Por José Ernesto Nováez Guerrero (*)
El domingo 3 de diciembre, el pueblo venezolano fue convocado a un nuevo proceso electoral. En esta ocasión, debían pronunciarse respecto a cinco preguntas, cuyas respuestas son definitorias para el curso de acción a seguir por el estado venezolano respecto a la Guayana Esequiba, zona en disputa entre el país y la República Cooperativa de Guyana desde el surgimiento de esta como nación independiente en 1966, pero un diferendo que realmente se remonta al siglo XIX.
La respuesta popular fue significativa. En los 15 mil 857 centros electorales habilitados participaron 10 millones 431 mil 907 venezolanas y venezolanos, según cifras compartidas en el medio Misión Verdad, lo cual corresponde al 51 por ciento del Registro Electoral Permanente. En las cinco preguntas consultados los resultados fueron: Pregunta 1: Sí 97.83%, No 2.17%; Pregunta 2: Sí 98.11%, No 1.08%; Pregunta 3: Sí 95.40%, No 4.10%; Pregunta 4: Sí 95.94%, No 4.06% y Pregunta 5: Sí 95.93%, No 4.07%.
A raíz del mandato derivado de estos resultados, el presidente Nicolás Maduro anunció un grupo de decisiones. Se creó una Alta Comisión por la Defensa de la Guayana Esequiba. El presidente pidió a la Asamblea Nacional activar el debate de la Ley Orgánica por la Defensa de la Guayana Esequiba. Se creó la Zona de Defensa Integral (ZODI) de la Guayana Esequiba con tres Áreas de Desarrollo Integral y 28 sectores de Desarrollo Integral. Designó al M/G Rodríguez Cabello como Autoridad única de la Guayana Esequiba. Ordenó a PDVSA y la CVG, crear las divisiones PDVSA Esequibo y CVG Esequibo, y conceder las licencias operativas para la exploración y explotación de gas, petróleo y minería. Ordenó publicar y difundir en las escuelas, liceos y universidades el nuevo Mapa de Venezuela. Autorizó el inicio del Plan de Atención Social para la población de la Guayana Esequiba, así como la realización de Censo y la entrega de cédulas de identidad a sus habitantes. Propuso establecer una norma que prohíba la contratación de empresas que operen o colaboren en las concesiones unilaterales dadas por Guyana en el mar por delimitar. Dio un máximo de tres meses para negociar con dichas empresas su retirada del mar en disputa y propuso a la Asamblea Nacional aprobar una Ley Especial que decrete áreas de protección ambiental y nuevos Parques Nacionales en la Guayana Esequiba.
Por su parte, el gobierno guyanés reaccionó en la figura de su Ministro de Relaciones Exteriores, Hugh Todd, quien afirmó en declaraciones a AFP, citadas luego en BBC, que el país debía permanecer vigilante. Y añadió: “Aunque no creemos que el presidente Maduro ordene una invasión, puede hacer algo que sea impredecible”. Por su parte el presidente del país, Irfaan Ali, expresó en una entrevista con la BBC que se toma muy en serio la retórica del gobierno de Venezuela y le preocupan las implicaciones que puedan tener los resultados del referéndum en la región. Recientemente ambos jefes de gobierno aceptaron dialogar, a instancias de la CELAC y el CARICOM, en un intento por resolver pacíficamente el conflicto.
Breve historia del diferendo del Esequibo
La Guayana Esequiba es una región de 159.542 km2, donde se estiman residen apenas unas 125 mil-150 mil personas. Perteneciente a la Capitanía General de Venezuela desde el siglo XVIII, fue parte integral de Venezuela luego de la independencia. Ya en 1822 los venezolanos se vieron obligados a protestar ante las autoridades inglesas por las continuas invasiones de los colonos ingleses a sus tierras. En décadas sucesivas, aprovechando la inestabilidad interna del país, desgarrado en guerras civiles y conflictos entre caudillos, el Reino Unido fue expandiendo sus territorios hasta verificar, de facto, el despojo de esta región, rica en recursos auríferos.
Las sucesivas reclamaciones venezolanas llevaron a la firma el 2 de febrero de 1897 entre Venezuela y el Reino Unido del Tratado Arbitral de Washington D. C., por el cual ambas partes se comprometían a resolver el problema limítrofe mediante un arbitraje internacional. Como resultado de este se conformó el Tribunal de París de 1899, donde jueces y abogados de nacionalidad norteamericana (representando supuestamente los intereses de Venezuela), inglesa y rusa dictaron el conocido como Laudo de París, en el cual se falló completamente a favor del Reino Unido.
La primera mitad del siglo XX está marcada, en lo que a este conflicto respecta, por sucesivas instancias y acuerdos donde se intentaba fijar, en el mejor interés de las partes el territorio en disputa, ocupado de facto por el Reino Unido, el cual no cedió un kilómetro del territorio en ningún momento. El despojo concretado y sancionado legalmente en el siglo XIX continuó a lo largo del XX y llega hasta el XXI.
