“No es exagerado decir que las mujeres alimentan al mundo” (1).

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Participación desgrabada de Irene de León (*)

Un saludo. Soy Irene León, socióloga de Ecuador. Mi saludo al Movimiento de Participación Popular y felicitaciones por este interesante ciclo de formación, pues como sabemos, la formación es un asunto clave para la consecución de las propuestas de cambio que nuestros movimientos proponen.

Mi saludo a las participantes y agradecer a Gabriela Cultelli, mi apreciada compañera, que me ha invitado a participar.

El abordaje de género y poder que plantea el título de esta jornada alude directamente a la problemática que define las desigualdades entre hombres y mujeres. Eso es el desbalance de poder que se manifiesta no solo en el ámbito del trabajo, sino en todos los campos de la vida socioeconómica, política, cultural, en la vida privada y más.

Pero, así como ese desbalance de poder se expresa en todos los campos, hay que decir que las relaciones de poder son obra humana y que por lo tanto pueden ser cambiadas. Es más, tienen que ser cambiadas aún más, cuando es evidente que estas se han establecido en base a un gran acopio de antivalores, injusticias, prejuicios, tratos denigrantes y más. De ahí la propuesta de restablecer un balance de poder y hacerlo desde la ética y los principios de igualdad, como plantean el socialismo, el feminismo, en fin, varias otras alternativas que están sobre la mesa para superar al capitalismo y a este desbalance de poder entre los hombres y las mujeres que marca el patriarcado.

Entre las prioridades de esa agenda de cambios, para restablecer esos desbalances de poder figura la cuestión económica, donde las mujeres tienen una presencia múltiple, importante, intensiva, crucial para la producción y la reproducción de la vida.

No obstante, mayormente se aborda su participación en la economía como deficitaria. El capitalismo ha acuñado el enfoque de mercado para todo, incluye el mercado de trabajo, y lo ha legitimado como el único modo de definir el trabajo. El mercado define todo. El capitalismo lo define como mercado de trabajo e incluso lo circunscribe cada vez más a la esfera empresarial, y relega todo lo que se hace en otras esferas al campo llamado “informal”, donde en el sur como conocemos, se realizan la mayoría de los trabajos y se produce una amplia gama de economías.

En la mayoría de casos, incluso en ese sector que ha sido tildado de informal, no solo se realiza una gran diversidad de actos económicos, sino incluso que se aporta más para la reproducción de la vida que en muchos de los productos que el capitalismo produce para consumir y descartar y por esa vía contribuir al objetivo único, que es reproducir las ganancias del capital con la contribución de todas las personas.

Pero las mujeres y su economía contribuyen grandemente a todo lo que se mueve en estas sociedades. Eso se puede ilustrar con una simple mirada al campo de la alimentación, donde ya incluso instituciones como la FAO han llegado a reconocer que hasta el 80% de la producción alimentaria proviene no solo de la pequeña agricultura, sino de la producción de los aportes que hacen las mujeres a la alimentación en el mundo. Entonces, no es exagerado decir que las mujeres alimentan al mundo.

Hace unos años hice un artículo que se llama así, que tiene muchas cifras sobre esto y que da una entera comprensión de cómo este ámbito de la producción ha sido desconsiderado como aporte económico y de trabajo.

En la esfera del trabajo remunerado es archiconocido el asunto de la desigualdad salarial. Seguro que allá también la tienen, como también la jerarquización de los trabajos en función de una llamada pirámide de género. La desigualdad salarial es conocida en el mundo entero. Hay unas campañas intensivas, la Organización Internacional del Trabajo ha desplegado una por esta igualdad salarial, pues no hay ninguna explicación que no sea esta del desbalance de poder del que hablaba al inicio, que explique por qué una mujer gana menos que un hombre por un trabajo igual en un tiempo igual y la mayoría de veces en el mismo lugar. Esta es una de las cuestiones que están sobre la mesa como una necesidad de cambio urgente y para el establecimiento de igualdad.

Pero también hay una jerarquización de los trabajos en función de la llamada pirámide de género, una pirámide que se ha definido en función de quien hace las cosas, no de qué se hace ni de cómo se hace. De hecho importantes estudios se han realizado desde mediados del siglo pasado que comprueban que las mujeres están en el zumo de la excelencia en la mayoría de actividades que realizan, independientemente de los ámbitos en los que esto se efectúen. Eso se ha llegado a constatar en carreras consideradas como no tradicionales.

