Por Gabriela Cultelli (*)
“Sí, sí, sí el cobre nuestro
Sí, sí no ha de bastarnos
Queremos todo lo siempre ajeno
Lo nunca nuestro lo tomaremos
Cientos de miles por todo chile”
Daniel Viglietti
Yo creo que fue una Revolución. En esa época no se hablaba de “cambio” como hoy, se hablaba de Revolución, aunque ella se defina, y entre otras cosas, como “cambiar todo lo que debe ser cambiado” (1)
El Chile de la Unidad Popular, del presidente Allende, del poeta Neruda, de los cantos de Victor Jara y de los “cientos de miles” que describe Viglietti estremeciéndonos, era un Chile ferviente y constructor de caminos soberanos, de las y los trabajadores, y sumaba día a día nuevas adhesiones.
La intervención en la economía real, las expropiaciones e intervenciones de empresas (Plan Vuscovic) cuyos dueños pretendieron desatar el caos de la inflación y la escasez a partir de 1972, fue la respuesta posible del gobierno izquierdista para poder seguir adelante con sus políticas redistributivas, de ampliación y universalización del derecho a la educación, la salud y la vivienda. La nacionalización del cobre, la reforma agraria, todas ellas fueron medidas que solo pudieron detenerse con la barbarie fascista. Casi el 80% de las industrias y un número importante de bancos había quedado en manos públicas. 4400 predios fueron expropiados y repartidos, más otros 2000 resultaron objeto de las ocupaciones que llevaban adelante los trabajadores agrícolas. Cada niña o niño recibía medio litro de leche diario si o si.
Y el pueblo en la calle. Manifestaciones enormes surcaban la ciudad para un lado y para el otro. Mi memoria me reencuentra con una plaza, la mano de mi padre, y miles de hombres y mujeres pasando por la avenida con banderas y canciones. Nos sumamos entre banderas rojas y negras y aprendí consignas que coreaba junto a la multitud a pesar de mi niñez. “Unidad Popular denos armas pa´ pelear” o aquella otra que decía “Ho, Ho, Ho Chi Ming, lucharemos hasta el fin” recordando al líder vietnamita, pueblo que se batía en desigual contienda para expulsar a los yanquis de sus tierras. La población La Estrella, las niñas con frío en aquel crudo invierno de 1972. Mis amigas la Clarita (que conoció conmigo el jabón) y la Amanda en la nieve sin zapatos. Dicen que los pobladores resistieron allí el golpe de 1973. Nunca supe la suerte de aquellas niñas de casas muy humildes y un retrato del presidente compañero en la sala.
Cuando miramos la cronología de políticas realizadas en solo 3 años (1970-1973), la participación popular en ellas, su impulso e iniciativa, solo permiten pensar en una revolución truncada. Ese pueblo se planteó la gigantesca tarea de construir el socialismo por “vía pacífica”, o utilizando los mecanismos legales de la democracia burguesa volviéndolos en su contra. Lejos de fracasada, fue una revolución de obreras y obreros, de campesinos y campesinas, de estudiantes, de y para las y los trabajadores, las y los humildes, las y los invisibles, las naciones mapuches del sur, de todas y todos.
El canto, la poesía, la danza, el teatro eran el día a día, desde la Peña de los Parra, hasta los Quilapayun y Victor cantando a los pobladores, o la cantata Santa María interpretada por algún grupo de danza y aquellas banderas que los acompañaban al final advirtiendo la historia venidera:
“Quizás mañana o pasado, o bien, en un tiempo más
La historia que han escuchado de nuevo sucederá
Es Chile un país tan largo, mil cosas pueden pasar
Si es que no nos preparamos, resueltos para luchar” (2)
Lúcida y contradictoria, aquella revolución no pudo dar el paso final: escuchar aquel clamor de masas de consignas y canciones claras, y la vida no se cegó solo en el edificio de La Moneda. Fueron miles los muertos, y las victimas se cuentan en más de 40 mil personas.
Llegado el año 73, la derecha apostó fuerte en las elecciones parlamentarias de marzo de aquel año, confiada en que la crisis provocada por su propio boicot económico sería suficiente. Sin embargo, no obtuvieron los 2 tercios que necesitaban en el Congreso para acusar al presidente Salvador, pues la Unidad Popular logró (aunque minoría) el 43.3% de los votos, o sea casi una quinta parte más de votos obtenidos en 1970 (36.3%). Ante el avance popular se sucedió la muerte, primero la intentona del 29 de junio (el Tancazo) y luego la traición y el golpe de estado del 11 de septiembre.
Imposible no mencionar la intromisión norteamericana que se demostró después. Y aunque pasaron 50 años de aquellos sucesos grabados en la historia de nuestro continente, la calle sigue polarizada y los fachos presentes, sumándose a una oposición que se negó a participar de los diversos actos conmemorativos. Pero allí estaban las mujeres en la vigilia, pero allí había un pueblo recordando a su presidente compañero y todas y todos los que están no estando. Porque, como cantaba Victor Jara, “te recuerdo Amanda”, tal vez en la vigilia pasada.
(*) Gabriela Cultelli, Licenciada en Economía Política (Universidad de La Habana), Mag. en Historia Económica (UdelaR), escritora, columnista y co- directora de Mate Amargo. Coordinadora del Capitulo uruguayo de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad (REDH)
Notas:
(1) Fidel Castro, discurso 1/5/2000.
(2) Cantata Santa María, Quilapayún.