bancada bolsonarista emprende acciones que intentan deslegitimar al MST y entorpecer al gobierno de Lula. Pero, ¿qué hay detrás de esta feroz campaña y quiénes son sus artífices? Al habla con Beto Almeida, reconocido periodista y analista brasileño:

Maribel Acosta Damas.- ¿Qué hay detrás de la campaña bolsonarista contra el MST?

Beto Almeida.- Esta es una campaña que en realidad refleja intenciones históricas de la derecha brasileña, sobre todo de los grandes propietarios de tierras, contra un movimiento social organizado, que es el MST, que nunca ha podido ser destruido a lo largo de más de cuatro décadas de existencia y que su plataforma significa la perseverancia en la lucha por la reforma agraria en Brasil; una causa histórica central para transformar la sociedad brasileña y democratizar la dimensión social y económica del país; resultado de la brutal concentración de la tierra.

En estos momentos, la convocatoria de una comisión parlamentaria contra el MST (es impresionante que se constituya una comisión parlamentaria contra un movimiento social) tiene por objetivo alcanzar a Lula. Como dicen los dirigentes de los Sin Tierra, el objetivo principal de esta campaña es Lula, su gobierno, su gestión social.  Lula tiene cuadros del MST en diferentes instancias de su gobierno en varios ministerios. Los bolsonaristas quieren entorpecer el proceso de distribución de tierras, paralizar también las políticas de financiamiento a la agricultura familiar que Lula hizo en sus dos primeros gobiernos y ahora renueva la intención de hacerlo con financiamiento estatal. Y también porque el MST hace un amplio cuestionamiento no solo de la concentración de tierras sino de la participación del sistema financiero, de las multinacionales, y de los agro-tóxicos que tienen una bancada tremendamente nociva a la democracia brasileña, muy activa y muy agresiva en el Parlamento. Esa bancada bolsonarista, la Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI) tiene por objetivo desestabilizar al gobierno de Lula.

En los acontecimientos que han estado transcurriendo queda probada la posición fascista de la Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI) contra el MST y contra Lula. Sin embargo, el MST está utilizando esta coyuntura para seguir argumentando y visibilizando la justeza de la causa de la reforma agraria en Brasil, y además la defensa de la política de la distribución de tierras y la necesidad de seguir restructurando las políticas para una reforma agraria con una producción de alimentos sanos. Hay que decir que Brasil tiene una tasa elevadísima de productos tóxicos en la agricultura; y tal como defiende el MST, la reforma agraria produciría  una transformación del campo brasileño, demanda indispensable detener las oleadas de brasileños que están siendo obligados a emigrar para las periferias de las ciudades donde no tienen empleo y  están sometidos a condiciones de vida brutales; atrapados por el narcotráfico como algunos sectores jóvenes, que sin perspectivas sucumben ante la criminalidad y la falta de oportunidades en el campo brasileño.

En este escenario, la comisión bolsonarista ataca al MST para alcanzar al gobierno de Lula y entorpecer su gestión y proyecto de defender la distribución de tierras y una política agraria de fortalecimiento a la agricultura familiar. La derecha brasileña no admite que los recursos estatales sean compartidos con la agricultura familiar; quieren que estos recursos sean únicamente para los grandes agro empresarios, los grandes latifundios productivos o improductivos. Este es el verdadero centro de la disputa actual.

