La tierra se estrecha para nosotros. Palestina y el sentido común liberal

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Por José Ernesto Novaes Guerrero

¿Adónde iremos después de las últimas fronteras? ¿Dónde volarán los

pájaros después del último

cielo? ¿Dónde dormirán las plantas después del último aire? Escribiremos

nuestros nombres con vapor

teñido de carmesí, cortaremos la mano al canto para que lo complete

nuestra carne.

Aquí moriremos. Aquí, en el último pasaje. Aquí o ahí… nuestra sangre

plantará sus olivos.

Mahmud Darwish (La tierra se estrecha para nosotros)

La catástrofe cotidiana del pueblo palestino se ha normalizado hasta el punto de resultar invisible. A fuerza de sobrerrepresentarla se ha llegado a invisibilizarla. Recientemente en la red social X, la cuenta del medio Palestina Hoy, dedicado a presentar la realidad de la región, daba las siguientes cifras: “2008: Israel asesinó a 1436 entre ellos 410 niños, 104 mujeres. 2012: asesinó a 162 entre ellos 42 niños y 11 mujeres. 2014: asesinó a 2322 entre ellos 578 niños, 489 mujeres. 2021: asesinó a 260 entre ellos 66 niños. 2023: hasta ahora asesinó a 678 entre ellos 140 niños y 104 mujeres.”1 Detrás de estos números y del masivo silencio que los acompaña por parte de los grandes poderes políticos y mediáticos, yace una importante explicación para la creciente radicalización de los palestinos. También sirven para reflexionar sobre el cinismo y los estándares del sentido común liberal predominante en buena parte del discurso, incluso de sectores “de izquierda”.

La inundación de Al-Aqsa y la moral desbordada

El día 7 de octubre amanecimos con la noticia del inicio de una masiva ofensiva por parte de Hamas y otras organizaciones palestinas. En una operación de dimensiones y coordinación casi sin precedentes en la lucha de las diferentes fracciones palestinas contra la ocupación israelí, se lanzaron miles de cohetes contra asentamientos de colonos israelíes, bases militares, ciudades, incluyendo Tel Aviv, la capital de Israel y su aeropuerto. Miles de luchadores palestinos tomaron las calles en varias ciudades y asentamientos cercanos a la Franja de Gaza y en otros lugares de Cisjordania. Las milicias cruzaron la cerca fronteriza que rodea Gaza por numerosos puntos y, en una maniobra casi inverosímil, usaron tropas en parapentes como improvisados paracaidistas en la retaguardia enemiga. También usaron drones con cargas explosivas para atacar diversos objetivos. En pocas horas cientos de personas en Israel resultaron muertas y miles heridas. Hubo un número importante de soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel entre las bajas y varios colonos, soldados y oficiales fueron llevados como rehenes al interior de la Franja.

La operación, denominada “La inundación de Al Aqsa”, tomó totalmente desprevenido al ejército y a los servicios de inteligencia israelitas, los cuáles demoraron horas en reaccionar y respondieron con brutalidad en una operación denominada “Espada de Hierro”, movilizando más de 100 mil reservistas y bombardeando indiscriminadamente supuestos objetivos de Hamás en Gaza, derribando varias torres de apartamentos. Adicionalmente, la élite política de Israel lanzó varias declaraciones amenazantes. El Ministro de Defensa de Israel ordenó un bloqueo total de electricidad, combustible y alimentos al enclave. Netanyahu, por su parte, anunció un ataque masivo “con una fuerza nunca antes vista”2.

A nivel internacional las reacciones fueron diversas. Los países y movimiento del Eje de la Resistencia en el mundo árabe expresaron su apoyo incondicional a la lucha Palestina. Incluso Hezbollah lanzó varios morteros en la frontera con Israel y las tropas sirias cercanas a los Altos del Golán aumentaron su preparación combativa. Irán también se sumó al apoyo a los palestinos. Otros países árabes, más cercanos a Occidente, tuvieron reacciones encontradas. Los Emiratos Árabes Unidos apoyaron a Israel, mientras Arabia Saudita dio por terminados todos los diálogos que desde hace un tiempo se venían avanzando con EEUU como mediador para normalizar las relaciones entre ambos países.

