Por Gabriela Cultelli
La antesala
A mediados de los 50’ cambiaron las condiciones internacionales una vez recuperados los países centrales de la guerra y posguerra mundial y finalizada también la guerra de Corea, en particular desaparecieron los buenos precios para nuestras exportaciones. La incidencia de los intereses de EE.UU. en el área, tanto en su actividad productiva, como financiera, traerían la afluencia de los organismos de crédito internacional como el FMI, creados en la posguerra. Fueron tiempos de expansión económica del sistema capitalista.
Vinieron las épocas de la guerra fría. Conformación, avance y conflicto del bloque socialista. Un tercer mundo en luchas sociales internas constantes donde las guerras de guerrillas se tornaron características. La guerra de Vietnam, la revolución cubana, golpes militares (Brasil, Bolivia 1964), las guerrillas del Che y Camilo Torres, entre otras, las rebeliones estudiantiles de 1968 y 69 (por ejemplo, el mayo francés en el 68’ en París, el “otoño caliente” Italia del 69’.), son todos componentes de una época sumamente particular.
En Uruguay los desequilibrios de una industrialización inconclusa y por demás dependiente, trajo consigo a partir de 1954 la desaceleración el crecimiento, y luego del máximo de 1957 se desarrolla el periodo de estancamiento económico más largo hasta hoy conocido en el país.
Crecientes déficit comercial externos, endeudamiento ascendente que junto al estancamiento productivo y el papel que ya no podía seguir jugando el estado, condujeron a la espiral inflacionaria en las pugnas por la redistribución de una riqueza que ya no crecía. La decisión del Estado para no obtener recursos adicionales de los sectores de mayores ingresos, fue un elemento crucial que condujo a financiarse vía deuda externa. La disminución de las reservas y la emisión monetaria fueron a su vez, mecanismos de política económica utilizados para paliar la situación, y que terminaron también por recrudecerla. Mientras que el gasto social se relacionaba a la evolución del gasto del gobierno central, las formas directas lo hicieron al PBI, pues la conflictividad habría conducido al menos a un empate en términos de redistribución de la riqueza.
Los enfrentamientos se tornaron de una gravedad sin precedentes históricos. Los reclamos salariales eran atendidos más lentamente que la suba de precios en el marco de los Consejos de Salarios. Cuando para julio de 1968 se esperaba un nuevo reajuste salarial, en junio se decretó la congelación de salarios y precios, que terminó recayendo solo sobre los primeros. Eran las pujas de los sectores dominantes por mantener sus expectativas de ganancias que desatarían, ante un proceso de estancamiento y deterioro de los términos de intercambio, una desestabilización creciente. El deterioro del ingreso per cápita y salarial aunado a la desocupación resultante de la crisis en la producción, apareció como factor fundamental del auge de las luchas de clase. Nuevas fuerzas sociales aparecieron en este contexto, representadas por el sindicalismo en auge, los nuevos partidos y organizaciones populares, movimientos armados como el Movimiento de Liberación Nacional- Tupamaros (MLN-T), la unidad de las fuerzas populares en el Congreso del Pueblo y la creación de la CNT, más la fundación del Frente Amplio en 1971.
La dialéctica de los hechos mostró al mismo tiempo y paulatinamente el advenimiento de un período especialmente represivo coronado en el pachecato a partir de 1968. Era el tránsito hacia otro dictatorial tras el golpe de estado de 1973.
Representantes directos del poder económico se pusieron al frente de la dirección política. «La casa en orden» resultó ser la consigna. Las contradicciones manifiestas en el país trajeron consigo una peculiar contienda electoral con la alianza de las fuerzas de izquierda y creación del Frente Amplio, así como el crecimiento del Wilsonismo dentro del Partido Nacional (Blancos). Dos modelos de país se enfrentaron y con múltiples contradicciones incluso a la interna de cada uno.
La expresión o síntesis económica y programática se expresó, por un lado, en el Plan Nacional de Desarrollo, que a fines de 1972 le dio forma el equipo económico de la lista 15 del Partido Colorado, liderada por Jorge Batlle y aprobada por el Poder Ejecutivo en abril 1973. Por otro lado, confrontaban las alternativas del primer programa de la coalición de izquierda Frente Amplio (“Bases Programáticas” y “30 medidas de Gobierno”) y la propuesta desarrollista del sector mayoritario del Partido Nacional (“Nuestro compromiso con Ud.” W. Ferreira Aldunate). Pero, el Estado “conciliador” había muerto definitivamente en 1968 y ya se preveía el golpe de 1973.
Neoliberalismo, golpe de estado y neo fascismo.
En el mundo, la ampliación de las formas de concentración de las empresas se constituyó en un fenómeno expansivo cuantitativamente distinto. Dicho fenómeno profundizó y a la vez resultó impulsado por la reestructuración productiva basada en el nuevo ímpetu científico- técnico. Este proceso fue antecedente inmediato de la llamada globalización financiera, etapa de transnacionalización económica que constituyó el marco más general en el cual se inscribío este período.
Hacia fines de estos años, los tiempos de la guerra fría comenzaban a terminarse ante el avance del capitalismo planetario, EEUU ahora sí como juez y gendarme mundial o imperio unico y la posterior caída del bloque socialista, concluyendo luego en el mundo unipolar que hoy y luego de 30 años comienza a caer. Lo expuesto implicaría cambios en los modelos de funcionamiento latinoamericanos asociados a su reinserción internacional y con ello la búsqueda de formas distintas de integración.
