Por Ricardo Pose(*)
Fotografía: Jorge Fuentes (**)
No lean a Rosencof; se los bato así en plural para ahorrarle laburo a quienes vienen a reescribir la historia que alguna vez ellos mismos garabatearon con el pie encima del cogote de los vencidos.
No lean a Rosencof, porque como dice mi tía Elba, es una lectura que “trastoca las ideas”. Y quienes vienen a reescribir la historia desde los textos escolares (“cagatintas” diría el negro Amaranto) los necesitan embanderados con el paisito del maracanazo, el Boulevard Sarandí, la Suiza de América que nace y muere en la rambla de los Pocitos. Y respira en las estancias patricias, de educados modales europeos, generobondadosos y dóciles altivos, orgullosos de una democracia que un día violentaron unos zurdos mesiánicos y unos militares endemoniados, que agarraron de pelela la Tacita del Plata.
No lean a Rosencof y menos le junen la “Raíz al hombro”, esa gruesa y profunda raíz que se hunde en la tierra purpúrea, quiebra la roca de una hemipléjica uruguayes, hasta llegar al marma que nos hace carne picada de la américa mestiza, negra y criolla.
No lean a Rosencof porque, por ay, mirando para atrás se reconocen parte de ese continente que les destruye la postal puntaesteña. Donde fiolan latinos de tripallena y se doran con el sol del este muchachas caucásicas de pieles embardunadas en cremas y perfumes, tan europeos y gringos como ellas.
No lean a Rosencof y cuídense de no enredarse con la raíz que tironea, como los cuatro caballos de la corona española que partieron el cuerpo del Condorcanqui, que con su grito desgarró el resto de poder que le quedaba al imperio. Grito que tuvo eco en el Asencio del río Uruguay, envalentonando a un gaucho bailarín y las huestes del Benavidez.
No lean a Rosencof y de paso tampoco lean al Eduardo Acevedo, ni tengan hijos que se llamen Ismael, a riesgo de inmortalizar en el recuerdo que -un día- un ejército de Artigas y Tupamaros (denominación ésta utilizada como insulto entre los carajos de los virreyes) galoparon estas onduladas llanuras.
No lean a Rosencof y no se acerquen a los brotes de la raíz que tienen aroma de pólvora, de aquella banda donde muchos de los que traicionaron al Jefe de los pueblos libres -desde 1830 en adelante- se embarcaron en intrigas y guerras intestinas. Se declararon blancos o colorados, se aliaron con Unitarios o Federales, se hicieron “gerentes” de imperiales empresas británicas, sumaron plomo aniquilando al pueblo paraguayo y arrasaron la dignidad sanducera despenando a Leandro Gómez. O construyeron un país sin reforma agraria, a sable y trabuco, culminando su obra poniendo a Don José en fría figura de bronce y caballo de coliseo romano.
No lean a Rosencof porque la palabra (no solo su palabra) es presagio de futuro o de muerte, de un Pepe Batlle que le partió la frente de un balazo a Washington Beltrán, epílogo de un duelo que empezó en los editoriales de El Día y El País. Porque otros tupé, más acá en el tiempo, desafiaron a duelo al periodista Federico Fasano y al mismo General Seregni; o el balazo que se autodecerrajó Brum -mientras pasaba el Zeppelín- oponiéndose a la dictadura de Terra apoyada por el falangista Luis Alberto de Herrera; los tiros del Paco Espínola y la Alba Roballo en el Paso Morlan.
No lean a Rosencof porque, revisando la partida de nacimiento del patrioterismo, van a descubrir que la única Tacita del Plata -que dicen era Uruguay- es en la que bebían el té de las cinco el pitucaje montevideano clasemediero. Las rechonchas esposas de los patricios latifundistas y los arzobispos prestos a santiguar a nuestros honorables terratenientes y hombres de negocios, gozosos y felices en el “País de la cola de paja”, al decir de Benedetti.
No lean a Rosencof ni distraídos, para no llevarse la decepción de que la única “Suiza” no era de América, sino una calle en la villa del cerro donde el ejército estaqueaba a los trabajadores friyeros en los campos aledaños al arroyo pantanoso. Y donde, un 28 de mayo del cuarenta y pico, dejaron morir prolongando una huelga de hambre que habían declarado los dirigentes de la Federación de la Carne. O se van a encontrar con los primeros decretos de Medidas Prontas de Seguridad contra los huelguistas solidarios del 55’, la militarización de trabajadores del puerto y bancarios, los apaleamientos a los obreros del caucho, a los textiles, a los gráficos, a los cañeros, la persecución contra la organización sindical de los funcionarios públicos.
