Postales del Líbano II La resistencia

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Por José Ernesto Nováez Guerrero (*)

El término Resistencia en el Líbano y en otros países del Oriente Medio tiene una carga semántica diferente al mundo occidental. La Resistencia en el Líbano son Hezbollah y algunas otras fuerzas que desde 1982 hicieron frente a la ocupación israelí de más de la mitad del país hasta la definitiva retirada de las tropas sionistas en 2000 y la victoria en 2006. Destaca aquí el Partido Comunista Libanés y el Frente Nacional de Resistencia Libanés, quienes operaron por lo menos hasta 1999. Hoy el peso de la Resistencia recae fundamentalmente sobre Hezbollah y esta Resistencia es la única garantía de seguridad e integridad nacional que tiene el país.

Su peso es aún mayor frente a un gobierno en franca crisis política, con índices de credibilidad y apoyo popular muy bajos y un ejército cuyas capacidades militares no le permiten ir más allá de algunas tareas de preservación del orden interno.

En décadas de guerra Hezbollah ha desarrollado, con ayuda de sus aliados iraníes y sirios, capacidades militares disuasorias en materia de cohetes y drones. El espíritu de lucha de sus filas, cuya membresía total es desconocida, es excelente y sus tácticas de contrainsurgencia han probado su efectividad en sucesivos enfrentamientos.

Catalogada por numerosos países de Occidente como organización terrorista, Hezbollah es tan compleja como la realidad de la cual es parte, pero una mirada de cerca nos permite comprender que dista mucho del monstruo fundamentalista islámico en el cual han querido sumir a todas las facciones, sectas, organizaciones, partidos y demás estructuras del mundo árabe opuesto a la hegemonía occidental.

Por tanto, el primer paso para intentar comprender esta realidad social y política tan diferente es despojarnos de todos los preconceptos que traemos de Occidente. Preconceptos cuya raíz colonial y eurocéntrica difícilmente nos permitirá adentrarnos en el corazón de una cultura cuyas raíces se han tejido durante milenios y cuya religión predominante, el Islam, es un velo tras el cual se ocultan infinidad de matices, religiones y pueblos, algunos de los cuáles van desde posiciones muy conservadoras hasta posiciones francamente revolucionarias.

El moderno Hezbollah, por ejemplo, si bien es una organización chiita (chiitas y sunitas son las principales corrientes del Islam moderno, aunque no las únicas), es el resultado de una pugna interna librada en los ochenta y noventa donde fueron derrotadas las visiones más fundamentalistas. Aunque en ella predomina la forma religiosa, como en todo el mundo árabe, su discurso y su visión del mundo, en particular la de su líder Hassan Nasrallah, se acercan bastante a una perspectiva abierta e inclusiva, con un carácter y proyección internacional más marcados.

Al interior del Líbano Hezbollah no es solo la principal fuerza política del país, de facto, sino que además han coordinado un eficiente sistema que garantiza el orden interno en sus comunidades, tienen sus propios hospitales, cuya calidad es muy superior a los de muchos servicios privados en el país, sus escuelas y centros de formación política.

Pero para muchos libaneses Hezbollah es además el símbolo de la victoria y el garante de la soberanía nacional.

El sur

Viajamos al sur, a las montañas. Por el camino vemos varias infraestructuras de generación eléctrica paralizadas y grandes montañas de basura. El manejo de la basura ya era un problema en el país antes de que estallara la crisis de 2019, pero desde entonces no ha hecho más que agravarse.

El sur del Líbano es económicamente más pobre que Beirut, la capital. La zona quedó bajo ocupación israelí luego de la invasión de 1982 y fue el escenario de sucesivas batallas en 1994, 2000 y durante la gigantesca ofensiva israelí de 2006. En estas tierras maduró y desarrolló sus tácticas contraofensivas el movimiento de Hezbollah.

Llegamos a la primera parada de nuestro viaje, Milita, donde se encuentra el museo de la Resistencia. Ubicado en el corazón de las montañas, a más de 600 metros sobre el nivel del mar, Milita fue construido en torno a lo que fuera un gran centro de operaciones de Hezbollah en su larga lucha contra el enemigo. El museo fue financiado íntegramente con dinero de la Resistencia y el lema inscrito en árabe e inglés a su entrada es: “Donde la tierra le habla a el cielo”.

En el espacio que ocupa el museo se incluyen una sala de cine, donde es posible ver un interesante material sobre la larga lucha del pueblo libanés, y una amplia variedad de exposiciones al aire libre, donde hay tanto piezas arrebatadas al enemigo como armamentos desarrollados por el propio movimiento. Destaca como pieza fundamental un tanque Merkava con el cañón doblado en forma de nudo. Los libaneses afines a la Resistencia cuentan con orgullo que esas montañas se convirtieron en un cementerio para los poderosos tanques israelíes.