El MST está aprovechando con mucha inteligencia la comisión parlamentaria creada en su contra para denunciar lo absurdo de la concentración de tierras cuando hay tanta gente sin tierra para trabajar y en un país donde 33 millones de personas pasan hambre; una nación con una inmensa capacidad productiva que no es utilizada plenamente porque la estructura agraria lo impide. Esto constituye una traba al desarrollo económico, a la democracia social, a la reducción de la desigualdad. Esa batalla que se libra hoy involucra temas estratégicos para el desarrollo de la sociedad brasileña, que exige una democratización de la tierra para pasar a otro nivel de configuración social.  Hay que añadir que la causa de la Reforma Agraria es muy querida por la sociedad brasileña y muy odiada por el latifundio improductivo, que utiliza la tierra para la especulación financiera. El MST está desenmascarando a los representantes latifundistas, y ellos tienen miedo del debate, muchas veces suspenden las reuniones para que los representantes de los latifundios no se vean obligados a responder preguntas que resultan reveladoras de la razón de esta causa social que lidera el MST; movimiento que desarrolla su trabajo legalmente, de acuerdo con lo legislado por la Constitución de la República y por el Estatuto de la tierra que viene incluso de la época de la dictadura.

Maribel Acosta Damas.- ¿Ligado a ello, qué se esconde detrás del entramado del agronegocio en Brasil y su  acoso al gobierno de Lula?

Beto Almeida.- El acoso del agronegocio a Lula está fundamentado en su intento por mantener un modelo de negocio absolutamente inviable tanto desde el punto de vista económico como desde el punto de vista social y ambiental. Brasil no necesitaría deforestar en estos niveles que lo está haciendo para producir alimentos. Ya está probado científicamente y existen los escenarios tecnológicos con estudios científicos realizados, que prueban que se podría ampliar la producción tanto de carne como de otros alimentos sin devastar ni deforestar porque hay muchas hectáreas de tierras degradadas sin uso,  y hay condiciones técnicas para recuperarlas y aprovecharlas con mayor productividad. También desde el punto de vista ambiental, el uso indiscriminado de agrotóxicos, prohibidos en varios países del mundo, acarrea una gran contaminación ambiental que afecta la salud de la población. Es irrefutable que se pueden utilizar las técnicas de la agroecología por la agricultura familiar, la responsable de la mayor parte de los productos alimentarios que llegan a la mesa de los brasileños.  Prácticamente el 70 por ciento de los alimentos que consumen los brasileños viene de la agricultura familiar, no viene del agronegocio; cuyo formato es producir para la exportación. Entonces el modelo de producción agrícola brasileña demanda ser corregido. En su reciente viaje a China, Lula discutió una serie de proyectos que pueden facilitar la industrialización de la agricultura de sectores de la economía brasileña, como la instalación de fábricas de pequeños tractores para la agricultura familiar en Brasil. En su proyecto de desarrollo Lula defiende dos presupuestos: la reindustrialización y el apoyo para fortalecer la agricultura familiar; lo contrario de lo que quiere el agronegocio del país, bolsonarista en gran parte y que puja por aumentar la exportación de materias primas en productos de monocultivo como la soja, la madera o la carne.

Entonces, el acoso político del agronegocio a Lula es para intentar someterlo a sus demandas de mantener los índices de financiamiento estatal que tradicionalmente ha recibido el agronegocio brasileño; de ahí sus enormes volúmenes productivos a partir también del daño medioambiental en deforestación y el uso de productos tóxicos para eso. Y Lula está defendiendo exactamente lo contrario: uso de tecnologías más avanzadas, recuperación de tierras, empleo de sustancias agroecológicas y apoyo estatal al desarrollo de la agricultura familiar. Ahí están las dos posiciones.

Los representantes del agronegocio brasileño y su incidencia nociva en la economía del país son la causa de la desindustrialización progresiva que está sufriendo Brasil en las últimas cuatro décadas. Según estadísticas, Brasil tenía en la estructura de su Producto Interno Bruto (PIB) una incidencia de la industria superior a China y a los llamados Tigres Asiáticos. Hoy el PIB industrial de Brasil no alcanza siquiera al de China porque mientras ese país ha priorizado la industria, Brasil se ha estancado debido a políticas que han favorecido el agronegocio y por tanto la estrategia del país como proveedor de materias primas. De ahí el propósito expreso de Lula de aumentar la capacidad de la industria brasileña en su gobierno.  Y por ello las presiones del agronegocio sobre Lula y su proyecto de desarrollo.

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