Por Maribel Acosta Damas (*)
¿Cómo mirar a Cuba? ¿Desde dónde atraparla en sus múltiples sentidos? Seguro en una calle cualquiera de La Habana, en la cotidianeidad de la isla o en el arte que la va relatando:
Considerado uno de los grandes exponentes de la pintura cubana, Servando Cabrera llega a sus primeros cien años en un recuento antológico de su obra, que fue exactamente su manera de sentir el mundo y la isla que lo vio nacer. Nació y murió en La Habana (1923-1981), anduvo por muchas partes y siempre regresó en una suerte de contaminación sin límites con la realidad de Cuba.
De él nos han quedado sus rutas por el arte en la vanguardia, el expresionismo, el retrato, la abstracción, sus cuerpos- sensibilidades y diálogos con la luz de su tierra. Y fue su obra después del triunfo revolucionario de 1959 lo que los expertos han llamado indagación antropológica, potente y de impacto distintivo de su trabajo en lo adelante. Refleja la historia cubana reciente en un ciclo de pintura épica a la que debemos la serie Héroes y obras excepcionales como Retrato de la madre (1960), Milicias campesinas, de 1961, El jinete, de 1964, los Martianos (1974), o las Mujeres de Habana-Cuba (1975).
Servando fue rebelde, incomprendido en una época debido a su homosexualidad, refugiado en sí mismo y en una obra de rostros, cuerpos, erotismo y pasión. Cantó siempre- aun a despecho de los tiempos- al tiempo de Cuba, de lo que su mirada aguda y sensitiva convertía en trazo y en huella de la nación.
En sus cien años, el Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba (MNBA) está presentando la exposición Memoria de los borrados, cuyo título alude a su pintura homónima de 1977. La muestra, con la curaduría de Rosemary Rodríguez Cruz y Claudia González Machado, exhibe piezas de diversos formatos y técnicas pertenecientes al propio MNBA de Cuba, al Museo Biblioteca Servando Cabrera Moreno y a la Fundación Los Carbonell. Forma parte de los múltiples homenajes que en la isla se están rindiendo a quien fuera expresión de la cubanidad que supo retratar y sobre la que expresó:
“Los cubanos tienen una forma de moverse que los diferencia del resto del mundo. La manera en que se mueve una palmera, se retuerce un jagüey, es comparable al movimiento, andar o insinuar de cualquier parte del cuerpo de un cubano, aunque sea el dedo meñique de una mujer o un hombre. Esto pude ser para ellos mismos o para el disfrute y observación de los demás o para un intercambio entre ambos, en el cual se produce un acto de belleza que en Cuba tiene sus características propias. Es un deber entenderlo y comprenderlo con un profundo cariño y admiración. Eso es manifestación de amor y Cuba está llena de amor. El amor es mi tema, lo fue y lo seguirá siendo; sin amor no puede concebirse.”
¡Larga vida en su isla a Servando! Cuba lo sigue necesitando para contarse a sí misma.
(*) Maribel Acosta Damas, Dra. en Ciencias de la Comunicación Social, Periodista cubana y docente de la Universidad de La Habana, trabaja y colabora con varios medios de su país y de otros países.