Esa pirámide se define más en función de quien hace las cosas. En el periodismo, por ejemplo, se puede observar este fenómeno. Antes de la irrupción de las mujeres en el campo del periodismo, esta labor era considerada como una muy importante, muy relevante y destacada. No obstante, cada vez más ha ido perdiendo esa altísima reputación e incluso los salarios ahora son considerados como entre los más pobres entre todas las profesiones, a partir de la irrupción de las mujeres. Esto es un ámbito que hay que cambiar en las relaciones de trabajo, la pirámide de género no debería definir el valor de un trabajo en función de quién lo hace y del lugar que ocupa esta persona en esa pirámide.

Para dar otro ejemplo, he mencionado el tema de la alimentación, que es clave para la supervivencia humana y como sabemos, sin eso la vida no puede reproducirse. En la alimentación las mujeres han realizado por siglos investigación, clasificación de alimentos, descubrimientos para producir lo que ahora conocemos como la producción gastronómica. Eso se ha realizado principalmente en los ámbitos considerados como femeninos y hasta hace no mucho eran desvalorizados. Era algo que hacían las mujeres y por tanto se consideraba como una cuestión de poco valor. Pero como sabemos, con la irrupción de los hombres en este campo, ahí se armó una gran jerarquía en la que muchas veces las mujeres fueron desplazadas y se colocaron en la cúspide los chefs, hombres que ganan más o más reconocidos e incluso han sido considerados como depositarios de los conocimientos y por ende, del poder asociado a esos conocimientos.

En fin, mucho por cambiar en el ámbito del trabajo, muchas evoluciones y revoluciones que hacer en lo que se considera trabajo, en función de quién lo hace, en dónde lo hace, en fin, en la clasificación en la que los atributos de género son definitivos.

Por otro lado, para venir a los tiempos del neoliberalismo y del capitalismo hay que decir que es. Se ha dado por sentado de que el neoliberalismo es como un fenómeno natural e inamovible de nuestras sociedades y se define todo en función de eso. En ese marco, cada vez más se reorganizan y se ubican los referentes, los parámetros masculinos, como el punto de partida, como el punto definitorio a partir del cual deben definirse, cómo las mujeres deben actuar en sociedad e incluso cómo deben igualarse o cómo debe funcionar el régimen salarial. Incluso esto desde la noción reducida previa de lo que se considera actividad e inactividad económica. Y entonces ahí está esta gran actividad económica que mencionaba al inicio, en el que son preponderantes las mujeres son consideradas como no muy válidas y se habla mucho de que las mujeres deben integrarse al mercado laboral, al mercado de trabajo y a la economía en lugar de que la economía se reconceptualice para tener una visión más global en la que estén integradas todas las formas de trabajo, todas las formas de hacer economía y no lo contrario. Ahí hay otro cambio que está planteado también por el feminismo, por las mujeres, no solo ellas, sino por toda una amplia gama de movimientos alternativos que están actuando en la sociedad y también de disciplinas como la economía para la vida, que habla de cambiar estas visiones del capitalismo que colocan la reproducción del capital en el centro de toda la organización societal, haciendo que todo lo demás se organice en función de que unos pocos se hagan ricos. El planteo es de cambiar esto, de reemplazarlo por una visión de reproducción de la vida, que de hecho ya es parte de muchas propuestas que están sobre la mesa.

En este momento en nuestra misma región, en América Latina y el Caribe, esta visión de que las relaciones de poder son hechura humana y que por lo tanto se pueden cambiar tienen que ver mucho con las relaciones económicas, con el trabajo, con la visión misma de lo que es economía y de lo que es trabajo. Se trata de no para hacerlo como más exclusivo y excluyente, como está operando cada vez más en el neoliberalismo, sino al contrario, se trata de hacer del trabajo lo que algún día ya fue planteado, o sea, un espacio de realización humana, un espacio de creatividad, un espacio en el que todas las personas puedan realizarse pero bajo principios de igualdad.

