Por Colectivo Mate Amargo
En este día y en sus redes Mate Amargo publicaba: “El 26 de julio no solo fue el puntapié inicial de la revolución en Cuba, sino que significó para América Latina, y el mundo entero, la posibilidad de erguirse frente a los intereses del capital y las oligarquías nacionales, reivindicando independencia, soberanía y autonomía de los pueblos”
Ayer, 26 de julio, se celebró en El teatro El Galpón, un hermoso acto donde el las y los uruguayos fueron a estrechar el abrazo con el pueblo de Cuba y la América Latina, en la voz de nuestros cantantes (Diane Denoir, Patricia Robaina, Sandra Lazo, los tambores de La escuela de candombe de Mundo Afro y El Alemán) y la palabra de Fernando Pereira, esta vez en representación del Comité Antimperialista Uruguayo de Solidaridad con Cuba y los Pueblos del Mundo que convocaba, pues entre otras 11 organizaciones más, es integrado por el Frente Amplio. Estuvo presente el saludo del MLN-T y de otras organizaciones políticas y sociales.
Para recordar lo presente del Asalto al cuartel Moncada, publicamos a continuación, la participación de 2 diputados frenteamplistas que en días pasados (el jueves 20 de julio), participaron del Coloquio “El Moncada y la Revolución Cubana. Su desarrollo en la cultura cubana y latinoamericana», celebrado en la antesala del senado, junto a otros destacados panelistas (el cubano José Ernesto Novaez, la historiadora Naguy Marcilla y el periodista Fabián Cardoso) cuya disertación la publicaremos el próximo jueves, no dejando de aclamar una y mil veces más ¡Viva Fidel! ¡Viva el 26 de julio! ¡Vivan por siempre los mártires del Moncada!
Diputado Nicolás Viera (1):
El título que se le ha dado a esta actividad no es casual. “El Moncada y la Revolución Cubana: su influencia en el desarrollo de la cultura cubana y latinoamericana”. Y es que “el Moncada” fue testigo y parte de los grandes capítulos en la historia reciente de Cuba.
Si uno hace un breve racconto sobre la historia del edificio, puede encontrar que el cuartel Moncada tiene sus orígenes a mediados del siglo XIX, cuando Cuba era aún una colonia española. Con el nombre de “Reina Mercedes” fue lugar de reserva de los soldados que defendían la corona europea frente a los intentos de insurrección de los primeros libertadores. Así fue que a finales de siglo, mientras José Martí recorría América en búsqueda de apoyos para la independencia de Cuba, uno de sus comandantes, Guillermón Moncada, caía apresado en aquel Reina Mercedes que luego sería renombrado con su apellido. Luego de allí, quienes transitaban por los pasillos y las inmediaciones del Moncada verían cómo los esfuerzos de Martí por la independencia de Cuba quedarían reducidos a un triste cambio de corona, y a gobiernos títeres de la nueva corona triunfante.
Años más tarde, el Moncada volvería a ser testigo de otro momento histórico, cuando un 26 de julio de 1953 fue tomado por un grupo encabezado por Fidel Castro, fecha que dió nombre al movimiento revolucionario que poco más de cinco años después, un primero de enero de 1959 triunfaría derrocando al gobierno dictatorial y erigiendo un nuevo proceso en la isla.
A partir de allí, Cuba empezó a ser otro país. Aquel lugar que desde su fundación hasta los últimos días de la dictadura de Fulgencio Batista fungió de cuartel, ahora es un centro escolar de primaria por el que transitan año tras año alrededor de 1.600 niños y niñas.
Hoy abundan las críticas respecto a Cuba. Miradas ajenas relatadas desde realidades que poco tienen que ver ni tampoco conocen sobre lo que existe o se vive en la isla. Poco pueden decir, sin embargo, de la brutal transformación que la revolución cubana ha hecho sobre símbolos que históricamente han representado la dominación colonial, y cómo han sido transformados en herramientas de educación, de desarrollo, de liberación.
