¿Ángeles o demonios?

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A 50 años del golpe de Estado en nuestro país, se volvió a desempolvar la conocida “teoría de los dos demonios”. No hubo dos demonios ni ángeles custodios que se le opusieran, fue la respuesta. Hubo intereses económicos, políticos y culturales que intentando justificar a ciertos personajes civiles y militares y ciertas acciones del Estado adoptaron la escusa que creyeron perfecta para aplicar en nuestro país y en nuestro continente. No es cierto, esos civiles y militares tienen las manos manchadas de sangre y no habrá ángel o demonio que los justifique.

Por Rolando W. Sasso (*)

   Hace algunos días –no muchos, por cierto- conversando con una compañera militante, surgió el tema de los archivos militares que por obra y gracia de algunos desconocidos se los robaron electrónicamente al ministro Javier García y los pusieron sin más a disposición de todo el mundo. Constatamos que ya no se habla más de ellos y que la jugada no le salió a García.

Pasar de estos ámbitos secretos a la “teoría de los dos demonios” faltaba un solo paso que lo dimos casi sin darnos cuenta y mi amiga soltó lo que tenía guardado desde unos cuantos años atrás:

   “Yo era jovencita y estábamos presos en el cuartel, en un espacio abierto, creo que sería la cancha de pelota de mano, encapuchada, esposada, piernas separadas, algún golpe en el vientre, alguna patada en los tobillos… En algún momento vino un oficial preguntándonos cosas irrelevantes. Me metió mano por todos lados, a la vista de todos los soldados que estaban custodiándonos y yo pensaba qué podría aguantar mejor, la picana, el submarino o una violación”.

Sicológicamente la compañera estaba agobiada, avasallada, acorralada, las alternativas que tenía por delante eran todas terribles, pero eso le sucedía con mayor o menor fuerza a los miles de presos políticos que pasaron (todos) por la tortura.

El momento se resolvió unilateralmente por la violación aunque las otras opciones también estuvieron presentes. Cruelmente presentes. Eran la cara despiadada del demonio. El Estado lo permitió y por ello es demoníacamente responsable.

Que no fueron dos Satanás como dice la teoría pergeñada en la cabeza del imperio para consumo de América Latina, sino apenas uno con varias cabezas. Son los violadores de los Derechos Humanos, los desaparecedores, los ladrones de niños a los que les cambiaron identidad, los que crearon el Escuadrón de la Muerte allá por 1968 para sembrar el terror, los que asesinaron estudiantes (Liber Arce, Hugo de los Santos, Susana Pintos, por nombrar solamente a los primeros), los que secuestraron a Soledad Barret y le tatuaron con navajas dos esvásticas (símbolo nazi).

Vale recordar cómo relataba los hechos la propia Soledad: “Tengo 17 años, extraño mi tierra. Me arrimé a los que quieren cambiar lo triste de esta vida. Hace días me sucedió… aún siento la sangre entre mis piernas. Fue el 6 de julio de 1962. Un comando neonazi me secuestró y quisieron que gritara “Viva Hitler, muera Fidel Castro” a lo que respondí gritando lo contrario. Sacaron sus navajas y me tatuaron dos esvásticas en los muslos. Me arrojaron a la calle, encapuchada, ahí, cerca del zoológico de Villa Dolores.”

En esa época aún no existían los Tupamaros ni la “teoría de los dos demonios”, tampoco existían cuando mataron al profesor Arbelio Ramírez (el 17 de agosto de 1961) a la salida del Paraninfo de la Universidad de la República, donde el Comandante Ernesto Che Guevara (de visita en Uruguay) acababa de dar una conferencia. Sí existían los demonios que atentaban contra sindicatos, contra gente de izquierda, los que hostigaban movilizaciones populares…

Existieron los que asesinaron en las sombras a Abel Ayala, Héctor Castagnetto, Manuel Ramos Filippini e Íbero Gutiérrez. Existieron los que secuestraron a nuestros hermanos para después de torturarlos arrojarlos al mar o darles el destino final con un tiro en la nuca y esconderlos en los terrenos de los cuarteles. Seguían el modelo nazi del Afrika Korp: (cuerpo africano alemán, fundado en 1941): “que del enemigo no quede ni el rastro”.

Entre tanto nosotros seguiremos buscando a nuestros desaparecidos, apelando a la memoria, reclamando conocer la verdad y exigiendo justicia para delitos de lesa humanidad que son imprescriptibles.

 

(*) Rolando W.Sasso es fotógrafo, periodista y escritor. Tiene en su haber varios libros de profunda investigación periodística sobre el accionar historico del MLN-T

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