El Consejo de Seguridad tuvo una reunión a puertas cerradas que concluyó sin acuerdos y EEUU anunció la movilización del portaviones Gerald Ford y varios escuadrones de cazas a las fronteras con Israel, como forma de disuadir a otros poderes de intervenir en la situación, además de garantizar un apoyo logístico y organizativo que Israel parece necesitar en estos momentos.

Pero más curiosa ha sido la reacción de importantes sectores de la “opinión pública” y, particularmente, de “la izquierda” en Occidente ante la situación en estos días. Las acusaciones de terroristas en contra de los combatientes palestinos y la solidaridad con Israel han sido uno y el mismo movimiento. Algunos gobiernos, como el de Argentina, se han solidarizado completamente con Israel dando la espalda, de paso, al pueblo palestino.

Ofendidos, casi traicionados por las acciones palestinas, las redes están inundadas de las declaraciones e imputaciones de esta “izquierda” que rechaza furibunda la violencia indiscriminada cuando viene de actores a los que no se les reconoce el derecho a ejercerla, mientras son moderados y más bien discretos cuando hay que denunciar esa misma violencia al ser ejercida por el Estado de Israel.

El consenso de fondo parece ser que los palestinos tienen todo el derecho a recibir nuestra compasión cuando son víctimas de la violencia israelí, pero no tienen derecho a resistirse violentamente contra este proceso. Deben, como las aves criadas en las granjas industriales, esperar paciente y resignadamente su turno para entrar al matadero.

El “Castillo de los vampiros” y el sentido común liberal

En un maravilloso texto de 2013, el marxista británico Mark Fisher usa la metáfora de “El castillo de los vampiros”1 para referirse a cierta actitud dentro de la izquierda. Me permito rescatar de la caracterización que hace de esta actitud dos apuntes que, considero, sirven para entender las reacciones ante la situación actual en Palestina incluso más allá del campo político considerado tradicionalmente de izquierda.

La primera de estas características es que el “Castillo”, como actitud individual y colectiva, existe para propagar culpa. Es para atormentar a la conciencia liberal-progresista que ayer se atrevió a pronunciarse públicamente en contra de una de las numerosas violencias israelíes y hoy debe, con premura, desmarcarse de esta actitud pasada, reivindicar el derecho de Israel a existir en paz y denunciar firmemente el terrorismo fundamentalista. Hoy todos debemos estar junto a Israel, consideran estas conciencias culpables, que ha sido víctima de una agresión injustificada.

El segundo apunte que resulta muy útil es la tendencia esencialista del “Castillo”. Reducir a individuos y colectivos a una determinación fija e irrevocable. Entonces, si los métodos empleados por la resistencia palestina hoy nos parecen brutales y terroristas, es correcto afirmar que la Resistencia es brutal y terrorista.

Estas características entroncan con la perspectiva del sentido común liberal predominante en cualquier análisis superficial de cualquier realidad. Así la paz, presentada como valor abstracto supremo, es la apelación constante que se le hace a las partes. Convendría, quizás, detenerse un poco sobre esta paz, como forma de cuestionar también este “sentido común”.

La situación actual descansa sobre décadas de imposición violenta del Estado de Israel sobre la tierra Palestina y otros países árabes. Desde la conclusión del Mandato Británico en 1948, Israel se estableció en la región como un ejército invasor y expansionista y esa ha sido su dinámica hasta el presente. El irrestricto apoyo internacional, especialmente de EEUU, la impunidad de sus acciones y la derrota a sus enemigos árabes en sucesivas guerras le han garantizado su estatus como poder regional.

