La Reforma Universitaria latinoamericana en el recuerdo

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Por Mario Della Rocca (*)

Durante este mes de junio se celebran 105 años de la explosión educativa y social libertaria que se denominó para la posteridad como la Reforma Universitaria, nacida en territorio argentino y extendida su enorme influencia a nuestra Patria Grande latinoamericana.

Bajo dominio de la corona española, el entonces Virreinato del Perú contaba, desde el año 1613, con la que sería la primera Universidad en suelo hoy argentino y una de las primeras de América: la Universidad Nacional de Córdoba (U.N.C.), orientada por el movimiento religioso jesuítico, con gran arraigo en diversos territorios sudamericanos.

Hacia la segunda década del siglo XX aún la Universidad cordobesa conservaba una práctica educativa acendrada en valores fuertemente anacrónicos, oscurantistas, dogmáticos y autoritarios, asentados en un poder eclesial y oligárquico que se creía omnímodo.

Eran tiempos en que culminaba la Primera Guerra Mundial, con sus secuelas de crisis económica en diversas zonas del planeta; se transitaba en lo geopolítico a un reordenamiento neo-colonial; se estaban poniendo como nunca en cuestión patrones políticos, sociales y culturales tradicionales y se gestaban subterráneamente deseos y voluntad de cambios en diversos órdenes de la vida por parte de sectores juveniles, desde trabajadores hasta letrados universitarios.

En el año 1918, acompañando los vientos democratizadores que corrían en la Argentina –dos años antes se había ejercido por primera vez el voto universal, secreto y obligatorio, aunque sin extensión al voto femenino-, se desataron una serie de protestas y rebeliones juveniles en la casa de estudios religiosa de la ciudad cordobesa. Al cabo de poco tiempo, todas las universidades del país se vieron sacudidas por movilizaciones estudiantiles similares, derivando en la llamada Reforma Universitaria, que colocaba en crisis el sistema imperante. El movimiento juvenil cobraría gran potencia tanto en lo educativo como en lo social y en el amplio campo de valores e ideas humanistas y científicas en una porción significativa del territorio latinoamericano.

Los llamados “reformistas” convocaban el estudiantado avanzado social y políticamente y a los jóvenes trabajadores y se dirigían a la sociedad latinoamericana, cuestionando de raíz la práctica universitaria tal como se la conocía hasta entonces. En lo estrictamente educativo, la Reforma propugnó la gratuidad, la democratización del gobierno universitario, la autarquía de las casas de estudios, la extensión universitaria, la promoción de la ciencia y la libertad de pensamiento. Demandaba que las universidades debían cumplir un rol social activo –que incluía la propuesta del trabajo social de los estudiantes- y dejar de permanecer encerradas en su oscurantismo, respondiendo exclusiva y férreamente a los intereses de los círculos oligárquicos y conservadores. En este sentido puede afirmarse que la llamada “Reforma” tuvo características revolucionarias.

Lo antedicho cobra una especial dimensión de transformación humanista, además de literaria, en el “Manifiesto liminar” de la Reforma, redactado por Deodoro Roca (1), con el que los estudiantes reformistas realizaron la convocatoria a los estudiantes y a la sociedad. Realmente una pieza literaria e ideológica acervo de la historia latinoamericana revolucionaria y antiimperialista. Entre otros conceptos señalaba:

“La Juventud argentina de Córdoba a los Hombres Libres de Sudamérica

(…) Nuestro régimen universitario es anacrónico. Está fundado sobre una especie del derecho divino: el derecho divino del profesorado universitario. Se crea a sí mismo. En él nace y en él muere (…) La Federación Universitaria de Córdoba se alza para luchar contra este régimen y entiende que en ello le va la vida. Reclama un gobierno estrictamente democrático y sostiene que el demos universitario, la soberanía, el derecho a darse el gobierno propio, radica principalmente en los estudiantes. El concepto de Autoridad que corresponde y acompaña a un director o a un maestro en un hogar de estudiantes universitarios, no solo puede apoyarse en la fuerza de disciplinas extrañas a la substancia misma de los estudios. La autoridad en un hogar de estudiantes, no se ejercita mandando, sino sugiriendo y amando: enseñando. Si no existe una vinculación espiritual entre el que enseña y el que aprende, toda enseñanza es hostil y de consiguiente infecunda. Toda la educación es una larga obra de amor a los que aprenden. Fundar la garantía de una paz fecunda en el artículo conminatorio de un reglamento o de un estatuto es, en todo caso, amparar un régimen cuartelario, pero no a una labor de Ciencia. Mantener la actual relación de gobernantes a gobernados es agitar el fermento de futuros trastornos. Las almas de los jóvenes deben ser movidas por fuerzas espirituales. Los gastados resortes de la autoridad que emana de la fuerza no se avienen con lo que reclama el sentimiento y el concepto moderno de las universidades. El chasquido del látigo sólo puede rubricar el silencio de los inconscientes o de los cobardes. La única actitud silenciosa, que cabe en un instituto de Ciencia es la del que escucha una verdad o la del que experimenta para crearla o comprobarla. Por eso queremos arrancar de raíz en el organismo universitario el arcaico y bárbaro concepto de Autoridad que en estas Casas es un baluarte de absurda tiranía y sólo sirve para proteger criminalmente la falsa-dignidad y la falsa-competencia” (…).(2)

Si rastreamos en el conjunto de los movimientos y documentos posteriores que emergieron de la Reforma vislumbraremos que los mismos, si bien partían de las entrañas de las casas de estudio y la necesidad de cambios drásticos en las mismas, tenían características indubitables de cuestionamiento a los regímenes oligárquicos y autoritarios que habían ejercido el poder en la Argentina hasta 1916 y que de signos similares se extendían por la América Latina.

