9 de julio: allá y acá

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Por Colectivo Histórico “Las Chirusas”(*)

Carlos Pereira das Neves(**)

“Somos un país porque no pudimos integrar una nación

y fuimos argentinos porque fracasamos en ser americanos.

Aquí se encierra todo nuestro drama

y la clave de la revolución que vendrá”

Jorge Abelardo Ramos

 

Ahí también se encerró todo nuestro drama.

Es difícil, en tiempos en que debemos defender las naciones frente a los intereses de las grandes corporaciones mundiales, pensar que la independencia pudo no haber sido la mejor de las soluciones adoptadas.

La problematización tampoco es tan sencilla, habían otras ideas de independencia en pugna. Para los intereses americanos, los intereses argentinos y los nuestros, triunfó la peor de esas ideas.

Contexto

En 1806 y 1807, Reino Unido envió dos expediciones militares contra el virreinato del Río de la Plata (perteneciente a la corona española) con el objetivo de anexarlo. Las, fracasadas, “invasiones inglesas”, sucedieron en el marco de la undécima guerra anglo-española (1804-1809). La guerra en Europa otorgaba a los vastos territorios de Hispanoamérica un papel estratégico y económico de gran importancia para el Reino Unido, que se hallaba por entonces en plena revolución industrial y que pretendía terminar con el Imperio español.

Pero las pretensiones de Napoleón Bonaparte de instalar en el trono español a su hermano, José Bonaparte, tras las abdicaciones de Bayona, complejizaron el panorama de alianzas. Reino Unido y Portugal se unieron a España en contra del Primer Imperio francés, en lo que se conoce como las “guerras napoleónicas”.

Entrado el año 1810, las noticias que llegan anuncian el derrumbe de la resistencia, Napoleón invade España.

En el río de la Plata, el Cabildo le advierte al virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros que los comandantes americanos “no han cesado de celebrar sus juntas y propalar especies sediciosas”. El virrey es forzado a un Cabildo Abierto que opta, mayoritariamente, por sustituirlo. El Cabildo desconoce la resolución y designa una Junta bajo la presidencia de Cisneros, a la que le sobreviene una asonada: “entrando con pistolas y puñal en mano” el ‘partido de los americanos’ (la expresión de un sector vinculado a las actividades del puerto y afanado en romper con el lazo del monopolismo) aprovecha las circunstancias internacionales y asalta el poder, queda formada la Junta de Mayo.(1)

A la disputa de los espacios, también es necesario agregarle la disputa de los recursos, en especial la propiedad de la tierra. El historiador Nicolás Duffau señala “el cariz que tomaron los acontecimientos para los distintos grupos sociales que participaron del proceso revolucionario, en tanto los grupos subalternos comenzaron las disputas por las tierras y los sectores más poderosos desde el punto de vista social y económico vieron con recelo algunas de las querellas de la hora”.(2)

La revolución hispanoamericana afronta reveses. En Huaqui (junio de 1811), Goyeneche aplastaba a Castelli conservando el poder en el Alto Perú. En La Puerta (junio de 1814), Boves lograba vencer a Bolívar y reconquistaba Venezuela. En Rancagua (octubre de 1814), Osorio derrotaba a las fuerzas de O’Higgins, recuperando Chile. En Tezmalaca (noviembre de 1815), Concha liquidaba las tropas de Morelos, sometiendo a México de nuevo. Las Provincias Unidas argentinas se despedazaban en guerras civiles.(3)

Pero en junio de 1815, en las proximidades de Waterloo (una población de la actual Bélgica, situada a unos veinte kilómetros al sur de Bruselas), Napoleón cae derrotado en manos de la Séptima Coalición: tropas británicas, neerlandesas y alemanas. Con la derrota de Bonaparte, la revolución empezaba a incendiar otra vez las colonias de España. San Martín vence en Chacabuco, Chile; desde Haití, Bolívar, desata otra campaña en la Nueva Granada engrosando sus tropas con soldados ingleses desmovilizados del frente español. Las victorias de Maipú y Coyacá (1818 y 1819), cambiaron la suerte de la revolución.

¿Argentina?

Volviendo a 1810, el Virreinato es sustituido por una Junta de Gobierno: las Provincias Unidas del Río de la Plata, nombre con el que se conoció al conjunto de las provincias que estaban adscritas a los gobiernos revolucionarios surgidos tras el triunfo de la Revolución de Mayo en Buenos Aires.