Tenemos sobre la mesa muchos cambios para hacer, es decir, ésta es la lucha del siglo 21, que entre todas las tantas que tenemos es una de abogar por este reconocimiento de la diversidad económica. Criticar, contestar la tendencia del capitalismo a anular todas las formas económicas que no son controladas directamente por el capital y que no tienen por objetivo reproducir el capital y o enriquecer a ese famoso 1% del mundo.

Justamente en las áreas que no son controladas incluso ahora por el bloque líder del del neoliberalismo y del capital, las mujeres tienen más presencia en todas partes y están en áreas que están más vinculadas a la sostenibilidad de la vida y por tanto pueden encontrarse áreas que por ética, por visión de humanidad, no necesariamente tienen que entrar al mercado y que no tienen que ser mercantilizadas. Es un momento en el que las mujeres, las trabajadoras, tenemos que estar muy alertas frente a todos estos giros que se le quieren dar a las órdenes del Capital como si fueran hechos naturales. Desde hace varios años el neoliberalismo se impone con muchísima fuerza y busca a presentarlo como si fuera una tendencia natural e inamovible. También eso tiene que cambiar.

En esta fase, quizá otro aspecto que tiene que ver con el trabajo, con la situación de las trabajadoras, es que en este esquema que mencionaba antes de apuntar todo hacia el llamado mercado de trabajo, que es el foco donde se desempeñan las actividades del capital, la empresa y otros asociados, cada vez más se están haciendo desarrollos que apuntan a una mayor rentabilidad. Es el proyecto neoliberal del mercado total, es decir, todo lo que opere en el mundo deberá funcionar sobre la base de esa lógica de rentabilidad del capital y de control del capital de todas las áreas de la vida y que para optimizar esa posibilidad se están intensificando las tendencias a la precarización del empleo, a la precarización del trabajo y por ende, de las condiciones de vida de todas las personas, y no solamente de las mujeres, sino de todos los seres vivos.

Es importante tener sobre la mira cuantificar las cosas, darnos cuenta de cómo se están moviendo los indicios de las actividades, los indicios de la participación de las mujeres en la economía y abogar porque esta diversidad de formas de hacer economía continúe existiendo y sean reconocidas como parte de la construcción de nuestras sociedades.

Hay un mito, para concluir, que quisiera mencionar, y es este de que con la globalización, con el intercambio de mercado, las realidades de las mujeres iban a cambiar automáticamente y que se iba a producir por este nuevo giro del capital, una suerte de igualdad entre las regiones y los seres. Y lo que hemos visto es que esto no es así, puesto que ya llevamos varias décadas y vemos que se está reorganizando una lógica de los cuidados como del trabajo productivo en el que las mujeres del sur seguimos ocupando el mismo papel y el mismo lugar secundario que antes, en otras fases del capitalismo y que, no obstante, la cuantificación del aporte de los cuidados, en el que se habla de entre 30 y hasta el 40% del PIB, esta todavía no es un área suficientemente valorada. En América Latina hay propuestas interesantes, por ejemplo, está sobre la mesa la iniciativa de aportar, de conducirnos hacia una sociedad de cuidados que implicaría una socialización mayor de todos los trabajos y actividades asociadas a los cuidados, es decir, una redistribución entre todas las personas y especialmente entre hombres y mujeres, y que podrían no solamente participar en todos los campos de los cuidados de la vida y a la vez beneficiarse también de una retribución de afectos, de bienestar, de todo lo interesante que puede producirse en una interacción de los cuidados con mayor igualdad.

Quisiera desearles muchos éxitos en esta formación y decirles que continuamos en estas resistencias, en estas iniciativas, en estas búsquedas para crear una sociedad con justicias, con todas las formas de justicia, con todas las formas de igualdad en las que estas transformaciones de la sociedad, estas transformaciones en las relaciones del capital que estamos buscando desde nuestros movimientos, también se conviertan en cambios en las relaciones patriarcales y quizás sean extensivas a todos los ámbitos de la sociedad, a todos los ámbitos de la vida y que así podamos apuntar a lo que en nuestras sociedades llamamos de vivir bien.

(*) Irene León socióloga, analista de política internacional de Ecuador especialista en alternativas a la globalización y derecho a la comunicación. Coordinadora de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad, Capitulo Ecuador

Nota

(1) Presentamos aquí la desgrabación de video de la participación de Irene León en los talleres iniciales de formación en Género y Feminismos realizados en el MPP.

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