El 27 de junio de 1973, y en ese marco, se produjo el golpe militar en Uruguay. Fue la instrumentación de la política Nacional económica, delineada en el Plan de Desarrollo antes mencionado. Aquel documento y en su diagnóstico exponía la existencia de la escasa dimensión del mercado interno relacionándolo al tipo de crecimiento poblacional y a una insuficiente dotación de recursos que trababa las posibilidades de alcanzar escalas mínimas de producción. ¡¿Cuántas veces habremos escuchado el mismo discurso?! El Estado aparece allí como causal de la “ineficiente” asignación de recursos, desestimulando el ahorro y la inversión, propiciando la fuga de capitales. Estableció que el proceso inflacionario se debía al comportamiento de los salarios reales, el déficit público (con gran peso del gasto social) y el exceso de créditos de la banca oficial. Los cuatro ejes del nuevo modelo se relacionaran con la búsqueda de la estabilización, la apertura y la liberalización económica, todo lo que implicaba profundas transformaciones en el papel del Estado. Era la instauración del neoliberalismo económico.
Lógicamente, se afectaría la distribución de la riqueza en términos directos e indirectos, y, por tanto, la desestructuración de las organizaciones sindicales y sociales en general, así como el parlamento, limitándose bruscamente la posibilidad de oposición y diversidad de opciones.
La dictadura establecería un sistema de poder sin restricciones. Los cuatro ejes del nuevo modelo: apertura, liberalización, estabilización, cambio de rol del estado. La ley de inversiones extranjeras y la de intermediación financiera de 1974 facilitaron el ingreso de capitales estableciendo su libre movilidad. La libre convertibilidad de la moneda y el abandono del curso forzoso de la moneda nacional, los aumentos sucesivos de los topes de las tasas de interés hasta su liberalización; fueron todos instrumentos enmarcados en el proceso de apertura financiera. La apertura comercial inducida por los “subsidios” o reintegros a los exportadores, créditos blandos, exoneraciones fiscales para el sector y los acuerdos regionales de comercio, a lo que se agregó la rebaja de aportes patronales y la caída del salario real como forma directa de transferencia de ingresos. Por otro lado, la sucesión en los descensos de recargos a la importación, el proceso minidevaluatorio (atraso cambiario) y el incremento de créditos, se constituyeron en un verdadero estímulo a la importación. El período mostró continuados saldos negativos de comercio exterior a pesar del incremento de las exportaciones. Fue el ingreso de capital que financió las importaciones y la inversión, por tanto, el crecimiento del PBI y el incremento de las reservas internacionales. Con nueva deuda (y nuevas Cartas de Intención) se superó la crisis inicial de pagos externos. Se fortaleció la capacidad de acumulación del sistema financiero por mayor captación externa e interna de excedentes. Los grupos de poder económico se readecuaron.
Notaro diría que… “Los cambios en el Estado y en la economía derivaron en el ascendente protagonismo de un nuevo actor social. Hasta principios de la década del setenta se identificaban tres actores principales, aunque no únicos, los ganaderos, los industriales y los asalariados urbanos. Al final del período podemos hablar de un cuarto socio, el capital financiero. Tiene sus bases en las instituciones de intermediación financiera y articula también a los acreedores externos y los propietarios de depósitos bancarios, residentes en el país o en el exterior.” (1)
Fueron 1979 y 1980 los años finales de crecimiento en dictadura, para luego caer hacia 1981. Fueron años de incremento de apertura y por tanto de vulnerabilidad externa ante una región sumida en similares modelos financiados desde afuera, proceso de endeudamiento externo que también en el país mostró sus límites con la crisis de pagos que fue gestándose. Además, la distribución de la carga impositiva, la caída de los salarios en todo el período precedente y el impulso al sector financiero, dieron empuje a un ascendente endeudamiento interno del consumo por demás crecientemente e importado, que se sumaría al endeudamiento de los sectores productivos. En tal situación, la disminución de las reservas del BCU condujo al abandono de la “tablita”, constituyéndose en un hecho pro cíclico. La crisis de pagos también resultó interna y por tanto el sector financiero vio comprometida no solo su rentabilidad, sino su propia existencia. A partir de 1982 el producto decreció y hasta 1984 se acumuló una caída de casi un 17%.
Neoliberalismo y barbarie
Una vez más se demostró que el desarrollo capitalista, echa mano a la barbarie si de ella necesita, pues en virtud de la crisis se da la unión coyuntural de viejos sectores de derecha. Los grupos de poder, necesitaban condiciones de estabilidad que ya no podían ofrecerle los militares. Luego de la llamada “década perdida” para el continente, que también afectó al país, y tras las renegociaciones de deuda con el FMI, se vivió otro período del Modelo Neoliberal instaurado con la dictadura, que culminaría también en una crisis (la del 2002), pero esta vez con el advenimiento de la izquierda al gobierno.
Nota:
(1) Notaro, J. “La batalla que ganó la economía 1972-1984” en Instituto de Economía “El Uruguay del siglo XX. La Economía” EBO, Montevideo, 2001, pág. 95-96.