Desde aquel Martí que tanto hermanó a Uruguay con Cuba hace un siglo atrás, y que fue inspiración no sólo política sino también literaria, así muchos otros cubanos y cubanas han aportado al crecimiento cultural de América Latina. Y no lo han hecho acríticamente, relatando prosas estériles que poco pueden llegar a tener que ver con la realidad de nuestros pueblos, sino que por el contrario, lo han hecho con un profundo sentir de los dolores que viven los pueblos al sur del río Bravo.
El Moncada es un símbolo -y vaya símbolo- de lo drástico de los cambios que la revolución cubana impulsó para Cuba. Pero también representa mucho más que eso. La revolución cubana fue la materialización de que un cambio profundo en la realidad de nuestros países era posible.
Desde temprano, se comenzaron a crear institutos que empezaron a profundizar en la oportunidad de la cultura disponible para todas y todos. Pero la democratización del conocimiento tuvo que tener un paso previo fundamental: la campaña de alfabetización fue fundamental para extender la lectura y escritura a todos los sectores de Cuba. Al mismo tiempo, la Casa de las Américas comenzaba a funcionar y transformarse poco a poco en el centro de referencia de escritores, músicos, artistas plásticos, teatristas y tantas personas vinculadas al arte y lo cultural para Cuba y América.
La cultura no puede ser vista nunca aislada de lo emotivo. Es aquello que intenta trascender los límites de lo racional. Por ello pretender calcular los aportes del proceso cubano a la cultura latinoamericana es una tarea imposible, porque no sólo es a través de la interminable lista de artistas que aportaron al elenco de obras cubanas, sino también en las obras que, producidas en cualquier lugar del mundo, fueron provocadas o inspiradas por el ejemplo de Cuba.
Cuesta pensar en la obra de tantos artistas uruguayos, Benedetti, Viglietti, Galeano, Zitarrosa, sin pensar en sus vínculos, sus menciones, a aquello que Cuba proyectaba para América Latina, y también aquello que ellos mismos proyectaron y aportaron para la construcción de la cultura cubana, que mucho más que cubana, también es de América Latina toda.
Quiero terminar esta intervención con este fragmento de literatura que nos dejó Nicolás Guillén, el poeta nacional cubano.
Diputada Micaela Melgar (2):
Cuba es, para los pueblos del mundo, un ejemplo constante de dignidad y lucha. Y el Moncada es ejemplo, de que no todas las derrotas lo son para siempre. Los procesos revolucionarios son, justamente, procesos, y tienen avances y reveses.
A 70 años del Moncada, quiero hablar de Haydee Santamaría y de Melba Hernandez, y junto a ellas recordar a todas las mujeres revolucionarias cubanas.
El apartamento que compartían Haydee y Abel Santamaría fue uno de los centros de reunión clandestino desde donde se planificó el asalto al Cuartel Moncada, y el Carlos Manuel de Céspedes. A Haydee y Melba las recordamos como las únicas dos mujeres que participaron, de forma directa, yendo a la toma del hospital Saturnino Lora. Ambas podrían haber sido absueltas, al haber llevado adelante tareas de atención médica, sin embargo, decidieron ser juzgadas a la par de sus compañeros.
En su alegato, “La historia me absolverá”, Fidel cuenta lo que sufrieron los revolucionarios aprisionados en la toma de los cuarteles, y dice que “no podían con el valor de los hombres y probaron el valor de las mujeres”. También fracasaron, aún luego de las torturas y de decirles que si no hablaban le sacarían el otro ojo a Abel Santamaría, Melba y Haydee mantuvieron firmemente su compromiso revolucionario. Y respondieron “morir por la patria es vivir” cuando a Haydee le dijeron que habían matado a su novio.