Las Provincias Unidas se autogobernaron como un Estado en formación desde 1813 a 1816, año en que se declaró independiente del Imperio español, constituyéndose como un Estado soberano. Los revolucionarios sostenían que, estando Fernando VII despojado de su trono, la cadena burocrática del Imperio Español había dejado de ser legítima, volviendo al pueblo la soberanía popular. Las nuevas autoridades afirmaban gobernar en nombre de Fernando VII. Esto se conoció como la Máscara de Fernando VII, que estuvo en parte vigente hasta 1816, año en que este Estado se declaró independiente.

El 12 de febrero de 1811 Montevideo le declara la guerra a la Junta porteña. Artigas se fuga de Colonia, pasa por Paysandú, después Santa Fé y termina llegando a Buenos Aires el 6 de marzo: “cada pueblo por donde pasaba lo iba dejando en completa sublevación”

A lo largo de marzo, brotan por todos lados montoneras, totalizando dos mil insurrectos. Comandan esas tropas: Laguna en Belén, el paraguayo Ojeda por Tacuarembó, Delgado en Cerro Largo, el santiagueño Basualdo por el Lunarejo, Bustamante en Maldonado, los Lavalleja en Minas, Rivera en el Yí, Vázquez en San José, Manuel Artigas en Santa Lucía.

En abril comienza la ofensiva revolucionaria. Las fuerzas que adhieren a la revolución se componen de gauchos, mestizos, mestizos de mestizos, entrerrianos, santafesinos, paulistas, curas rebeldes, charrúas…pero también terratenientes enfrentados al monopolismo. Cuando el artiguismo, por su discrepancia con la dirigencia porteña se convierte después en partido, esos estancieros, por su condición de letrados, han de ser sus voceros (delegados, gobernantes provinciales, diputados), frenando largamente la proyección social del artiguismo. Las fuerzas que se oponen se congregan en la capital: armadores, fleteros, exportadores como los saladeristas, importadores como los negreros, abastecedores de la plaza como los molineros.(4)

Pero el 20 de junio de 1811 las tropas de la Junta que operaban en el Alto Perú, son batidas en Huaqui; el 15 de julio la flota española ataca y bloquea a Buenos Aires; y el 23 comienza la invasión portuguesa de la Banda Oriental. En esas circunstancias Buenos Aires decidió negociar un acuerdo de paz. Manuel de Sarratea se entrevista con Lord Strangford en Río, trayendo la proposición del embajador inglés para que se llegara a un acuerdo con Francisco Javier de Elío.(5)

Se levanta el sitio, Rondeau y 300 civiles orientales se embarcan hacia Colonia, mientras que Artigas es elegido “Jefe de los Orientales” y comienzan el Éxodo.

¿Uruguay?

Para el historiador Benjamín Nahum, “esas decisiones consecutivas de darse un Jefe y expatriarse fueron los primeros pasos en la formación de la conciencia nacional del pueblo oriental, que se sentía hermano de los demás pueblos platenses pero a la vez diferente y hostil a Buenos Aires”.(6)

La “Redota”: 4.000 orientales, según los primeros informes; “6.000” dice Artigas el 7 de diciembre; 8.000, informará Berrutti; 11.000, según Cáceres; 16.000 dice Carlos Anaya, aludiendo al campamento del Ayuí. Toda la campaña queda hecha un desierto, pueblos numerosos se abandonan sin quedar un solo hombre. “Episodio similar al que repetirán vecinos de La Habana escapando de Boves y siguiendo a Bolívar después de la derrota de La Puerta (1814), los venezolanos de Apure emigrando con Paz, huyendo de Morillo (1816) y los chilenos que abandonan el sur después de Talcahuano (1818)”.(7)

El 14 de junio de 1812 arriba al campamento de los orientales Manuel de Sarratea, a quien Buenos Aires le confiere la comandancia de las tropas sustituyendo a Artigas. Artigas opera contra el comisionado y consigue expulsarlo: “El pueblo de Buenos Aires es y será siempre nuestro hermano, pero nunca su gobierno actual”(8).

Para abril de 1813, el Congreso de Tres Cruces (también Congreso de Abril) designa nuestros representantes -y su respectivo mandato- a la asamblea de la Constituyente en Buenos Aires, quien los rechaza y opera para un segundo Congreso Provincial (el de la Capilla Maciel) que enmienda las resoluciones del primer Congreso y precipita la separación. Aunque, para los historiadores Reyes Abadie, Bruschera y Melogno, el conflicto se hace inevitable a partir del nombramiento de Sarratea: “Las concepciones políticas del artiguismo estaban todavía en agraz, pero en la praxis del antagonismo con Sarratea se irían precisando, desde junio de 1812 -fecha de la llegada del jefe porteño al Ayuí- hasta su precisa formulación doctrinaria en 1813.”(9)

Artigas logró sortear la maniobra de Manuel de Sarratea, incluyendo una confabulación para matarlo, en 1812. Se recupera de los golpes de Rondeau en Capilla Maciel en 1813 y del levantamiento del sitio en 1814, en el que se le declara traidor y se le pone precio a su cabeza. Logra avances militares que terminan con el derrumbamiento del gobierno porteño. Vuelve a sortear otra maniobra unitaria, la de los emisarios Francisco Rivarola y Blas José de Pico y su proposición separatista. Pero a mitad de 1816, los unitarios vuelven a tejer una traición junto con Portugal y apadrinados por Gran Bretaña, comienza la invasión de fuerzas portuguesas.