Fue altamente simbólico que los reformistas cordobeses designaran con el nombre de “Maestros de la Juventud” a figuras señeras del continente, en quienes evidentemente se inspiraban en sus luchas e ideales. Eran ellos José Ingenieros (3), José Martí (4), José Carlos Mariátegui (5), Miguel de Unamuno (6), Alfredo Palacios, José Vasconcelos Calderón (7), José Enrique Rodó (8) y Manuel González Prada (9).

Los principios centrales del movimiento que se iniciara en 1918 se extienden hasta nuestros días e interpelan aún a gobiernos y sociedades. Algunos de aquellos principios siguen siendo motivo de debate y contrariados por gobiernos reaccionarios o pseudoprogresistas. Por ejemplo, el tema de la gratuidad universitaria, ejemplifica claramente las profundas diferencias entre quienes propugnan mantener el statu quo con casas de estudios universitarias elitistas y conservadoras y quienes pretenden una apertura irrestricta de las mismas a las mayorías populares. Ello sin colocar en cuestión la calidad de la enseñanza, como lo demuestra el caso de Cuba socialista.

A más de un siglo de aquella gran gesta estudiantil, en tiempos en que el post-modernismo pretende hegemonizar nuestras mentes con sus valores de lucro indetenible e individualismo deshumanizante, volver a rememorar aquella explosión de ideales y luchas que significó la Reforma Universitaria es respirar aires de transformación para continuar las luchas por el progreso de nuestras sociedades latinoamericanas.

 

Notas

(*) Mario Della Rocca es historiador, escritor y periodista argentino. Autor de los libros “Gramsci en la Argentina. Los desafíos del kirchnerismo”, “La Cámpora sin obsecuencias. Una mirada kirchnerista” y “Macri & Durán Barba. Globos, negocios, círculo rojo y guerras sucias” y co-autor de “América Latina en los ’90: Gramsci y la Teología de la Liberación” y colaborador de diversas publicaciones en el continente.

Foto de portada: Vaconfirma.

 

(1) Deodoro Roca (1890-1942) fue un prestigioso abogado, periodista y activista por los derechos humanos, que al momento de desatarse la Reforma era el presidente del Centro de Estudiantes de la Facultad de derecho de la U.N.C.

(2) Ver completo en https://www.unc.edu.ar/sobre-la-unc/manifiesto-liminar

(3) José Ingenieros (1877-1925), filósofo y médico ítalo-argentino, uno de los principales referentes de la corriente positivista en la Argentina. Entre sus obras se destacan Sociología Argentina, El hombre mediocre y La evolución de las ideas argentinas.

(4) José Martí (1853-1895) fue un político y escritor cubano, referente de las luchas por la independencia de su país y considerado precursor del Modernismo Literario Hispanoamericano. Autor de obras de teatro, poesías, cuentos, manifiestos políticos y artículos periodísticos, entre los que se destacan Patria y Libertad, La edad de oro, Versos libres y Nuestra América.

(5) José Carlos Mariátegui (1894-1930) fue un político y escritor peruano, estudioso de la cultura y la sociedad y fundador del Partido Socialista Marxista Peruano. Entre sus ensayos más destacados se hallan 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana, Signos y obras, Análisis del pensamiento literario contemporáneo, Peruanicemos al Perú, Temas de nuestra América y Figuras y aspectos de la vida mundial.

(6) Miguel de Unamuno (1864-1936) fue un escritor, poeta y filósofo español, principal referente de la llamada en su país Generación del ’98. Entre sus principales obras se destacan Mi religión y otros ensayos, Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos, Vida de Don Quijote y Sancho y Paz en la guerra.

(7) José Vasconcelos Calderón (1882-1959) fue un abogado, político, escritor, educador y filósofo mexicano, ideólogo de la Revolución Mexicana. En ésta participó a través de la actividad como funcionario público y a través de sus obras escritas, entre las que se destacan Los de arriba en la Revolución. Historia y tragedia, Tratado de metafísica, Ética, Estética, Manual de Filosofía y Breve historia de México.

(8) José Enrique Rodó (1871-1917) fue un renombrado escritor y político uruguayo. Sus obras se inscriben en la tradición modernista y fue el creador de la corriente literaria llamada “arielista”, que destacaba los valores de la cultura greco-latina en oposición a la anglo-sajona. Su obra principal fue Ariel (dedicada a la juventud latinoamericana), y también se destacaron Rubén Darío, Liberalismo y Jacobinismo y El mirador de Próspero (obra constituida por 45 ensayos entre los que se encuentran Bolívar, Montalvo, Artigas y Magna Patria).

(9) Manuel González Prada (1844-1918) fue un ensayista, pensador y poeta peruano de ideas anarquistas. Se lo considera precursor del modernismo americano y entre su principal bibliografía se encuentran Pájinas (sic) libres, Baladas peruanas, Grafitos y Nuestros indios.

 

(Tomado de Cuba en Resumen)

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