Decía hace un momento que Melba y Haydee fueron las únicas que participaron de forma directa, porque fueron muchas las mujeres que antes y después apoyaron la gesta. Quienes cosieron los uniformes, y estuvieron en la planificación y organización de los asaltos. Quienes en la mañana del 26 de julio se enteraron de los sucedido y buscaron la forma de acercarse y ayudar a los combatientes. Quienes desde ese día tuvieron la certeza de que comenzaba una nueva revolución, y estuvieron al servicio de ella sin claudicaciones.
Fueron Melba y Haydee, junto a Lidia Castro, que una vez en libertad, recopilaron, organizaron y publicaron las notas que Fidel iba logrando sacar de la prisión, escritas con jugo de limón, reconstruyeron La historia me absolverá y la divulgaron clandestinamente en el “Mensaje a Cuba que sufre”.
Melba y Haydee tuvieron importantes tareas en los años que precedieron el triunfo del 1º de enero de 1959. Melba viajó entre Cuba y México ayudando a organizar la expedición del Granma. Su llegada con ayuda económica a México fue fundamental para los compañeros que allí se preparaban. Una vez instalados en la Sierra Maestra, Haydee, quién había rechazado exiliarse en México anteriormente porque no quería abandonar la isla, partió al exilió en Miami, con la tarea de buscar ayuda económica y de armamentos para la Revolución. No fue una tarea sencilla hacer llegar desde Estados Unidos a Cuba el armamento, en sus palabras “lo mandamos por el coraje de la mujer cubana que los traían en sus ropas”, escondían en las faldas las balas. La mayoría de lo que partió desde Miami fue ayuda para las ciudades. “Y en ese caso el coraje de la mujer fue tan grande, de esa mujer que hoy no se conocen sus nombres y son heroínas como yo”, expresaba.
Las revolucionarias cubanas fueron fundamentales, en la clandestinidad y en la Sierra. Es imposible no mencionar el pelotón Mariana Grajales, compuesto por 13 mujeres bajo el mando de Isabel Rielo Rodríguez. En palabras de Vilma Espín, en la Sierra Maestra «comenzaron a hacerse realidad las nuevas relaciones sociales y los principios de igualdad, de justicia, de democracia verdadera, de solidaridad humana».
La Revolución triunfó, la vida del pueblo cubano se transformó. Pero especialmente el de las mujeres. No voy a aburrir con estadísticas, pero no podemos dejar pasar que según el censo de 1953 del total de trabajadores ocupados en Cuba, solo el 17,6% eran del sexo femenino. De esas mujeres ocupadas, el 30,2% trabajaban en el servicio doméstico o servicios tales como conserjes, y empleadas de limpieza; el 13,9% realizaba trabajos de oficina; el 12,1% eran maestras. Solo el 6,2% se desempeñaba como profesionales y técnicas, y un casi inexistente 2% ocupaba responsabilidades de dirección.
En la actualidad, las mujeres cubanas son mayoría en la enseñanza superior y la fuerza técnica con más del 60% de los graduados universitarios, más del 70% de los trabajadores de la educación, salud y del sector jurídico y más del 68% de los profesionales y técnicos.
El triunfo de la Revolución implicaba innumerables desafíos, y hubo mujeres en el frente para llevarlos adelante. Haydee fundó La Casa de las Américas, convencida de la importancia de no aislarse de la cultura latinoamericana. Quienes presenciaron los encuentros entre Haydee, y artistas latinoamericanos cuentan la admiración que ella generaba. En palabras de Haydee, con La Casa de las Américas «rompimos el bloqueo, aunque solo fuera en el orden cultural».
Mientras, Melba jugó un rol fundamental en las relaciones internacionales de la isla. Su papel en la coordinación de acciones solidarias con Vietnam, Camboya y Laos, y con el vínculo de países latinoamericanos, africanos y asiáticos, son una demostración concreta de la vocación internacionalista de la Revolución.