No lean a Rosencof y cubran sus oídos, para evitar que resuenen en los tímpanos los viejos tangos que pintaban la vida del suburbio, de familias hacinadas en conventillos (“Si habrá crisis, bronca y hambre, que el que compra diez de fiambre, Hoy se morfa hasta el piolín”) o las milongas, lamentos de la peonada a la que nunca le llegó el calor de la “familia rural” (Tiene las crines peinadas, los cuatro vasos herra’os, y yo ando sin alpargatas con los talones raja’os. En el establo el caballo tiene muy buena ración, y en mi plato en la cocina anda de fiesta un ratón).
Pero como el sabor de lo prohibido siempre es excitante y no hay como ser joven para empinarse en el atrevimiento, lean a Rosencof.
Léanlo sugiero, como tomando unas grapas en el estaño de un fantasmal boliche de esquina, acompañado por la potente voz del Yamandú Palacios, que alzó el vuelo de los peones del arrozal (“Al compadre Juan Miguel, no le pagan el jornal y, aunque no haiga de comer, lo mesmo hay que trabajar”). O a ese flaco, como con voz de otro, que era Zitarrosa y su milonga cañera (He venido caminando desde Artigas hasta acá, todo el camino gritando, «Viva Sendic y UTAA«”).
Lean a Rosencof al calor de una América y una África prendida en llamas por una definitiva independencia. Y jóvenes parisinos reclamando lo imposible, de cancheros funcionarios yankees mascando chicle y sembrando golpes de Estado, de gobiernos venales entregando la soberanía al FMI, de estudiantes asesinados en movilizaciones, del profesor Arbelio Ramírez muriendo desangrando de un disparo, mientras el Che sugería en Uruguay no tirar un tiro.
De una democracia uruguaya que, de tan republicana, trampeaba con la ley de lemas la voluntad de muchos electores, condenando a cumplir un rol meramente testimonial a los colorados de Zelmar o los nacionalistas de Quijano.
Caminen sobre la raíz de Rosencof, y en la intersección con cualquier avenida 8 de octubre de cualquier capital del país, sabrán que desde aquel 8 de octubre de 1851 los bandos beligerantes siempre realizaron tratativas de paz. Que solo el ejército y la policía gubernamental, desde 1969 hasta el fin la dictadura cívico militar, no respetó la máxima de “clemencia para los vencidos”, cometiendo la peor deshonra de todas, que es tener -hasta hoy- secuestrada la verdad sobre los detenidos desaparecidos.
Lean a Rosencof sabiendo que, así como decenas de botijas uruguayos recorren el mundo tras la gloria de una globa, los botijas y las botijas de una era que estaba pariendo un corazón y al influjo de las brigadas internacionales de la guerra civil española, palpitaron junto a los sueños de libertad de los pueblos. En las calles de Chile, en los campos y selvas de Colombia, El Salvador, Nicaragua y otros confines.
Lean a Rosencof, y también con parpados entrecerrados, recorriendo con el dedo índice los renglones de letras aumentados por una lupa. La nueva reescritura de la historia, la pluma del periodista Julio María Sanguinetti y su vínculo con integrantes del Escuadrón de la Muerte, de los nietos de Beltrán y sus servicios de baqueano para que aterricen fundaciones de extrema derecha internacional, de los cientos de apellidos de abolengos que hoy disfrutan de las fortunas obtenidas durante la dictadura militar. “Las venas abiertas” por la que se siguen fugando los capitales.
Si no les pica esta vital curiosidad, entonces volvemos al principio: no lean a Rosencof.
(*) Ricardo pose es Periodista en Caras y Caretas, Presidente sector Prensa Escrita (APU). Columnista en Mate Amargo, CX 40 Radio Fénix, Radio Gráfica, Tierra de periodistas Rocha FM, Notero en Telesur y tvg China
(**) Jorge Fuentes es Ilustrador, caricaturista, pintor con acrílico y acuarelista. Ha colaborado con medios nacionales e internacionales