Por Carlos Pereira das Neves(*)
¿Cómo podríamos explicar el cambio de un Uruguay pionero en regular y controlar las condiciones del trabajo en América, a un Uruguay cuyo “cambio” busca devolvernos al siglo XIX?
No podríamos.
¿Cómo podríamos explicar que de promulgar una ley que previniera accidentes laborales en 1914, “evolucionamos” a iniciativas que buscan el fraccionamiento de las licencias de los trabajadores?
No podríamos.
Otro dólar
Pasadas las revueltas saravistas, en marzo del año 1907 -y ante la necesidad de un organismo ministerial que tratara los temas inherentes al trabajo y a la seguridad social- se crea el Ministerio de Industria, Trabajo e Instrucción Pública.
Luego de una división de lo que era el Ministerio de Fomento, se establece a la Oficina Nacional del Trabajo como dependencia de la nueva cartera. Tendrá como cometidos, el control e inspección del cumplimiento de la normativa en la actividad desarrollada en el comercio y la industria.
Es en esta misma segunda presidencia de José Batlle y Ordoñez, que también se comienzan a introducir modificaciones sustanciales en materia de legislación laboral. Iniciativas que van a ubicarnos a la vanguardia continental en la temática, como la Ley 5.350, promulgada en 1915, que establece la jornada laboral de ocho horas. Pero hoy, por las fechas, hablamos de la Ley 5.032, de prevención de accidentes laborales, promulgada un 21 de julio y publicada un 25 de julio de 1914:
“Establécese para los patronos, directores de construcciones, de establecimientos industriales o cualquier otro trabajo en donde exista peligro para los operarios, la obligación de tomar las medidas de seguridad para el personal, a fin de evitar accidentes del trabajo; cométese al Poder Ejecutivo a reglamentar dichas medidas para cada industria o grupo de industrias análogas; prohíbese el empleo de mujeres y niños para la limpieza o reparación de máquinas en marcha; se dispone la vigencia de esta ley a partir de los seis meses de su promulgación.”
El gobierno reglamentará las medidas, pero existe una expresa prohibición del “empleo de mujeres y niños para la limpieza o reparación de máquinas en marcha”. Sobre este punto volverá el Batllismo a ampliar la protección, en 1920, mediante la Ley Nº 7.309 sobre indemnización por accidentes de trabajo. En ella se establecerían las “disposiciones tendientes a garantir el pago de las indemnizaciones” si éstos se produjeran, dejando claro qué procedimientos, formalidades y trámite a seguir, en caso de accidentes.
Otro patrón
El actual Ministro de Trabajo, Pablo Mieres, presentó un anteproyecto de ley para permitir el fraccionamiento de las licencias. La propuesta es que los primeros diez días se tomen de manera continua pero los restantes se puedan tomar de manera fraccionada, de común acuerdo entre trabajador y empleador.
La propuesta ha sido cuestionada por el movimiento sindical y también por la Asociación Uruguaya de Laboralistas (AULA), quienes sostienen que “la desigualdad económica entre empleador y trabajador hace imposible pensar en auténticos acuerdos que reflejen el libre albedrío entre ambas partes”, advirtiendo que “lo que se ha dado en llamar acuerdo individual, no hace más que encubrir un imperativo empresarial”.
Y como para terminar de decorar este nuevo paso hacia la desregulación, disfrazado de ilusión, el Ministerio abrió un espacio de 15 días para recibir aportes u opiniones de empleadores y/o trabajadores. El decoro, la nueva ilusión disfrazada, es que el propio Ministerio ya declaró que dicho espacio no va a ser vinculante…el gobierno va a presentar al Parlamento dicho Proyecto de Ley.
¿Cómo podríamos explicar la independencia ideológica con el herrerismo de un Partido Independiente? ¿La independencia en cuanto a qué preceptos guían su accionar en materia laboral, económica, filosófica…pero también la independencia en cuanto a creerse el dueño de la estancia y sacar pecho mientras atropella a la peonada?
Tampoco podríamos.
Mencionamos la filiación política del Ministro por si todavía queda algún distraído que piense que la actual coalición de gobierno tiene diferencias políticas de fondo, más que por la intención de hacer mella en una opción política completamente desdibujada ante la necesidad de creerse poder, apenas rozando el poder.
Otro ataque al trabajador
Escudados en la pasividad de quienes hemos permitido: la duda constante sobre los derechos, con la excusa de algún abuso; el ataque a toda representatividad (que no sea la nuestra propia), con la excusa de algún desvío; la imposibilidad de un cambio, con la excusa de que el hombre nuevo nunca llegó.
Atacan porque pueden, creen tener el mandato, que lejos está de ser divino y cerca está de ser de clase. Bienaventurados! Saben que se tienen que defender! Sea una política incumplida, un contenedor de cocaína, una red de trata, una trama de corrupción en el edificio de Presidencia, un pederasta…
La lista es ancha, larga, perdura en el tiempo. Como un camaleón, pasa de primera plana a segunda o tercera opción, muy por detrás de sentir que la única que me salva es alguna viveza puntual. Justificada, porque hay peores que yo.
Para consuelo de tontos, es una estrategia. La alienación, en la más cavernícola de sus formas, la más cutánea. El que la ve, ya tonto no es, se vuelve cambio o se vuelve cómplice.
(*) Carlos Pereira das Neves es escritor, columnista y co-Director de Mate Amargo. Coordinador del Colectivo Histórico “Las Chirusas” y miembro del Capítulo uruguayo de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad (RedH)
(Tomado de Caras y Caretas)