No se puede hablar de la Revolución Cubana sin hablar de su «revolución dentro de la revolución», y la importancia de la Federación de Mujeres Cubanas. Una Federación que nace del reclamo de las propias cubanas, que ya desde los primeros momentos del triunfo revolucionario exigieron su participación de forma directa para aportar a la Revolución, a la vez que también hicieron su propia revolución liberándose de la opresión patriarcal. Luego de incorporarse de lleno en la defensa de la Revolución y la construcción de una nueva sociedad, de presencia activa de las mujeres cubanas en las jornadas de trabajo voluntario en las zafras de azùcar y café, y las cosechas de algodón y tabaco. También en 1959 las mujeres cubanas se incorporaron a las primeras Milicias Nacionales Revolucionarias, y fueron parte de la victoria de Playa Girón. Y se incorporaron al trabajo en las fábricas y otros trabajos, cuando quedaban puestos vacantes. De manera activa las mujeres estudiaron, se formaron políticamente, y finalmente en agosto de 1960 se fundó la Federación de Mujeres Cubanas. Para muchas esto significó la primera ruptura drástica con aquellas barreras entre la casa y la calle, entre lo privado y lo público.
La Revolución construyó las bases materiales para la liberación de la mujer. Los círculos infantiles, los comedores, los centros de servicio social, todas acciones que permitían a la mujer dejar su lugar esclavizado en el interior del hogar e incorporarse a la vida pública, al trabajo productivo, y a la construcción política de la Cuba socialista. Y, como decía, las mujeres cubanas estuvieron a la altura de los desafíos, y aún más.
Fidel dijo, en 1966: “si a nosotros nos preguntaran qué es lo más revolucionario que está haciendo la Revolución, responderíamos que lo más revolucionario que está haciendo la Revolución es precisamente esto; es decir, la revolución que está teniendo lugar en las mujeres de nuestro país. Si nos preguntaran cuáles son las cosas que más nos han enseñado en la Revolución, responderíamos que una de las lecciones más interesantes que los revolucionarios estamos recibiendo en la Revolución es la lección que nos están dando las mujeres”.
Nada de este recuento quiere dar la idea de que solo con la revolución socialista la liberación de las mujeres está garantizada, pero sí que no será posible nuestra liberación dentro del capitalismo. Pero el socialismo nos da las condiciones para construir desarrollar nuestra propia revolución, porque como Vilma Espín dijo, en una conferencia a profesores y estudiantes uruguayos en 1996 “De la unidad del pueblo y su participación consciente se fue construyendo la obra común que cambió el orden de cosas injustas que rigió hasta esos momentos, que destruyó el sistema de valores que primaba, donde el dinero, el elitismo, la discriminación por razones de origen social, de raza y de sexos, la doble moral, la hipocresía y el servilismo se habían entronizado como elementos aparentemente perpetuos y naturales”.
La Revolución cubana es un faro para quienes luchamos por la liberación de los pueblos, y no de forma dogmática, sino como nuestro ejemplo diario de los desafíos que nos esperan en la construcción de nuestra utopía, un ejemplo diario de dignidad y soberanía. Es un faro de solidaridad y de internacionalismo, un faro de la construcción cotidiana de una nueva sociedad, con todas las contradicciones que esto conlleva, pero abrazamos las contradicciones que nos permiten repensarnos y avanzar.
Las luchas revolucionarias están motivadas por un gran sentimiento patriótico, y quiero cerrar con una cita del ideólogo del asalto al Moncada, José Martí: “El amor, madre, a la Patria no es el amor ridículo a la tierra, ni a la hierba que pisan nuestras plantas. Es el odio insaciable a quien la oprime. Es el rencor eterno a quien la ataca”.
(*) Colectivo Mate Amargo: Colectivo integrado por las y los compañeros que construimos a diario este medio de comunicaciónn alternativo.
(1) El Texto que publicamos aquí fue brindado por el diputado del MPP-FA, Nicolás Viera, sobre su disertación en el Coloquio mencionado.
(2)El Texto que publicamos aquí fue brindado por la diputada del PCU- FA. Micaela Melgar, sobre su disertación en el Coloquio mencionado.