Dentro de los postulados que encontramos en las 20 instrucciones aprobadas en el Congreso de Tres Cruces, es importante tener en cuenta el tema de la independencia: “pedirá la declaración de la independencia absoluta de estas Colonias, que ellas están absueltas de toda obligación de fidelidad a la Corona de España” y “que toda conexión política entre ellas y el Estado de la España, es y debe ser totalmente disuelta”.

No parece ser difícil la explicación de este postulado, pero adquiere mayor relevancia cuando intentamos expresar las diferencias en cuanto al proyecto final que persigue el artiguismo frente al de las Provincias Unidas, si tenemos en cuenta que tres años más tarde en el Congreso del Tucumán (en el que se declara la independencia el 9 de julio de 1816) se resuelve: “negociar el restablecimiento de una monarquía constitucional…ya fuese con un príncipe español, si se podía, ya con un inglés o de otra casa poderosa”

El americano

No se trata únicamente de la contradicción de buscar la independencia manteniendo una cierta dependencia, estamos hablando de intereses territoriales en el marco inmediato de una lucha regional y en el contexto global de pujas imperiales. Nadie se iba a salvar solo. Artigas lo entendió, el artiguismo practicó esa unidad, en las alianzas que se tejieron y en respuestas materiales concretas como el reparto de tierra, con el que se benefició a más de un americano revolucionario.

En la construcción de Artigas como héroe nacional no solo se lo aísla del pueblo, ese cuya participación activa le valió a Artigas el mote de -al decir del historiador José Pedro Barrán- “conductor conducido”, sino que además se lo aísla de su geografía de acción: el Río de la Plata y el continente entero.

¿Cuánto le debe Argentina a Artigas? ¿Cuánto le debe el federalismo argentino? ¿Está bien introducir un concepto de “deuda”, cual si los procesos históricos pudieran medirse en transacciones? Sin duda que no, la entrega a la lucha de ideas fue total y el reconocimiento de esas ideas, de esa lucha, aun prevalece a ambos márgenes del Río Uruguay, por igual.

Pero la noción de un destino continental distinto, que constantemente vuelve y a enfrentarse -siempre- a los mismos intereses cipayos, está latente, imaginando cómo habría sido el desarrollo de nuestra América de haber triunfado las ideas de Patria Grande de nuestros luchadores populares.

En el mientras, ¡Viva la Independencia!

(*) Colectivo Histórico “Las Chirusas” está constituido por estudiantes y Docentes, investigadores/as de Historia

(**) Carlos Pereira das Neves, estudiante de la Lic. en Ciencias Históricas, escritor, columnista y co Director de Mate Amargo

 

NOTAS

1- Machado, Carlos. Historia de los Orientales. Ediciones de la Banda Oriental; Montevideo; 1992; Pág. 43-44

2- Duffau, Nicolás. Breve historia sobre la propiedad privada de la tierra en el Uruguay (1754-1912). Ediciones de la Banda Oriental; Montevideo; 2022; Pág. 69

3- Machado, Carlos. Op. Cit.; Pág. 31

4- IDEM; Pág. 51-55

5- Reyes Abadie, Washington. Artigas y el Federalismo en el Río de la Plata. Ediciones de la Banda Oriental y Cámara de Representantes; 2021; Pág. 29

6- Nahum, Benjamin. Manual de Historia del Uruguay. Tomo I: 1830-1903. Ediciones de la Banda Oriental; Montevideo; 2003; Pág.23

7- Machado, Carlos. Op. Cit. Pág. 61

8- Reyes Abadie, Washington; Bruschera, Óscar H.; Melogno, Tabaré. Artigas: su significación en la revolución y en el proceso institucional iberoamericano. Ministerio de Instrucción Pública y Previsión Social; Montevideo; 1966

9- Reyes Abadie, Washington; Bruschera, Óscar H.; Melogno, Tabaré. El ciclo artiguista. Tomo 2; Universidad de la República, Departamento de Publicaciones; Montevideo; 1968; Pág. 7

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