El plan original de dos estados nunca se concretó realmente. Y luego de los acuerdos de Oslo de 1993, solo se logró un reconocimiento parcial de las autoridades palestinas, negándole al país de hecho, su participación como miembro pleno de la comunidad internacional. Israel ha mantenido su política de expansionismo violento hasta reducir Gaza a una estrecha franja de tierra cercada por todas partes y Cisjordania a una serie de asentamientos palestinos rodeados por infinidad de muros y checkpoints que hacen sumamente difícil la movilidad de sus habitantes. Israel también se ha expandido a costas de sus vecinos sirios y libaneses.

El ejército israelí en la zona actúa como una fuerza de ocupación violenta e impune en contra de la población local. Sin contar que con la Nakba o la catástrofe, arrancan décadas de violencia física y simbólica, que han dejado millones de desplazados y decenas de miles de muertos.

Para que la paz sea realmente viable en un escenario así, tiene que haber voluntad por las partes implicadas, pero sobre todo, en un conflicto asimétrico, tiene que existir esta voluntad en el lado que tenga el mayor poder. ¿Tiene Israel interés en la paz y, en consecuencia, en negociar una solución política al conflicto con Palestina? Sus acciones no lo demuestran. Por el contrario, el acoso, el homicidio y el irrespeto son permanentes. De hecho, la gota que colmó el vaso fueron los incidentes de irrespeto en torno a la mezquita de Al Aqsa en Jerusalén, la tercera más importante del Islam después de La Meca y Medina.

Abogar por la paz en abstracto en este escenario solo sirve para quedar en paz con la propia conciencia pequeñoburguesa. No compromete a nada y no sirve para nada.

Más allá de que yo como individuo pueda estar más o menos de acuerdo con los métodos de lucha palestinos, más o menos de acuerdo con alguna de las diversas fracciones que componen la lucha, una serie de cuestiones deben establecerse con claridad. Primero: los palestinos tienen derecho a luchar. Segundo: libran una lucha desigual contra un Estado genocida e impune. Tercero: desde hace décadas los asentamiento israelíes se establecen en las que eran tierras palestinas, o sea, se construyen sobre el desalojo y en complicidad con la violencia estatal. Cuarto: a la brutalidad cuestionable de los combatientes palestinos, la precede y la sucede, una brutalidad mucho mayor de Israel.

Entonces resolver la lucha de los palestinos acusándolos de terroristas y apelar a una paz abstracta, implica hacerle el juego al sentido común liberal y desconocer el derecho de los palestinos a la lucha. El primer paso útil para la paz sería obligar al Estado genocida de Israel a acatar las numerosas resoluciones, muchas de ellas vinculantes, que se han tomado sobre el conflicto palestino-israelí. Solo haciendo retroceder esa maquinaria multimillonaria del terror que es el ejército y el complejo militar-industrial de Israel, se pueden sentar las bases para iniciar un proceso de paz y estabilización en la región.

Aunque, en este mundo dominado por el cinismo, muy probablemente lo que veamos en el futuro cercano sea un abandono mayor de Palestina por parte de la comunidad internacional, la satanización mediática de su lucha y un fortalecimiento de la derecha y el sionismo militarista en Israel.

1  Cfr https://x.com/HoyPalestina/status/1711529517766816196?s=20

2 Para ambas declaraciones visitar el portal de RT en español en https://esrt.press/actualidad/482380-
minuto-israel-ataque-masivo-hamas

3 El texto completo está disponible en el medio digital La Tizza. Se titula “Saliendo del Castillo de los Vampiros” y se puede consultar en esta dirección: https://link.medium.com/mbEFa1UEL7

(*) José Ernesto Novaes Guerrero, periodista y escritos cubano, miembro de la Asociación Hermanos Sais (AHS) y de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Es coordinador del capítulo cubano de la REDH. Colabora con varios medios nacionales y extranjeros.

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