Pruebas aportadas por Venezuela en 1962, demostrando la falsedad del proceso de 1899, llevaron al reconocimiento internacional de la nulidad de ese proceso. Como resultado de esto, se firma el 17 de febrero de 1966 el Acuerdo de Ginebra entre Venezuela, el Reino Unido y la entonces colonia de Guayana Británica (actual Guyana, que acabaría recibiendo su independencia el 26 de mayo de 1966).
Algunas lecturas geopolíticas
Aunque a algunos observadores ajenos a la situación pueda parecerle precipitado al referéndum de este 3 de diciembre y la reemergencia con mucha fuerza en el discurso político venezolano sobre la soberanía del Esequibo, una mirada más de cerca ayuda a comprender algunas de las motivaciones en torno al proceso.
En primer lugar, para Venezuela el Esequibo es un tema de soberanía y seguridad nacional. Soberanía porque, como se ha apuntado anteriormente, el Esequibo es resultado del despojo colonial, sustentado por la farsa legal que fue el Laudo Arbitral de 1899. Renunciar a sus reclamos sobre el Esequibo implica renunciar a una lucha histórica del pueblo venezolano y ceder en materia de soberanía nacional, lo cual para el proyecto político bolivariano resulta impensable.
Es un tema de seguridad por una doble razón. La República Cooperativa de Guyana, en función de proteger sus intereses, está actuando como una herramienta de la agresión multidimensional que desde hace años viene desplegando EEUU en contra de Venezuela. Su alianza con las empresas y el capital norteamericano, su aceptación del establecimiento de posibles bases gringas en territorio del Esequibo y su reciente llamado al Comando Sur a establecerse en el país, dan claras señales de esto. De permitir que EEUU siga avanzando con su política de tenaza militar, Venezuela puede verse en una situación cada vez más vulnerable, con su territorio expuesto por numerosos flancos en caso de que Washington decida avanzar en una estrategia más agresiva. Sin contar que un cambio político futuro en Brasil o Colombia puede agravar mucho más la situación.
El petróleo y los recursos del Esequibo son otro tema de seguridad nacional para la nación sudamericana. Visto desde la perspectiva histórica de la región como parte inalienable de Venezuela, esa riqueza pertenece al pueblo y resulta crucial para su futuro. Es inadmisible entonces toda presencia extranjera que no sea resultado de acuerdos previos.
El Esequibo es, también, un elemento de cohesión política al interior del proyecto. Si bien los diversos gobiernos venezolanos han tenido formas diversas de abordar el problema, lo cierto es que todos han concordado en defender su derecho sobre la región. En momentos en que la guerra económica y política busca erosionar la cohesión popular en torno al proyecto bolivariano, el Esequibo deviene un elemento de confluencia entre diversos actores sociales.
En días previos al referéndum del 3 de diciembre, era posible ver en autos y negocios privados, así como en lugares públicos y casas una sola consigna: “El Esequibo es nuestro”. Una compañera chavista, en esas jornadas, me comentaba cómo la posición del gobierno respecto a la región había encontrado eco incluso en sectores de la oposición. Es, por decirlo con Gramsci, una idea-fuerza que genera cohesión social en el país en torno a una causa común, pero también en torno a un proyecto político de soberanía nacional como lo es el chavismo.
Este referéndum también sirve, a lo interno, como un medidor de la balanza política con vistas a las próximas elecciones de 2024. Que el 51 por ciento de los electores hayan respaldado una causa impulsada por el ejecutivo nacional, habla también de cómo el proyecto bolivariano ha sabido ir recomponiendo la hegemonía en medio de las difíciles condiciones de un país que emerge de una profunda crisis económica, varios intentos de golpe de estado, de guerra civil y una feroz conspiración internacional en contra del proyecto.
Aún con el Acuerdo de Ginebra de 1966, la injerencia extranjera ha frustrado cualquier intento de alcanzar una solución dialogada del diferendo. A pesar de los esfuerzos desplegados por el comandante Chávez de acercar a ambas naciones, hoy se encuentran en posiciones encontradas, con Guyana sirviendo como herramienta a una agenda mucho mayor de Washington por socavar los proyectos de izquierda en el continente y reconstituir su hegemonía en la región. La guerra en Ucrania y la tensión en las cadenas de suministro global, hacen del petróleo en el Esequibo un recurso vital para el poder imperante.
Puesta en la encrucijada, Venezuela ha reafirmado su opción soberana. La puerta del diálogo no está cerrada, pero el pueblo venezolano ha dejado claro los términos en los que debe darse y esta decisión lo coloca en una posición de enfrentamiento frontal con los designios imperiales norteamericanos.
(*) José Ernesto Novaes Guerrero, Escritor y periodista cubano. Miembro de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) y de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Coordinador del capítulo cubano de la REDH. Colabora con varios medios de su país y el extranjero.