La lógica aplicada por el movimiento es simple. Un tanque Merkava cuesta en torno a los 6 millones de dólares, mientras un lanzamisiles Kornet, de fabricación rusa, ronda los cien mil. Con suficientes Kornet, es posible detener incluso un batallón de tanques.

Milita es tanto un homenaje al sacrificio de miles de jóvenes libaneses como un recordatorio que la Resistencia se hace a sí misma de que el enemigo no es invencible. Pero el enemigo no es solo Israel. Desde el inicio de la guerra en Siria, miles de combatientes libaneses lucharon del lado del gobierno, enfrentando fundamentalmente al Daesh. La Resistencia libanesa tiene una clara percepción de que la supervivencia del país depende de la supervivencia de un estado sirio fuerte. Ellos se ven como parte de un bloque mucho mayor, que en el mundo árabe comprende a Siria, Irán y numerosas organizaciones en otros países y que cuentan con la alianza de Rusia y China.

Este bloque, diverso y complejo como toda realidad geopolítica, tiene sin embargo un elemento cohesionador en su común enfrentamiento al imperialismo norteamericano, al cual identifican como uno de los principales responsables del drástico deterioro de la situación en el mundo árabe. En particular luego de la serie de invasiones que iniciaron en 2001 con Afganistán, 2003 Irak y que continuaron en 2011 con Libia y más recientemente con las revueltas conocidas como la Primavera Árabe que convulsionaron aún más la situación social y política de los países.

Aunque si fuéramos un poco más atrás, podríamos rastrear las raíces de la situación política moderna en la invasión que dio nacimiento al estado de Israel en mayo de 1948. No solo se concretó el violento despojo de una parte de las tierras de Palestina, sino que el sionismo ha practicado una política de expansión hostil en contra de sus vecinos que ha significado un sostenido crecimiento de su territorio original y un constante estado de tensión bélica en la región. La Revolución Islámica de Irán en el 79, la guerra irano-iraquí de la década del 80, la Guerra del Golfo, son otros tantos episodios que configuran la situación actual y reflejan la constante presencia de Occidente en la geopolítica regional.

Para Hezbollah, como para muchos en el eje de la Resistencia del mundo árabe, no existe un estado de Israel. Existe un ente sionista que ocupa ilegalmente los territorios de Palestina. Y este ente no solo es brutal, sino que además es impune. Ningún poder internacional cuestiona sus acciones y la pobre presencia internacional se limita a las escasas ayudas, resoluciones de la Asamblea General de la ONU totalmente irrespetadas y la misión de las fuerzas internacionales encargadas de preservar la paz en el sur del Líbano, cuyo historial es por demás dudoso.

Israel no solo ataca regularmente posiciones en suelo sirio o en la Franja de Gaza, sino que es frecuente que sus aviones al regresar pasen a baja altura sobre Beirut u otras importantes ciudades del país. Y no es raro ver sus drones en el cielo libanés.

Marwa, una joven militante, nos cuenta como ha enseñado a sus hijos a burlarse de los drones y los aviones israelíes. Lo más importante para ella es impedir la dominación mediante el miedo, que es una de las formas de paralizar toda resistencia en una sociedad. Por eso cuenta con orgullo como sus hijos al ver ahora las armas israelíes en el cielo se burlan de ellas. Marwa y muchos otros libaneses están seguros de que Israel se lo pensará dos veces antes de volver a atacar su país.

“Hoy los cohetes de Hezbollah pueden devolver el fuego hacia cualquier ciudad israelí. Hoy no estamos indefensos.”

Y cuando le pregunto qué es Hezbollah sonríe y me dice:

“Yo soy Hezbollah, mi esposo es Hezbollah”.

Concluye nuestro viaje al sur con una vista de los territorios palestinos ocupados. Ante nuestros ojos, desde lo alto de una colina, se abre verde y fértil una llanura. Sin embargo la visión de los altos muros, constantemente vigilados por cámaras de seguridad, delata la tensión que existe. Mientras del lado libanes la ciudad y los pueblos bullen casi hasta el pie mismo de los muros levantados por los israelíes, del otro lado solo se ven algunos pueblos a la distancia.

A pesar de la dolorosa historia reciente de la región, no puedo evitar por un segundo extasiarme ante la belleza del paisaje. La bandera libanesa tiene un cedro en el centro. Es un árbol que abunda en las montañas del país. Un árbol pequeño, de tronco nudoso y raíces firmes y profundas, que puede vivir miles de años, mientras en torno suyo caen civilizaciones y nacen otras nuevas. Esta firmeza de lo pequeño contiene un sentido que expresa, mejor que muchos otros, a todo un país.

 

(*) José Ernesto Novaes Guerrero, Escritor y periodista cubano. Miembro de la Asociación Hermanos Saíz AHS) y de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Coordinador del capítulo cubano de la REDH. Colabora con varios medios de su país y el extranjero.

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