El precio del dólar y la competitividad en 2023

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Por EconomiaPolitica.uy (*)

Ec. Claudio Fernández Caetano (**)

Desde enero de 2022 se viene verificando una caída del tipo de cambio nominal (el precio del dólar) pasando de un valor de $45,7, alcanzando un promedio de $40,8 en noviembre de este año. En ese período, el precio del dólar acumuló una disminución del 12%, alcanzando en este año sus valores más bajos en lo que ha transcurrido de este período de gobierno.

Más allá del valor nominal del dólar, interesa ver cómo ha evolucionado el tipo de cambio real (TCR), que refleja no solamente la comparación entre el peso y una divisa extranjera, sino también cuán caro o no está el país respecto a otras economías y por tanto es un buen indicador de su competitividad. En relación a ello, el tipo de cambio real efectivo global publicado BCU, presenta en lo que va de este año sus niveles más bajos desde enero del año 2000.

En el gráfico se observa que la pérdida de competitividad medida por el TCR comenzó a pronunciarse a inicios del año pasado, que se verifica a nivel global y a nivel regional (Argentina y Brasil) y extrarregional, lo cual significa que nuestro país se está encareciendo respecto al resto del mundo según este indicador.

Esto se podría haber evitado, aunque fuese parcialmente con una política cambiaria activa que sostuviera el precio del dólar, pero en 2022 e incluso en 2023 no parece ser la orientación de la política aplicada por el BCU. Podemos destacar que este problema puede tener su origen en la propia política monetaria aplicada desde el BCU con, hasta mediados de este año, la suba de la tasa de interés de referencia para combatir la inflación a través de sus mecanismos de transmisión.

Lo expuesto se explica porque el tipo de cambio es un canal de transmisión desde la tasa de interés de referencia que afectar el nivel de precios. En la economía uruguaya opera un tipo de cambio flexible, que determina su precio en la operativa de compra y venta de la moneda extranjera. La suba de la tasa de interés para depósitos en moneda nacional hace más atractiva la colocación en pesos que en dólares. En este caso, el mecanismo sobre los precios opera a través de la baja del precio del dólar: la venta de dólares para obtener pesos hace que aumente la oferta de dólares en el mercado, presionando a la baja su precio. Con la caída en el precio del dólar se abaratarían los precios de bienes importados y las exportaciones. Sin embargo, lo que sucede en realidad, es que un tipo de cambio más bajo puede disminuir en parte los precios al consumo, pero siempre a costa de la pérdida de competitividad de la economía.

Claro es que la competitividad más afectada es la de la industria nacional orientada al mercado interno (que debe competir con productos importados más baratos) ya que el agro genera la mayor parte de sus ganancias con los precios internacionales. Más allá de ello, desde el sector agroexportador ha habido expresiones de preocupación por el valor del dólar por la afectación de su rentabilidad, de los niveles de empleo y de la inversión en el sector, ya que sus ingresos por ventas en el exterior son en dólares (que se abarata), pero parte de sus costos de producción se hacen en moneda nacional (que se encarece).

En los gobiernos del Frente Amplio se procuró que el dólar acompañara su evolución a nivel internacional, no solo mediante la compra de dólares incidiendo financieramente en su precio, sino al menos con señales que funcionaran como indicaciones de que se estaba atendiendo las fluctuaciones a nivel internacional desde la política cambiaria.

Con la conducción actual del BCU, pasó a desatenderse la política cambiaria y por tanto también sus efectos sobre la economía real, dejando absolutamente librado el precio del dólar a la confianza que parece tenerse en el mercado. En relación a ello, el segundo trimestre de este año (abril, mayo y junio) en relación con el mismo período del año pasado, presentó una caída del 2,5% PBI. Sobre los sectores productivos que incidieron en esta disminución, se destaca el comportamiento del sector agropecuario, pesca y minería, donde la caída en el valor producido fue del 27,4%. Si bien el efecto de la sequía puede explicar variaciones como la anterior, también hubo otros sectores en los que cayó su producción: la industria manufacturera disminuyó un 1,5%, energía eléctrica, gas y agua un 11,8%, la construcción un 6,6%, el comercio, alojamiento y suministro de comidas y bebidas un 1,8%. Por tanto, la caída en la producción nacional en el segundo semestre respecto al mismo del 2022, se presentó generalizada en los sectores que más inciden en el movimiento de la economía nacional.

La política monetaria no ha acompañado las necesidades de crecimiento económico. En los momentos donde se vio afectada la producción nacional, la suba de la tasa de interés como herramienta tiene mayor sentido en economías con mayor dinamismo que la nuestra. En esas economías sí podría existir un calentamiento que podría visualizar la necesidad, por ejemplo, de encarecer el crédito para que disminuya el consumo y así enfriar la economía. Este no es el caso uruguayo, donde llevamos tres años de caídas consecutivas del salario real.

La preocupación por la inflación, si bien es legítima, no puede dejar de lado otros objetivos que la política económica debería tener, como el crecimiento económico, los niveles de ingresos, su distribución progresiva y el empleo. Objetivos relevantes pero desatendidos desde la actual política cambiaria.

(*) EconomiaPolitica.uy es un Programa de asesoramiento, investigación y formación en Economía Politica, dirigido por el Mag. Hector Tajam.

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