Por Joel Moya (*)
El domingo 17 de diciembre de 2023, en Chile, se realizó el plebiscito para que los electores se pronunciaran si aceptaban o rechazaban el texto constitucional redactado y aprobado mayoritariamente por el partido republicano y la alianza política de la derecha, todos sabemos que resulto de eso el rechazo de la propuesta con el 55.76% de los votantes por el rechazo y el 44.24 %, que se pronunció por el apruebo.
Lo que efectivamente enfrentamos este domingo recién pasado, es lo que denomino una “falsa disyuntiva o un falso dilema de opción”, porque si bien es cierto habían dos texto de constitución en juego; el actualmente vigente; y la nueva propuesta, pero que en el fondo representaban lo mismo, en efecto la constitución de 1980 promulgada en la dictadura y modificada en democracia, es un texto que consagra un modelo de desarrollo económico neoliberal ( versión escuela de economía de la Universidad de Chicago de mediados de los años 70); la propuesta de constitución de los Republicanos y la derecha contenía la misma propuesta de modelo económico, pero lo hacía en una forma radical y expresa, es decir nos encontrábamos frente a una constitución neoliberal implícita y una constitución expresa y abiertamente neoliberal, desde esa perspectiva no existía el dilema. Lo anterior justamente explica algunos discursos de la extrema derecha en el sentido de afirmar que ese sector político empresarial nada ha perdido, pues mantuvo y rescato lo más importante de todo esto: el modelo económico, que desde el Ladrillo (1974)1, tantas ventajas y utilidades les ha granjeado como elite empresarial.
En consecuencia, a lo que asistimos este domingo, fue a la aplicación de la teoría del mal menor, frente a 2 constituciones neoliberales, la pregunta fue ¿Cuál es la que eventualmente puede permitir su modificación futura? ¿Cuál es la que posee más bajos quorum modificatorios? Y sin duda que aquella es la constitución del 1980, aunque esta tarea requiere necesariamente de un sustento mayoritario en el congreso que permita el cambio y esta condición hoy no existe, atendiendo a la composición parlamentaria, cuestión que podría variar por el buen manejo del efecto político del resultado del plebiscito, personificado en Kast, su partido y en general de la derecha que se cuadro incondicionalmente con el apruebo, inclusive arrastrando a su única figura política alternativa doña Evelyn Matthei, que a regaña dientes y a última hora se embarcó en la campaña por el apruebo, tirando al tacho de la basura su “capital político” como ella misma lo dijo en el mes de octubre, ante de declarar que apoyaba el apruebo.
Otros aspecto que es necesario puntualizar, es que los dos últimos procesos constitucionales, fueron diseñados y controlados por la clase política dirigente, que en forma prácticamente transversal participo de estos procesos; que desde la perspectiva de los ciudadanos que levantaron el movimiento de octubre 2019, son totalmente deslegitimados por estos sin importar el contenido, ni las orientaciones de las propuestas; lo anterior nos lleva a examinar los resultados electorales con un poco de mayor atención, no se puede cometer el mismo error de apreciación o lectura hecha por la derecha chilena, quien entendió que el rechazo al proyecto de la convención constitucional y la posterior elección de consejeros constitucionales era un triunfo y un respaldo a sus ideas y visiones de sociedad y en consecuencia, pensaron que con ese aval político electoral, podían crear y proponer su propio proyecto político constitucional sin mayores inconvenientes.
En este proceso constitucional y de cambio subyace un problema cultural y sociológico de fondo, que yo diría, podría ubicarse en el ethos, es decir en la identidad de nuestra sociedad, que se relaciona con los casi 50 años de la imposición del modelo neoliberal, como un criterio de modelaje social, y esa pesistencia obviamente produce cambios y efecto en nuestros valores y forma de ser socialmente, actitudes como el individualismo, la valía de las personas por sus conquistas patrimoniales, el logro de las metas personales exento de valores, el éxito económico como ultima meta vital, la pregunta es ¿nos habrá permeado como sociedad el modelo económico?, solo a modo de observación, habría que revisar las demandas expresadas en el estallido social de octubre de 2019, en general no respondían a un encuadre de solidaridad o colectivo, al bien común; sino que más bien fueron y son un conjunto de reivindicaciones individuales o de grupos puntuales; otra cosa es que el movimiento haya provocado un clima de participación social espontanea, no orgánica; sin embargo al no ser articulada, solo se percibió como un mosaico o la suma de requerimiento individuales.
Ahora todo lo antes dicho solo nos podría dar luces para un análisis asertivo de la votación del domingo 17, que si bien es cierto, revisando las cifras de los resultados territorialmente, esta composición de los electores se parece mucho más a la primera elección que inicio del proceso constituyente y elección de convencionales de 2020. La pregunta es ¿Qué rechazaron los electores? ¿Rechazaron la visión política y económica de sociedad que ofrecían los republicanos y la derecha, plasmada en este texto?, creo que no y aquí es, donde se deben considerar las causas profundas que llevan a los electores a no legitimar el sistema político y su institucionalidad, para muestra un ejemplo: mientras el partido republicano se mostró como impugnador de establishment político subió como la espuma, basto con que se haya comprometido en el proyecto institucional del segundo proceso constituyente, para que cayera en desgracia ante la opinión pública.
Entonces, lo delicado de esta situación, es que más allá de los intereses personales miopes de los actuales actores político, que no permiten por incapacidad o intereses creados, dejar un espacio a las demandas sociales y atenderlas verdaderamente; ante ese nulo esfuerzo, cada vez se percibe mas el desengaño y se cede espacio para que cualquier caudillo lo suficientemente carismático y populista asuma el poder y eso sabemos que nunca está exento de los autoritarismos, entonces ¿Qué hacemos como izquierda, para ocupar el vacío?, frente a esta situación, nace como una cuestión fundamental la articulación del progresismo, desde la base, desde las inquietudes y necesidad reales de las gente, que deben ser asumidas sin prejuicio, sin complejos, pero con una mirada colectiva y participativa por ejemplo el problema de la seguridad.
Aquí es donde el análisis de los resultados de la votación del plebiscito recién pasado, cobran relevancia, mientras esos problemas no se aborden con la sinceridad y honestidad que corresponden, es muy difícil entran en sintonía con la gente y lo dramático es que el abismo entre la praxis de la política y la vida social se agranda aún más, y lo terrible, es que cada vez el espejismo de solución se acerca más a la esfera del populismo y el autoritarismo.
Un amigo planteaba que este vacío de credibilidad del sistema democrático representativo, debiera ser una oportunidad para la izquierda para instalar ideas como la democracia directa en diversas instancia de gobierno o bien un efectivo control ciudadano a través de adecuados mecanismos, especialmente en los gobiernos locales. No obstante, no está lo suficientemente coordinada u organizada para asumir este desafío actual. Quizás un camino sea efectivamente volcarse a la creación de bases y cuadros políticos que incidan en el desarrollo social y político del país desde el territorio local, en sus diversas expresiones.
(*) Joel Moya, chileno, abogado, profesor de historia, diplomado en políticas publicas